2. Una Sociedad Civil Debilitada
Es motivo de preocupación la actitud de indiferencia y permisividad mostrada en los últimos tiempos por la sociedad dominicana, prácticamente a todos sus niveles, frente al retroceso en la calidad de su democracia y a una creciente degradación de sus instituciones.
Esta actitud de “desarme ciudadano” facilita la continuidad de un modelo político disfuncional y antidemocrático.
A los activistas de nuestra sociedad civil se les dificulta hacer comprender a los “ciudadanos de a pie” la íntima relación existente entre las carencias que diariamente padecen en carne propia — falta de educación, salud, oportunidades de trabajo fijo y bien remunerado, salubridad medioambiental, etc. — con la corrupción administrativa que corroe el actual sistema político y económico dominicano.
Más aún, da la impresión de que la propia sociedad civil organizada ha experimentado en estos últimos años dolorosos retrocesos, al tiempo que muchos de sus miembros y cuadros dirigentes han sido cooptados por el clientelismo prevaleciente hoy en el sistema político. Dos son las debilidades más notorias que afectan a las organizaciones de nuestra sociedad civil.
La primera es que, por lo regular, realizan sus actividades de forma dispersa, sin integrarse en coaliciones permanentes y con una amplia base social. Es cierto que, en momentos de crisis, surgen coaliciones “ad hoc”; pero éstas tienden muy pronto a diluirse, terminando por desaparecer.
La segunda debilidad consiste en que nuestras organizaciones no dominan suficientemente las técnicas empleadas por grupos de presión en otros países para forzar a los “poderes fácticos” — gobiernos, partidos políticos y sectores económicamente poderosos — a aceptar las propuestas y reformas por ellos preconizadas.
La situación de debilidad aquí esbozada a grandes rasgos, de perpetuarse en el tiempo, conduciría a la sociedad civil dominicana a una total frustración y al abandono de la lucha en pro de la verdadera democracia y la gobernabilidad. l
