De figura clave, el compositor hace una labor discreta

Decir Manuel Alejandro, Rafael Pérez Botija o Ruddy Pérez era nombrar a compositores con una dimensión casi equiparable a la de los artistas que acogieron sus canciones.

Decir Manuel Alejandro, Rafael Pérez Botija o Ruddy Pérez era nombrar a compositores con una dimensión casi equiparable a la de los artistas que acogieron sus canciones.Tiempos, además, en que se escuchaban con fuerza los nombres de autores dominicanos como Mario de Jesús, Manuel Sánchez Acosta, Bienvenido Brens, Luis Kalaff, Leonor Porcella de Brea o Salvador Sturla. Entre los años 60, 70 y 80, principalmente, el compositor tenía una dimensión  y un reconocimiento envidiables, el público tenía referencia de su obra, de sus canciones, como si se tratase de los afamados y admirados intérpretes que le grababan sus canciones con frecuencia.

Con el tiempo, el mercado de la música cambió, no solo en el país sino a nivel mundial, en detrimento de los compositores que ahora ejercen una labor más discreta, casi en el anonimato. Antes, en los años dorados de las discográficas y las ventas millonarias, ejecutivos y productores extranjeros venían al país y trascendía en los medios su interés por comprar los derechos de las canciones de compositores dominicanos que, además de la gran aceptación entre los artistas del país, era muy valorado a nivel internacional.

Mario Díaz, autor de canciones como “Oh Mariana”, “Cuanta vida”, interpretadas por Sergio Vargas; “Corazón de azúcar” y “Chin pun… calla’o” de The New York Band, y “He vuelto” que grabó el salsero Willie González,  entiende que la música dominicana brilló en todos los ámbitos, por ejemplo, en la década de los 80 y eso benefició a los compositores. “En esos años se lograron grandes éxitos y considerable proyección nacional e internacional. La calidad de las canciones era un sello de fábrica, por eso muchas de esas obras aún hoy las escuchamos en la radio y otros medios”, señaló.

Artistas por partida doble

En la medida en que fueron cerrando las casas discográficas nacionales, y más tarde se marchaban las oficinas de los sellos internacionales que operaban aquí, se iba generando una situación que perjudicó la proyección de los autores. “Esa debacle también se verificó en contra de nuestros compositores. Asimismo, el hecho de que los compositores cuenten con una sociedad que exige legalmente los derechos autorales de sus representados, resulte un factor que desmotive a quienes deben pagar por el uso comercial de las canciones”, se quejó Díaz ayer en una entrevista con elCaribe.

El panorama es más favorable para los cantautores, artistas de la música que han sufrido los embates de la piratería, pero que pudieron sobrellevar la situación más delante que detrás del escenario. Armando Manzanero, Marco Antonio Solís y Juan Gabriel han navegado con éxito en estos mares. Leyendas internacionales que tanto pegaron cantando como componiendo. En República Dominicana, Manuel Jiménez, Cheo Zorrilla, Víctor Víctor, Anthony Ríos, Rafael Solano o algunos de la nueva generación, como Wason Brazobán o Pavel Núñez, se concentraron en componer sus propias canciones, y eventualmente, dejar caer algunas para complacer solicitudes de terceros.

En la música popular

Si entre el período de 1960 al 1980 brillaron aquellos compositores que cultivaron el bolero y la balada, el merengue, la salsa y… por qué no, la bachata, le rindieron culto un grupo de poetas populares que conectaron con el gran público gracias a canciones como “No me conoces” y “Suceden” lanzada al estrellato en 1997 por Marc Anthony, autoría de Fernando Arias; temas inmortalizados por un Gilberto Santa Rosa, Oscar D’León, Tommy Olivencia, David Pavón Tito Rojas, Giro o muchos otros más.

Los servicios de Palmer Hernández, conocido por “Ven, devórame otra vez” (Lalo Rodríguez), “Qué más da” (Juanchy Vásquez), “Qué bueno verte” (Sergio Vargas) y “Remolino del pecado” (Cherito), Ramón Orlando Valoy, Mickey Taveras, Félix Veloz, Charlie Mosquea, prolífico compositor de canciones como “Déjate querer”, “Pueblo mío”, “Muchachita mía”, inmortalizados por Fernandito Villalona o “Dile”, “Mantequilla en pan caliente” y “Dime dónde”, cantados por Sergio Vargas, eran requeridos por cantantes que anhelaban lograr un hit en poco tiempo, con excelentes letras e inmejorables arreglos.

Eventualmente, Huchi Lora, Carlos T. Martínez pasaron por este campo con logros aceptables, mientras que Yaqui Núñez del Risco, Mundito Espinal y Chichí Peralta cultivaron el oficio con un éxito considerable. En tiempos de la inmediatez, y la competencia apabullante, el compositor sigue caminando pero a un paso mucho más despacio que en épocas anteriores. Delante, aunque siempre ha sido así pero no con una distancia tan marcada como ahora, sigue el artista, esa figura que echa manos a la inventiva y creatividad de aquellos que se inspiran, y siguen inspirándose, pero ya ejerciendo una labor casi en el anonimato.

Anonimato
El público poco se interesa por el trabajo de los compositores, el artista ahora es quien atrae toda la atención de los fans

La piratería
Con el cierre de las empresas discográficas se fue creando un clima que perjudicó seriamente la labor de los compositores.

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