“Me gusta la vida modesta, no me gusta la ostentación”

Cincuenta y siete años dedicados al ejercicio de la abogacía, de los 83 de vida que tiene, hacen de Artagnan Pérez Méndez…

“Me gusta la vida modesta, no me gusta la ostentación”

Cincuenta y siete años dedicados al ejercicio de la abogacía, de los 83 de vida que tiene, hacen de Artagnan Pérez Méndez…

Cincuenta y siete años dedicados al ejercicio de la abogacía, de los 83 de vida que tiene, hacen de Artagnan Pérez Méndez una voz autorizada en la carrera de Derecho. A él se le conoce por ser el defensor en casos difíciles, y por tener una carrera intachable, tanto en los estrados como en las aulas, pues como profesor, ha influido en la formación de cientos de abogados.

Pero detrás de la toga y el birrete hay un gran ser humano solidario, emprendedor, defensor de sus ideales, alguien que ha vivido su vida basado en los principios y convicciones cristianas, y que ha tenido que luchar desde niño con un mal congénito – osteogénesis imperfecta- que ha encorvado su cuerpo, más no sus ansias de superación.

El reconocido jurista nos abrió las puertas de su despacho, para compartir lo que considera los momentos inolvidables de su vida, haciendo hincapié en que nunca le ha gustado la vida ostentosa. “En honor a la verdad, debo decirte que soy un hombre que me gusta la vida modesta, a mí no me gusta la vida de ostentación. Llevar una vida modesta, tratando de hacer mi trabajo profesional del mejor modo posible, con honestidad, sinceridad, y darles ese ejemplo a mis hijos para que sigan esa misma línea”.

1. Infancia marcada por las caídas
Nací en una casa humilde frente al Parque Cáceres, en Moca, donde sufrí una primera caída y recibí un golpe muy fuerte en uno de los pómulos. Luego nos mudamos a la calle Colón, donde, siendo muy niñito sufrí una serie de convulsiones. Nunca se llegó a determinar el origen de estas ni cómo se me curaron. Me fui desarrollando como un niño normal, pero en el año 1935, jugando beisbol, se me fracturó el fémur de la pierna izquierda, me enyesaron, pero no podía aguantar el dolor y me quitaron el yeso, y quedé totalmente inutilizado. Me sentaron en una sillita hasta que un buen día, que para mí es inolvidable, pasó la señora Mercedes Sosa, y al saber lo que me ocurría le informó a mis padres que en San Pedro de Macorís había un ortopedista alemán muy caritativo que hacía milagros. Mi padre me llevó y de ahí llegué completamente sano. Al cabo de unos años se me fracturó la otra pierna, pero no llevé el tratamiento al pie de la letra y el fémur se me arqueó un poco, quedándome la cojera de por vida. De vez en cuando me volvía a fracturar, que el brazo izquierdo, el derecho… y todo el mundo le decía a mi madre que era un muchacho muy travieso, pero no había tal travesura, sino la enfermedad, pero eso se vino a saber siendo yo un adulto, que nací con osteogénesis imperfecta, que es la dolencia congénita que produce la fractura de los huesos.

2. Diagnóstico de mi enfermedad
No sé de dónde me vino la enfermedad porque es hereditaria, tanto es así que mi primera hija, Isolina, la heredó; se llegó a fracturar tres veces y la cuarta fractura fue en la cabeza y murió, con apenas tres años. Luego mi hija Isabel y un hijo de ella también han sufrido fracturas, pero ya las cosas han cambiado mucho y los tratamientos adecuados que nos ponen ahora evitan o dilatan la fractura y ya no hay el peligro que en mi época había. Nuestra patología no se trata de descalcificación ni mucho menos, sino que es una dolencia que se llama osteogénesis imperfecta, que ya tiene tratamiento, que se pone periódicamente, y  el asunto no es tan traumático.

