Erradicar el trabajo infantil

Los vemos en cualquier esquina, en las carreteras, en los parques, en los campos, en las fincas y en los colmados. Son los niños trabajadores.

Los vemos en cualquier esquina, en las carreteras, en los parques, en los campos, en las fincas y en los colmados. Son los niños trabajadores. Nos hemos acostumbrado a ellos, como algo normal. A nadie escandaliza verlos cargando pesado, como el pequeño que camina encorvado, lerdamente, sobre la línea de rieles del tren del ingenio Barahona, como lo captó Danny Polanco. Y es que para un alto porcentaje de dominicanos, el trabajo infantil no es un suplicio, sino una forma de inculcar el trabajo como un valor positivo.

Pero la realidad es que el trabajo temprano, en la mayoría de las ramas, empujado por la pobreza en los hogares, conlleva enormes riesgos, para la salud física y para un desarrollo mental equilibrado. Es un problema que no sólo debe ser objeto de atención pública, sino de todos los ciudadanos, y especialmente de los padres. Muchos recurren al trabajo de sus hijos como una forma complementaria de sobrevivencia, por irresponsabilidad o por ignorancia.

Hoy no menos de 300 mil niños y niñas menores de 17 años trabajan en servicios sociales y personales, comercio, restaurantes y hoteles, manufactura  y hasta en la industria de la construcción.

Es un problema global y de todos los tiempos. No menos de 217 millones de niños trabajan en el mundo y las organizaciones internacionales y gobiernos tratan de superar esa situación. En el país ha habido algún progreso. De los 436 mil que trabajaban en 2006, la encuesta Enhogar de la Oficina Nacional de Estadística sólo registró 300 mil en 2012, lo que es alentador.

La República Dominicana, en coordinación con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), está comprometida en reducir el trabajo infantil, o al menos que realicen actividades decentes, acordes con la edad. Este año tratan de sacar del trabajo alrededor de 500 muchachos.

Erradicar el trabajo infantil es una meta que debemos alcanzar. Y los planes deben ser más agresivos. Quinientos al año no garantiza el objetivo de reducirlo en el 2015 como ha apostado el Estado junto con la OIT.

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