Introducción

Con grata sorpresa, encontré en Internet el siguiente trabajo, hecho a partir de unas reflexiones mías publicadas previamente.  Me pareció interesante cómo fue presentado y me sentí animado a reproducirlo de nuevo en esta columna. Lo copio tal y como fue entregado por Internet:

“Para orientar el ministerio de intercesión y para trabajar en él se necesitan tener ideas muy claras para no desvirtuarlo. Hemos tomado, como base de esta enseñanza, un artículo de monseñor Ramón de la Rosa y Carpio, publicado en la revista “Alabanza”, número 96.

1. Conceptos claves sobre la intercesión
a) La intercesión se sitúa en estos conceptos: La intercesión se coloca en la misma línea de la vida de Cristo, cuya misión fue mediar e interceder por la salvación de los demás. Es uno de sus ministerios y es toda su vida ministerial.

• Oró por los demás.

• Dio su vida por la salvación de todos.

• Tomó la condición humana para poder mediar (Hebreos 10).

b) Se sitúa, igualmente, en la línea de la solidaridad que Dios pide a los hombres entre sí: el bien y el mal de otros nos afecta; de la colaboración que el mismo Dios pide a los hombres en Su plan de perfección de la creación y de la salvación del género humano: Dios acepta que cuando un hombre no ora, otro ore por él y el Señor acepta la oración de intercesión como si fuera propia del que no ora; de la mediación humana para toda obra de Dios.

c) La intercesión está colocada en el corazón mismo de la redención: comprar con oración, con sangre lo que pertenecía al demonio. Pagar un precio. Reparar el daño que otros han hecho; rescatar lo que estaba perdido: sin intercesión, sin mediación humana, Dios no salva.

2. Herramientas para el intercesor
En cualquier oficio, el hombre necesita herramientas adecuadas para realizar su trabajo. El albañil, el carpintero, el agricultor, el soldado, etc. sin herramientas es prácticamente inútil. Y cuando más adelantamos en tecnología, más imprescindible es la herramienta correspondiente: el ordenador, el microscopio, redes digitales, etc.

De la misma manera podemos hablar de las herramientas del intercesor; sin ellas nuestra intercesión quedaría muy pobre. Son cinco las herramientas principales del intercesor y cada una de ellas debe ser motivo de reflexión.

1. La oración: Es el camino más a mano para la intercesión y uno de los más eficaces. Es nuestro compromiso orar por los demás. Tenemos que estar conscientes de la fuerza poderosa que hay en la oración. Dios conoce todas nuestras necesidades; pero Él quiere que se las digamos una a una.

2. El ayuno: Cuando ayunamos nos privamos de bienes materiales para adquirir bienes espirituales. El ayuno fortalece nuestra oración. Jesús nos dice que hay demonios que solo se expulsan con oración y ayuno. Cada cual debe descubrir su modo de ayunar. Pedir ayuda al Espíritu para ser guiados en esto y luego ofrecer cada ayuno específicamente por alguna necesidad de una persona o país.

3. El sufrimiento: Es el más eficaz y poderoso camino de intercesión. Dios hizo del desecho humano, del estiércol, de la basura, de la vida (el dolor y el sufrimiento) la más potente fuerza de la salvación, de la redención. Cuando el sufrimiento se acepta libre y gozosamente y se le da una dimensión redentora se convierte en sacrificio y lo que era estiércol se convierte en abono vivificador.

Hay pecados y situaciones que no se resuelven si no es dando la vida misma para salvar. Es un camino que está diariamente en nuestras manos. Es una riqueza que se desprecia: Señor, te ofrezco.

Unos contemplan a Dios en el sufrimiento; otros lo contemplan en el Sagrario. Tenemos que unir nuestros sufrimientos a los sufrimientos de Cristo.

Algunas personas están llamadas a una vida de sufrimiento continuo, que ofrecido a Dios se convierte en un dolor redentor. Son almas escogidas. La mayoría de nosotros sufre por tiempos, y son estos momentos los que tenemos que aprovechar para ofrecerlos a Dios como armas para interceder.

Hemos descubierto el valor de la oración. El día que descubramos el valor del sufrimiento ofrecido habremos descubierto un tesoro.

4. La limosna: Hay situaciones que no se resuelven si no es con la limosna. El mundo de hoy, endurecido por la idolatría del dinero y el apego a las riquezas, necesita la intercesión de la limosna. Cuando nos encontramos con hermanos que no se convierten a pesar de nuestras oraciones y nuestro ayuno, demos limosna en sus nombres.