3. Abandono del seminario
Ninguna de estas fracturas me impidió inscribirme en la escuela, ser un estudiante bastante bueno. Pero yo quería ser sacerdote de la Iglesia católica, y me estaba preparando, loco por terminar el bachillerato para entrar al seminario, y lo logré, pero al cabo de unos meses de estar allí me vinieron unos mareos grandísimos, como que sentía que se me venía el mundo encima, parece que no me pude adaptar a la vida en el seminario, no obstante tener satisfacción de estar allí, haber obtenido buenas notas y comportamiento excelente. Los sacerdotes que dirigían el seminario le recomendaron al párroco de Moca, que me había recomendado, que era mejor que yo saliera. De esa manera, con dolor de mi alma, tuve que abandonar el seminario.

4. Ingreso a la universidad
Ingresé a la facultad de Derecho de la Universidad de Santo Domingo en 1951, cuando me fui a la capital donde una tía que tenía una pensión y me alojó sin necesidad de pagar, porque éramos muy pobres. Con los tres meses que trabajé como profesor reuní dinero para pagarme mi primera inscripción en la universidad, y luego las otras inscripciones me las ganaba, porque tenía notas sobresalientes. Al tercer año en la universidad, comencé a trabajar como profesor en San Cristóbal, y al terminar la carrera, opté por quedarme allá.

5. Persecución trujillista
La situación política se puso muy tensa, comenzaron las persecuciones contra la juventud, sectores que se subordinaban. Yo no estaba metido en ninguno de los grupos clandestinos contra el régimen, pero una noche de marzo del 1958, si no me traiciona la memoria, me fue buscando un oficial de la policía, al día siguiente me llevaron al cuartel y me dijeron que tenía 48 horas para que abandonara la ciudad. No me quedó más remedio que irme, recogí mis tereques y regresé a Moca. Viví esa situación precaria hasta el día que mataron a Trujillo, en el año 1961. Luego viene el consejo de estado presidido por Balaguer; terminado el balaguerato me nombraron Procurador Fiscal del Distrito Judicial de Espaillat y de ahí me pasaron a Juez de Primera Instancia hasta el 1965, cuando estalla la famosa revolución. Nos quitaron a todos los funcionarios, yo me vi perseguido por algún tiempo y me tuve que refugiar donde unos amigos en Santiago, hasta que cambió el gobierno y regresé a Moca a ejercer mi profesión.

6. Catedrático y escritor
A finales del año 1963, monseñor Polanco y Flavio Espinal, que era el primer decano de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, me ofrecieron la cátedra de profesor de Historia del Derecho, y fíjate las cosas de la vida, yo ahí me enrolé, comencé a impartir esa cátedra y estuve 31 años consecutivos impartiendo la cátedra, de todas las asignaturas: Derecho Civil, Procedimiento Civil, Historia del Derecho. Aproveché ese largo periodo de la docencia para escribir mis obras jurídicas y tengo esa gratitud eterna, porque la docencia me permitió convertirme en escritor de obras jurídicas. Después de 31 años de docencia solicité mi pensión para dedicarme al ejercicio. 

7. Mi matrimonio
Fíjate las cosas de la vida. En el segundo año de docencia en la universidad, conocí como alumna mía a la que luego fue mi esposa. Desde que entró al curso me dije: me voy a casar con esa muchacha. Ella se llama Nelfa Ferreras de Pérez, es de la primera promoción de la Universidad Madre y Maestra. Nos casamos antes de que ella terminara la carrera, terminó, y hasta el día de hoy, gracias al cielo, hemos estado juntos, y hemos procreado la familia Pérez-Ferreras, de cinco hijos, de la cual la primera niña, llamada Isolina, se nos murió.

