Introducción

Considero pertinente y oportuno recoger en esta columna un resumen de las reflexiones y afirmaciones que pronuncié, con motivo de la reapertura y bendición de la Catedral Metropolitana Santiago Apóstol, el lunes 13 de agosto 2012.

Primero transcribiré mis palabras de acogida y benvenida y luego las ideas centrales de mi homilía.

1) Saludos de acogida y bienvenida

“Bienvenido de nuevo, señor Presidente, a la Catedral de Santiago que se cerró cuando, a propuesta nuestra, usted dispuso que se cerrara para consolidar sus estructuras, reparar sus daños y ponerla en valor; y se reabre hoy, cuando usted ha dispuesto la reapertura, luego de los trabajos realizados.

Aquella edificación, que fue denominada en el pasado como “Iglesia  Mayor de Santiago”, es ahora, además, Catedral Metropolitana, Monumento Nacional, Patrimonio Cultural, Símbolo de Santiago junto al Monumento de los Héroes, centro del Centro Histórico de la Ciudad Corazón y destino clave del turismo en Santiago.  Seis títulos más, que se añaden a aquel primero, conservado en la memoria histórica santiaguera, el de Iglesia Mayor.

Hoy el Jefe del Estado dominicano entrega, consolidada, restaurada, puesta en valor  en su primera etapa, y reabierta:

a) la Iglesia Mayor de Santiago, para el culto de Dios, b) su Catedral a la Arquidiócesis de Santiago, c) su Monumento, Patrimonio y Símbolo a todo Santiago y d) una industria sin chimeneas a los buhoneros, comerciantes, restaurantes y hoteles de Santiago.

Esta celebración es reapertura, porque se nos entrega la misma Catedral antigua, exactamente igual en sus estructuras, pero remozada en consonancia con los tiempos actuales; y es bendición, porque ya está consagrada;  ahora, según las normas de la Iglesia, sólo bendecimos los nuevos trabajos de consolidación,  restauración y puesta en valor.

Bienvenidos, también, todos ustedes, señor nuncio, señores obispos, sacerdotes, diáconos, señor director de la OISOE, Ingeniería Estrella, autoridades, líderes civiles, religiosos y fieles laicos y laicas, constituidos conmigo testigos privilegiados de un hecho, que traspasará las fronteras históricas del tiempo”.

2) La homilía

En la homilía no me referí a puntos concretos sobre las tres etapas ya terminadas de la Catedral, a saber, consolidación estructural, restauración y primera fase de la puesta en valor. Lo hizo magistralmente en el discurso inicial el arquitecto César Iván Feris Iglesia, conservador de las obras de la Catedral, el mejor conocedor de los trabajos realizados, ya que les ha dado seguimiento desde sus inicios.

Se centró la misma en las lecturas bíblicas indicadas por las normas litúrgicas de la Iglesia para la bendición de un templo, haciendo, por mi parte a partir de ellas, aplicaciones concretas relacionadas con la celebración presente.  Cuatro textos, cuatro reflexiones:

a) Lectura tomada del Primer Libro de los Reyes 8, 1-7. 9-13.

Salomón, Rey de Israel, entrega a su pueblo, en Jerusalén, un templo, “un sitio donde Dios viva para siempre”, además de su morada ya establecida en el cielo y en toda la creación.

Leonel Fernández, presidente del Estado dominicano, entrega a Santiago un templo consolidado, restaurado y puesto en valor en su primera fase, es decir, su Iglesia Mayor, reabierta al culto público a Dios.

El Templo de Jerusalén, desde ese año, se convirtió en símbolo de Israel. Fue destruido en el año 596 antes de Cristo y reconstruido de nuevo. Destruido por segunda vez en el año 70 de nuestra era y, aunque  sólo resta de él un muro en la actualidad, éste sigue siendo símbolo de los israelitas, visitado por ellos anualmente desde ese año 70 y por millones de turistas, atraídos por la fuerza significativa de ese símbolo.

También la Catedral Metropolitana es símbolo de Santiago, que seguirá siendo visitada por centenares de hombres y mujeres de fe y, ahora más que nunca, después de su restauración y puesta en valor, por los turistas y visitantes de la Ciudad Corazón.

b) Salmo responsorial:  Salmo 83, 3-11.

“¡Qué deseables son tus moradas, Señor!”

