Pacto fiscal y compromiso político

El presidente electo ha prometido hacer lo que nunca se ha hecho. En sus palabras, se ha comprometido a “forjar un nuevo modelo de desarrollo…

El presidente electo ha prometido hacer lo que nunca se ha hecho. En sus palabras, se ha comprometido a “forjar un nuevo modelo de desarrollo para la prosperidad, la inclusión social y una vida mejor”. Sin embargo, una apuesta como ésta, que supere y se sobreponga al pasivo dejado por el modelo económico actual centrado casi exclusivamente en contener la tasa de cambio y la inflación, implica tensiones y potenciales rupturas difíciles de imaginar.

La más notable de las barreras a la que se enfrentará la nueva administración para avanzar en esa misión es el propio partido de gobierno, porque la maquinaria partidaria competirá por los escasos recursos públicos. No se trata sólo de clientelismo para con una parte importante de la militancia, sino también para pagar favores a sectores de poder económico que apostaron por la oferta ganadora. Como siempre lo ha hecho, esto promete drenar la inversión social, una de las armas potencialmente más poderosas para promover la inclusión y la igualdad de oportunidades. En una lectura complaciente para con el presidente electo, es como estar casado con el enemigo.

Es normal que los compromisos políticos se conviertan en restricciones para hacer políticas públicas, pero en esta ocasión la contradicción entre el pacto partidario y la propuesta de gobierno es mucho más clara y aguda por dos razones. En primer lugar, porque la propuesta demanda, de manera inequívoca, de un importante incremento en la inversión social. Danilo Medina tiene fuertes incentivos para empujarla en la medida en que de eso depende que él y su gestión trasciendan. Pero hacerlo en serio implica restarle recursos y poder a los grupos que le apoyaron, lo que puede debilitar la gestión. En segundo lugar, porque el contexto fiscal no podía ser peor. La restricción presupuestaria es una de las más severas que haya vivido el país en las últimas dos décadas.

Los menos lúcidos querrán darle a esta situación una salida esencialmente por el lado de los ingresos, buscando una reforma tributaria que permita ampliar los márgenes de maniobra. Pero, a pesar de la evidente debilidad de la oposición, no parece que esto se pueda lograr sin desgastar, temprana y quizás irremediablemente, el capital político de un gobierno recién inaugurado. Además, desmentiría el reiterado discurso del propio Danilo Medina en esta materia.

Es evidente que el presidente electo tiene pocas opciones y todas muy difíciles. Si opta por complacer al partido y sostener la maquinaria partidaria y clientelar de la misma manera que hasta ahora se ha hecho, aglutinará poder dentro del partido pero comprometerá su programa y perderá credibilidad frente a la sociedad. Paradójicamente, esto afectaría de manera indefectible también al Partido de la Liberación Dominicana (PLD). Si decide dar la batalla y darle respaldo presupuestario a su propuesta restándole recursos al clientelismo, sumaría apoyo fuera de su partido pero podría quedar con un respaldo partidario debilitado.

En ese contexto, Medina ha recurrido a una vía alterna. Ha recuperado la propuesta de la Estrategia Nacional de Desarrollo de alcanzar un pacto fiscal integral y de largo plazo con amplios sectores de la sociedad, y que involucraría reformas tanto por el lado de los gastos como por el lado de los ingresos públicos. Aunque esto puede ser interpretado como una maniobra para reducir resistencias y avanzar metas que tienen más que ver con aliviar la urgencia que con metas de desarrollo, también puede ser visto como una movida para buscar apoyo social, contrapesar resistencias internas y darle fuerza a sus propuestas programáticas.

En uno u otro caso, lo que resulte depende de quienes dialoguen, cómo lo hagan, cómo se negocie y cómo se construyan alianzas. La oportunidad está planteada para que la sociedad organizada, en particular aquella que menos poder tiene, logre articular propuestas rigurosas y consistentes con miras a construir un sistema fiscal más equitativo y más efectivo en la promoción del desarrollo. Lo ha hecho en el pasado reciente y lo puede hacer en esta ocasión.

Como se vio, el gobierno entrante se inaugurará en una posición difícil, pero a la vez tendiendo puentes y abriendo un espacio de diálogo. Este no debe ser llenado por los sectores de poder de siempre.

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