8. Mis hijos
Momentos inolvidables para mí son la llegada de mis hijos. A medida que los muchachos fueron naciendo, eran momentos especiales, como siente todo padre que engendra un hijo, lo tiene y lo educa. Lo lamentable es que el mayor no pasó del bachillerato, pero los otros tres sí ingresaron a la universidad y obtuvieron su licenciatura en Derecho. Tres de ellos trabajan permanentemente en este bufete y son los que están al frente de éste. Mis hijos son Pablo José, Isabel, Rafael y Pedro José.

9. Muerte de mis padres
Tuve la suerte de que mis padres murieron longevos, mi madre murió en mi casa, de un problema cerebral. Y mi padre fue un hombre excepcional en todos los sentidos, fue muy querido en Moca, y murió casi a los 98 años, sin que nunca perdiera el juicio; tanto es así, que la noche antes, estando sentados en la terraza en mi casa, me dijo: me voy a acostar, no tomo más café, no fumo más y no como más. Nadie le hizo caso, pero resulta que no se levantó al otro día, y pasó todo el día en la cama, le suplicamos que comiera y se negaba, se durmió en la noche otra vez y a las dos o tres de la mañana estaba muerto. Para mí fue emocionante la forma en que papá murió, en una forma admitida y predicha, anunciada por él y tan tranquila, sin nunca perder el juicio y la memoria.

10. Los momentos en familia
Estos momentos siempre han sido agradables, porque gracias al cielo, mi esposa es una mujer muy dulce, muy altruista, de muchos principios morales, de bien. Les ha dado una educación y una crianza enorme a los muchachos y es altamente preocupada. Yo creo que una de las bendiciones grandes que Dios me ha dado es haberme casado con doña Nelfa y levantar esta familia. No es una satisfacción del momento, sino permanente, que llevo siempre. Esos momentos significan la necesidad que el ser humano tiene, primero, de dar gracias a Dios y de tener en la vida principios y convicciones cristianas, que son las que han forjado mi forma de ser y de actuar en la vida. Siempre un hombre religioso, no te diré de santidad impecable, pero religioso.

Me han tocado litigios muy fuertes

Cuando a mí me dan un caso, nunca le he preguntado al defendido: tú lo hiciste o no, porque temo que me hablen mentira y entonces partiría de una base falsa. Yo les digo: bueno, ya veremos cómo te defenderemos después que estudie el expediente. Recuerdo el caso del niño Llenas Aybar, se trató de un joven que le dio muerte al primo, apenas un niño; es un caso que todavía tengo que tratar de redondearlo y quisiera que Dios me dé vida y salud para poder escribirlo bien, porque nunca le he preguntado al muchacho que defendí, por qué lo hiciste o qué te impulsó a hacerlo, sino que yo quiero llegar –ya él es un hombre con hijos, a pesar de estar condenado a treinta años-, pero quiero que madure un poco más a ver si me quiere expresar cuáles fueron los impulsos que lo llevaron a cometer ese hecho. Aunque sé, desde luego, algunas circunstancias que influyeron, como fue la presión de los embajadores de Argentina de aquella época, que lo maltrataron, le hicieron cosas completamente aberrantes y humillantes, que a cualquiera lo podían hacer perder el juicio.

Cuando a mí me dan un caso, nunca le he preguntado al defendido: tú lo hiciste o no, porque temo que me hablen mentira y entonces partiría de una base falsa. Yo les digo: bueno, ya veremos cómo te defenderemos después que estudie el expediente. Recuerdo el caso del niño Llenas Aybar, se trató de un joven que le dio muerte al primo, apenas un niño; es un caso que todavía tengo que tratar de redondearlo y quisiera que Dios me dé vida y salud para poder escribirlo bien, porque nunca le he preguntado al muchacho que defendí, por qué lo hiciste o qué te impulsó a hacerlo, sino que yo quiero llegar –ya él es un hombre con hijos, a pesar de estar condenado a treinta años-, pero quiero que madure un poco más a ver si me quiere expresar cuáles fueron los impulsos que lo llevaron a cometer ese hecho. Aunque sé, desde luego, algunas circunstancias que influyeron, como fue la presión de los embajadores de Argentina de aquella época, que lo maltrataron, le hicieron cosas completamente aberrantes y humillantes, que a cualquiera lo podían hacer perder el juicio.