Es la expresión gozosa del israelita creyente, recogida por el salmista en su Salmo 83.  ¡Qué deseable es el Templo de Jerusalén, morada de Dios!  Por eso todos corren a visitarlo y los que no pueden ir ansían ardientemente visitarlo.
Es la misma expresión del santiaguero creyente ante su Catedral, a la cual acude día y noche para orar, meditar, confesar sus pecados, reconciliarse con Dios,  consigo mismo y con los demás, encontrar paz y renovar las energías espirituales.

c) Lectura del Libro del Apocalipsis 21, 1-5.

“Esta es la morada de Dios con los hombres”.

Se reafirma en este texto el tema del Libro de los Reyes, capítulo 8.  Pero esta vez relacionando al templo, que es  morada de Dios, con la ciudad misma, con Jerusalén.  Toda la ciudad se transforma, entoces, en “templo”  en “Ciudad   Santa”, en “Morada de Dios”.  Más aún el autor del Apocalipsis la ve embellecida, arreglada como “una novia que se adorna para su esposo”.

También este templo, en el que hoy estamos, invita a toda la ciudad, a todo Santiago, a convertirse en Ciudad Santa, en “Morada viva del Dios vivo”.

Todavía más, esta Catedral, consolidada, restaurada, puesta en valor, luce hermosa, como una novia, preparada para rendirle culto a Dios en ella, como a un esposo amante y fiel.

De la misma manera, Santiago,  como su Catedral, ha de trabajar para cambiar sus vestidos de miseria, delincuencia, violencia, injusticias, tráfico de droga, por el traje de una novia hermosa y luciente.

Ese es el papel de los símbolos:  que hablen desde su silencio sobre las metas e ideales, adonde han de llegar los pueblos que representan.
d) Lectura del Santo Evangelio, según San Juan 2, 13-22.
Destacaré tres versículos.

“No conviertan en un mercado la casa de mi Padre”, es decir,  ni el templo ni la ciudad de Jerusalén”.

De la misma manera no conviertan a la Catedral de Santiago y a Santiago mismo en un mercado, donde la ambición, el comercio o tráfico de cualquier tipo y el dinero, se colocan por encima de Dios y de los seres humanos.

“El celo de tu casa me devora”.

El celo por el templo de Jerusalén y por la Ciudad devoraba a Jesús, porque eran Casa de Dios.

También a mí y a ustedes nos devora el celo por el cuidado de esta Catedral y de Santiago.  Por eso no podíamos dejarla caer, ni descuidarla.  Había que consolidarla, restaurarla y ponerla en valor.  Lo mismo hay que decir de  Santiago:  no podemos dejarlo caer ni descuidarlo.  Hay que consolidarlo, restaurarlo y ponerlo en valor continuamente.

“Él hablaba del templo de su cuerpo”.

Jesús con esta expresión amplía notablemente el sentido de templo.  Nos enseña con ella que el templo de Jerusalén, la ciudad toda, Él mismo y todo ser humano es templo de Dios, morada y casa del Señor Altísimo.

Así, esta Catedral también recordará, igual que el Templo de Jerusalén y que el Cuerpo de Jesús, que todo santiaguero no sólo está hecho a imagen y semejanza de Dios, sino que es templo, al que hay que respetar, cuidar y consolidar, restaurar y poner en valor.

Para que esta enseñanza de fondo nunca se olvide es necesario conservar el “celo por esta Casa de  Dios”, por esta Catedral, para que siga siendo un símbolo, un mensaje, que hable continuamente de estos valores.

Por eso es necesario seguir poniendo en valor la Catedral de Santiago y si, después de un siglo o más, hay que volver a consolidarla estructuralmente y a restaurarla, se debe hacer de nuevo, porque más que un edificio de antaño actualizado es un mensaje que habla continuamente.

Conclusión

CERTIFICO: que el texto transcrito más arriba se corresponde con mis palabras  pronunciadas en la celebración de la bendición y reapertura de la Catedral Metropolitana de Santiago; y que puedo llamar como testigos de ello a los cientos de participantes, encabezados por el Señor Presidente de la República, Dr. Leonel Fernández Reyna, a los que me referí al darles la acogida y bienvenida.

DOY FE, en Santiago de los Caballeros, a los 13 días del mes de agosto del año del Señor 2012. l

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