Las cosas sencillas

A  pesar de lo mucho que se empeña la gente en valorarse en razón de lo mucho que, materialmente, pueda exhibir, para mí la verdadera felicidad radica en disfrutar y vivir las cosas sencillas.Esas que no requieren de una gran inversión…

A  pesar de lo mucho que se empeña la gente en valorarse en razón de lo mucho que, materialmente, pueda exhibir, para mí la verdadera felicidad radica en disfrutar y vivir las cosas sencillas.

Esas que no requieren de una gran inversión de dinero, aquellas que para conseguirlas, no tenemos que enfermarnos de estrés, ni presionarnos.

Esas cosas por las que no tenemos que desgastarnos en competencias estériles. Se trata de detalles, que muchas veces con la prisa del día a día y con este estilo de vida que, constante y silenciosamente, nos va robando la alegría y nos arrebata la salud, ni siquiera nos detenemos a observar.

La vida no es fácil, no creo que lo sea para ningún ser humano, aunque sí que lo es más para unos que para otros. A veces una cosa que nos lastima, logra opacar todo lo bueno que nos rodea, eso es algo que algunos no podemos evitar.

Una de las interrogantes que me he hecho siempre es: ¿por qué a algunos no parece afectarles las adversidades y por qué para otros, éstas se adueñan por completo del escenario de su vida y no los dejan sonreír mientras no las han superado? Quisiera tener la respuesta.

Sin embargo, fuera de las situaciones difíciles que aparecen en diferentes momentos, a nuestro alrededor siempre podemos encontrar una razón para, si no olvidar, por lo menos, encontrar consuelo.

Hace un par de días, llegué a la casa muy triste, con ganas de echarme a llorar, era uno de esos días en que todo marcha tan bien que te parece estar soñando, pero que de repente y casi sin una razón justificada, todo se desmorona y te invade un sentimiento de impotencia, de tristeza, de rabia y de dolor.

Entonces, solo quieres cerrar los ojos y olvidar el mundo y todo lo que habita en él.

Así me sentía. Fue entonces cuando al entrar en mi dormitorio me encontré con la cosa más hermosa que alguien ha hecho para mí. Mis dos angelitos habían decorado mi habitación con toda clase de dibujos, hechos por ellas.

En mi cama descansaban flores de varios colores y más de una cartita expresándome su amor, lo linda que les parezco y lo importante que es para ellas mi presencia en sus vidas.

El llanto fue inevitable. Un llanto que me hizo recordar la belleza de las cosas sencillas. l

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