Posted in Sin categoría

Cincuenta y siete años dedicados al ejercicio de la abogacía, de los 83 de vida que tiene, hacen de Artagnan Pérez Méndez una voz autorizada en la carrera de Derecho. A él se le conoce por ser el defensor en casos difíciles, y por tener una carrera intachable, tanto en los estrados como en las aulas, pues como profesor, ha influido en la formación de cientos de abogados. 

Pero detrás de la toga y el birrete hay un gran ser humano solidario, emprendedor, defensor de sus ideales, alguien que ha vivido su vida basado en los principios y convicciones cristianas, y que ha tenido que luchar desde niño con un mal congénito – osteogénesis imperfecta- que ha encorvado su cuerpo, más no sus ansias de superación. 

El reconocido jurista nos abrió las puertas de su despacho, para compartir lo que considera los momentos inolvidables de su vida, haciendo hincapié en que nunca le ha gustado la vida ostentosa. “En honor a la verdad, debo decirte que soy un hombre que me gusta la vida modesta, a mí no me gusta la vida de ostentación. Llevar una vida modesta, tratando de hacer mi trabajo profesional del mejor modo posible, con honestidad, sinceridad, y darles ese ejemplo a mis hijos para que sigan esa misma línea”. 

1. Infancia marcada por las caídas 
Nací en una casa humilde frente al Parque Cáceres, en Moca, donde sufrí una primera caída y recibí un golpe muy fuerte en uno de los pómulos. Luego nos mudamos a la calle Colón, donde, siendo muy niñito sufrí una serie de convulsiones. Nunca se llegó a determinar el origen de estas ni cómo se me curaron.

Me fui desarrollando como un niño normal, pero en el año 1935, jugando beisbol, se me fracturó el fémur de la pierna izquierda, me enyesaron, pero no podía aguantar el dolor y me quitaron el yeso, y quedé totalmente inutilizado. Me sentaron en una sillita hasta que un buen día, que para mí es inolvidable, pasó la señora Mercedes Sosa, y al saber lo que me ocurría le informó a mis padres que en San Pedro de Macorís había un ortopedista alemán muy caritativo que hacía milagros.

Mi padre me llevó y de ahí llegué completamente sano. Al cabo de unos años se me fracturó la otra pierna, pero no llevé el tratamiento al pie de la letra y el fémur se me arqueó un poco, quedándome la cojera de por vida. De vez en cuando me volvía a fracturar, que el brazo izquierdo, el derecho… y todo el mundo le decía a mi madre que era un muchacho muy travieso, pero no había tal travesura, sino la enfermedad, pero eso se vino a saber siendo yo un adulto, que nací con osteogénesis imperfecta, que es la dolencia congénita que produce la fractura de los huesos. 

2. Diagnóstico de mi enfermedad 
No sé de dónde me vino la enfermedad porque es hereditaria, tanto es así que mi primera hija, Isolina, la heredó; se llegó a fracturar tres veces y la cuarta fractura fue en la cabeza y murió, con apenas tres años.

Luego mi hija Isabel y un hijo de ella también han sufrido fracturas, pero ya las cosas han cambiado mucho y los tratamientos adecuados que nos ponen ahora evitan o dilatan la fractura y ya no hay el peligro que en mi época había. Nuestra patología no se trata de descalcificación ni mucho menos, sino que es una dolencia que se llama osteogénesis imperfecta, que ya tiene tratamiento, que se pone periódicamente, y  el asunto no es tan traumático. 