5. La eucaristía: Por último, tenemos la Eucaristía. Es el camino más poderoso porque encierra los cuatro caminos anteriores: es oración, es sufrimiento y es limosna. La Eucaristía es la fuente y culmen de toda intercesión. Colocamos en el sacrificio de la Eucaristía nuestros sufrimientos y nuestros dolores en Jesús que se presenta como único mediador.

3. María, modelo de todo creyente que intercede
El ministerio de intercesión es algo así, como un oficio. Todo el que desea aprender un oficio necesita de un maestro que le enseñe y de un modelo para aprender cómo debe actuar. Jesús es el maestro para todo intercesor, ya que es Él, el único intercesor válido ante el Padre. Por el contrario, María es nuestro modelo en la intercesión, porque supo aprender bien de su Hijo y aprovechó cualquier circunstancia y necesidad para actuar.

a. María está atenta a las necesidades que la rodean, las necesidades humanas, para interceder. En Caná, cayó en la cuenta de que el vino se había acabado.

b. María actúa. Su corazón de madre no puede ver la necesidad sin preocuparse; su corazón es un corazón compasivo. Se acerca a Jesús y le dice: “No tienen vino”.

c. María permanece firme en la intercesión a pesar de la respuesta de Jesús: “Mujer, ¿a ti y a mí, qué?” Como Abraham, cuando oró por Sodoma y Gomorra; como Moisés cuando intercede por el pueblo de Israel en su testarudez. Oraron a Dios con confianza y presentaron sus propias intenciones y puntos de vista.

d. María no se cansa de interceder: sigue intercediendo desde el cielo, igual que todos los santos, nuestros intercesores”.

4. “Flashes” sobre la intercesión
Me parece útil unir a la enseñanza anterior las siguientes afirmaciones sobre el mismo tema de la intercesión que tuve en una homilía y fueron publicadas también en dicha Revista ALABANZA en un número posterior, el 197, Helas aquí:

• El intercesor va hacia aquel que es el mediador. El intercesor sabe que todo lo que él es debe orientarse hacia Cristo Jesús:  su ministerio, su vocación, su quehacer.

• La creación es obra de Dios y es obra nuestra, en cuanto a que debemos terminarla. La creación está incompleta porque Dios la quiso hacer así para que nosotros, con nuestro trabajo y nuestros estudios, la lleváramos a término.

• Una de las misiones que tenemos es la santificación. Que vivamos de la vida de Dios, que Dios viva en nosotros, que Dios esté presente en nosotros, que la gracia de Dios esté presente en nosotros.

• La intercesión es una tarea que no se ve.

• Es voluntad de Dios que ayudemos a que otro se salve. Eso es un don hermoso de Dios. Es Él que quiere que colaboremos en la salvación. “Él que te creó a ti sin ti, no te salvará a ti sin ti” (San Agustín).

• Nada sin Cristo. Nada se puede hacer sin Jesús en el plan de salvación.
• Si tengo alguna gracia, me vino de Cristo y me pudo venir por intercesión de otra persona. No la tengo por mí mismo.

• El Señor nos ha llamado, los ha llamado a ustedes, les ha abierto la mente, les ha dado la gracia para que vean que esa vocación de interceder por los otros vale la pena.

• Cuántos hijos hay que alcanzan la conversión de sus pecados por la oración continua de sus padres.

• Nosotros somos los Moisés y los profetas que Dios envía para que la gente crea.

• Si quieres ser intercesor, también tienes que compartir lo que le falta a la Pasión del Señor.

• Hay un grupo de intercesores que son magníficos: los enfermos. Inviten a los enfermos a que trabajen con ustedes en la intercesión porque el enfermo puede ofrecer su oración y su sufrimiento.

• Muchas veces tenemos que unir a la oración el sufrimiento y el ayuno para que la intercesión sea poderosa.

• La limosna, la caridad, el tener en cuenta a los demás, forman parte de la intercesión.

• La Eucaristía es la gran intercesión.  Es oración y es sacrificio, sacrificio unido a Jesús.

• Cuando llegue la hora del sufrimiento y de crucificarnos con Jesús, digámosle que sí, porque así se completa el sufrimiento del Señor.

Conclusión

DOY FE, en Santiago de los Caballeros, a los cuatro días del mes de agosto del año del Señor dos mil doce.

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