El Hoyo del Diablo (y 2)

El filme es un plato lleno para el análisis del sincretismo religioso y la psicología y cultura dominicanas. Aunque el guión es…

El filme es un plato lleno para el análisis del sincretismo religioso y la psicología y cultura dominicanas. Aunque el guión es perceptiblemente obtuso: el tratamiento cinematográfico, aunque muestra conocimiento de su estructura, el mismo se excluye de la buena dramaturgia. Las subtramas pelean por su espacio pero el escritor no se permitió el tiempo de gestación y nos deja que la sed por verla nos mate el gusto, entonces uno se abandona a lo que queda: la fiesta de pirotecnia al mejor estilo de Hollywood. Pero no hablemos de lo obvio, ya que el diferencial está en la dirección que sacó un ángel donde había un diablo como guión (ya tendrá tiempo para encontrarse con algo bien escrito), y ese es un rasgo propio de quienes se dejan seducir más por la técnica del arte que el alma del arte mismo.

Como cine, tiene una envoltura intensamente significativa. Muestra la neurastenia del individuo confinado a una cultura cimentada en un sincretismo de idolatría al Todopoderoso y sus mimos terrenales. Las entidades del imaginario popular explicitadas son la dinámica cuidadosamente administradas de forma voluntaria y premeditada por su director (lo que muestra madurez y autocrítica honesta). ¿Hitchcockiana? Solo en un aspecto: muestra poder en someter todo el filme a su concepción original; pero no demuestra el mismo control en la confección del guión (no tiene el suspense hitchcockiano que se resume en la narrativa dupla, análoga al cuento literario).  El filme sale airoso porque actrices y actores son pequeños fragmentos de la sinfonía, sumisos a escenario y objetos. Todo lo que está ajustado es consecuencia de las disposiciones del director en las tomas y en la edición correcta. Y todo es instinto.

Es un filme bien hecho porque se manifiesta en una sucesión de acontecimientos que cambia la situación inicial de los personajes envueltos en el desarrollo  de los eventos. Aquí es donde se emplea el Argumentum ad nauseam (argumento de la autoridad). La no creencia en seres sobrenaturales implica tu propia condena, simbólicamente expuesto cuando un ente siniestro se apodera de los brazos de un incrédulo. Viene la constancia que los únicos que se salvan del diablo son los creyentes. ¿Será que todo lo que tiene nombre… existe?.

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