3. Abandono del seminario 
Ninguna de estas fracturas me impidió inscribirme en la escuela, ser un estudiante bastante bueno. Pero yo quería ser sacerdote de la Iglesia católica, y me estaba preparando, loco por terminar el bachillerato para entrar al seminario, y lo logré, pero al cabo de unos meses de estar allí me vinieron unos mareos grandísimos, como que sentía que se me venía el mundo encima, parece que no me pude adaptar a la vida en el seminario, no obstante tener satisfacción de estar allí, haber obtenido buenas notas y comportamiento excelente. Los sacerdotes que dirigían el seminario le recomendaron al párroco de Moca, que me había recomendado, que era mejor que yo saliera. De esa manera, con dolor de mi alma, tuve que abandonar el seminario.

4. Ingreso a la universidad 
Ingresé a la facultad de Derecho de la Universidad de Santo Domingo en 1951, cuando me fui a la capital donde una tía que tenía una pensión y me alojó sin necesidad de pagar, porque éramos muy pobres. Con los tres meses que trabajé como profesor reuní dinero para pagarme mi primera inscripción en la universidad, y luego las otras inscripciones me las ganaba, porque tenía notas sobresalientes. Al tercer año en la universidad, comencé a trabajar como profesor en San Cristóbal, y al terminar la carrera, opté por quedarme allá.

5. Persecución trujillista
La situación política se puso muy tensa, comenzaron las persecuciones contra la juventud, sectores que se subordinaban. Yo no estaba metido en ninguno de los grupos clandestinos contra el régimen, pero una noche de marzo del 1958, si no me traiciona la memoria, me fue buscando un oficial de la policía, al día siguiente me llevaron al cuartel y me dijeron que tenía 48 horas para que abandonara la ciudad.

No me quedó más remedio que irme, recogí mis tereques y regresé a Moca. Viví esa situación precaria hasta el día que mataron a Trujillo, en el año 1961. Luego viene el consejo de estado presidido por Balaguer; terminado el balaguerato me nombraron Procurador Fiscal del Distrito Judicial de Espaillat y de ahí me pasaron a Juez de Primera Instancia hasta el 1965, cuando estalla la famosa revolución. Nos quitaron a todos los funcionarios, yo me vi perseguido por algún tiempo y me tuve que refugiar donde unos amigos en Santiago, hasta que cambió el gobierno y regresé a Moca a ejercer mi profesión. 

6. Catedrático y escritor
A finales del año 1963, monseñor Polanco y Flavio Espinal, que era el primer decano de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, me ofrecieron la cátedra de profesor de Historia del Derecho, y fíjate las cosas de la vida, yo ahí me enrolé, comencé a impartir esa cátedra y estuve 31 años consecutivos impartiendo la cátedra, de todas las asignaturas: Derecho Civil, Procedimiento Civil, Historia del Derecho.

Aproveché ese largo periodo de la docencia para escribir mis obras jurídicas y tengo esa gratitud eterna, porque la docencia me permitió convertirme en escritor de obras jurídicas. Después de 31 años de docencia solicité mi pensión para dedicarme al ejercicio.  

7. Mi matrimonio 
Fíjate las cosas de la vida. En el segundo año de docencia en la universidad, conocí como alumna mía a la que luego fue mi esposa. Desde que entró al curso me dije: me voy a casar con esa muchacha. Ella se llama Nelfa Ferreras de Pérez, es de la primera promoción de la Universidad Madre y Maestra. Nos casamos antes de que ella terminara la carrera, terminó, y hasta el día de hoy, gracias al cielo, hemos estado juntos, y hemos procreado la familia Pérez-Ferreras, de cinco hijos, de la cual la primera niña, llamada Isolina, se nos murió.

8. Mis hijos 
Momentos inolvidables para mí son la llegada de mis hijos. A medida que los muchachos fueron naciendo, eran momentos especiales, como siente todo padre que engendra un hijo, lo tiene y lo educa. Lo lamentable es que el mayor no pasó del bachillerato, pero los otros tres sí ingresaron a la universidad y obtuvieron su licenciatura en Derecho. Tres de ellos trabajan permanentemente en este bufete y son los que están al frente de éste. Mis hijos son Pablo José, Isabel, Rafael y Pedro José. 

