La asignación este año en el Presupuesto Nacional del 4% del producto interno bruto (PIB) para Educación, como ordena la ley, es uno de los más grandes logros sociales que se han alcanzado en las últimas décadas y su impacto, siempre que se le dé continuidad y fiel cumplimiento, será a todas luces positivo.
Sin embargo, muchas inquietudes han surgido en torno a la asignación y buen uso de esos recursos en el sistema educativo nacional, a través del Ministerio de Educación. De un lado, están versiones que en privado ofrecen expertos académicos sobre el hecho de que aparentemente Educación no estaba preparada para recibir tantos recursos (RD$99,628 millones), pues no se han observado cambios significativos en el sistema a casi medio año calendario transcurrido.
Por otra parte está el elemento de ejecución real, pues una cosa es asignar recursos en el Presupuesto y otra distinta es desembolsarlos. De acuerdo con Educación Digna, en los primeros cinco meses de este año, Educación sólo ejecutó el 27% de la asignación presupuestaria, cuando debió llevar ejecutado por lo menos el 41%.
Es posible que el Gobierno se haya retrasado en la entrega de algunas partidas que debieron ejecutarse en lo que va de este año, pero también existe la probabilidad de que el Ministerio de Educación no haya completado determinados programas o requerimientos para hacer que esos recursos sean entregados y utilizarlos en los proyectos que para tales fines se supone que deben estar diseñados.
Es importante que las autoridades de Educación agilicen más y mejor sus ejecutorias, en procura de que los recursos asignados sean desembolsados y bien invertidos, para que al final del año se puedan exhibir logros mínimos que diferencien al sistema educativo de los años en que las asignaciones eran menos. Esa es una buena forma de evitar que los que se oponían al 4% salgan a expresar que tenían razón sobre su teoría de que no se trata sólo de dinero. ¡A trabajar!