Padre no es cualquiera

Desde que tengo uso de razón escucho la expresión de que “padre es cualquiera”. Yo difiero de este parecer.

Desde que tengo uso de razón escucho la expresión de que “padre es cualquiera”. Yo difiero de este parecer. Si bien es cierto que padre y madre son aquellos que ven crecer a sus hijos, quienes los encaminan por la vida y que muchas veces no necesariamente son sus padres biológicos, esto no quiere decir que la figura paterna sea fácilmente sustituible o que no sea necesaria.

Mis amigas suelen decir que cuando hablo de mi papá, el amor se me sale por los ojos y que hasta llego a ruborizarme. Tienen razón. A él le debo todo lo que soy, él hizo más dulce mi infancia, me consintió, me mimó. Recuerdo que a los cuatro años, se sentó a mi lado y con paciencia y esa ternura infinita con que aún me trata, me enseñó a escribir su nombre y luego el mío.

Siempre fui una niña tranquila y excesivamente ñoña, pero cuando me quedaba muy tarde o me iba muy temprano a la cama, sentía su mano tocar mi frente para saber si tenía fiebre y era él quien me arropaba si notaba que sentía frío.

Siempre he sentido su inmenso amor, un amor que no le permite darse cuenta de mi paso de niña a mujer. Un amor que lo ha hecho detener en el tiempo a la chiquilla flaquita de cabellos largos, que se escapaba de su habitación con el más mínimo pretexto para acurrucarse a su lado, entre mi madre y él.

Un amor que todavía le hace pensar que me comeré la comida a cambio de un helado de chocolate.

Para él no han valido las batallas que he librado en la vida, el camino que he recorrido, que ya me convertí en madre, que he asumido las riendas de mi vida, nada. Para él sigo siendo su niña, su “negrita”, la más ñoñita de sus hijos.

A sus ojos soy tan indefensa como un bebé. No advierte que ya crecí. Sé que todo eso tiene un solo nombre: Amor de padre, que muchas veces es tan grande como el amor de la mejor de las madres.

Por eso, y por muchos otros ejemplos de lo que es un buen padre, es que aseguro que padre no es cualquiera. Dice la palabra que “Hijo eres y padre serás”. Y yo, hoy, como madre, solo aspiro a poder sembrar en el corazón de mis hijas, el mismo amor, ternura y agradecimiento eterno que en el mío sembró mi amado padre. Gracias, papi.

Lo repito hoy y siempre, no señor, padre no es cualquiera. l

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