9. Muerte de mis padres
Tuve la suerte de que mis padres murieron longevos, mi madre murió en mi casa, de un problema cerebral. Y mi padre fue un hombre excepcional en todos los sentidos, fue muy querido en Moca, y murió casi a los 98 años, sin que nunca perdiera el juicio; tanto es así, que la noche antes, estando sentados en la terraza en mi casa, me dijo: me voy a acostar, no tomo más café, no fumo más y no como más. Nadie le hizo caso, pero resulta que no se levantó al otro día, y pasó todo el día en la cama, le suplicamos que comiera y se negaba, se durmió en la noche otra vez y a las dos o tres de la mañana estaba muerto. Para mí fue emocionante la forma en que papá murió, en una forma admitida y predicha, anunciada por él y tan tranquila, sin nunca perder el juicio y la memoria. 

10. Los momentos en familia 
Estos momentos siempre han sido agradables, porque gracias al cielo, mi esposa es una mujer muy dulce, muy altruista, de muchos principios morales, de bien. Les ha dado una educación y una crianza enorme a los muchachos y es altamente preocupada. Yo creo que una de las bendiciones grandes que Dios me ha dado es haberme casado con doña Nelfa y levantar esta familia. No es una satisfacción del momento, sino permanente, que llevo siempre. Esos momentos significan la necesidad que el ser humano tiene, primero, de dar gracias a Dios y de tener en la vida principios y convicciones cristianas, que son las que han forjado mi forma de ser y de actuar en la vida. Siempre un hombre religioso, no te diré de santidad impecable, pero religioso.

Me han tocado litigios muy fuertes

Cuando a mí me dan un caso, nunca le he preguntado al defendido: tú lo hiciste o no, porque temo que me hablen mentira y entonces partiría de una base falsa. Yo les digo: bueno, ya veremos cómo te defenderemos después que estudie el expediente. Recuerdo el caso del niño Llenas Aybar, se trató de un joven que le dio muerte al primo, apenas un niño; es un caso que todavía tengo que tratar de redondearlo y quisiera que Dios me dé vida y salud para poder escribirlo bien, porque nunca le he preguntado al muchacho que defendí, por qué lo hiciste o qué te impulsó a hacerlo, sino que yo quiero llegar –ya él es un hombre con hijos, a pesar de estar condenado a treinta años-, pero quiero que madure un poco más a ver si me quiere expresar cuáles fueron los impulsos que lo llevaron a cometer ese hecho. Aunque sé, desde luego, algunas circunstancias que influyeron, como fue la presión de los embajadores de Argentina de aquella época, que lo maltrataron, le hicieron cosas completamente aberrantes y humillantes, que a cualquiera lo podían hacer perder el juicio.

Cuando a mí me dan un caso, nunca le he preguntado al defendido: tú lo hiciste o no, porque temo que me hablen mentira y entonces partiría de una base falsa. Yo les digo: bueno, ya veremos cómo te defenderemos después que estudie el expediente. Recuerdo el caso del niño Llenas Aybar, se trató de un joven que le dio muerte al primo, apenas un niño; es un caso que todavía tengo que tratar de redondearlo y quisiera que Dios me dé vida y salud para poder escribirlo bien, porque nunca le he preguntado al muchacho que defendí, por qué lo hiciste o qué te impulsó a hacerlo, sino que yo quiero llegar –ya él es un hombre con hijos, a pesar de estar condenado a treinta años-, pero quiero que madure un poco más a ver si me quiere expresar cuáles fueron los impulsos que lo llevaron a cometer ese hecho. Aunque sé, desde luego, algunas circunstancias que influyeron, como fue la presión de los embajadores de Argentina de aquella época, que lo maltrataron, le hicieron cosas completamente aberrantes y humillantes, que a cualquiera lo podían hacer perder el juicio.

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas