Reflexión de fin de año

Al iniciar un nuevo año se usa mucho la expresión “Año nuevo vida nueva”, con el implícito deseo de hacer cambios para corregir yerros y darle un sentido más positivo a nuestra existencia.  En verdad, la ocasión es propicia para tejer los&#8230

Al iniciar un nuevo año se usa mucho la expresión “Año nuevo vida nueva”, con el implícito deseo de hacer cambios para corregir yerros y darle un sentido más positivo a nuestra existencia.  En verdad, la ocasión es propicia para tejer los mejores planes, promesas y propósitos.  Es curioso ver cómo la vida nos depara oportunidades brillantes que debemos aprovechar para enfrentar los retos.  Me refiero al ejemplo de Nelson Mandela, un hombre que cambió el mundo con su mensaje de paz y amor, que vive en el corazón de su gente y que deja un legado impresionante con su forma de hacer política.  Rosa Montero, ponderando la grandeza de Mandela, comenta: “Alguien a quien la adversidad no doblegó, a quien el odio no envenenó, a quien el poder no corrompió”.
Cuánta nobleza de espíritu en su expresión al salir de la cárcel: “Si no dejo tras de mí la amargura y el odio, sería como seguir dentro de la cárcel”.

Mandela, quien gobernó solo por 5 años, probó que se puede cambiar el mundo con un mensaje de paz y amor, y echó por tierra el criterio de los ambiciosos políticos que sostienen que un período de 4 ó 5 años no es suficiente para realizar un programa de gobierno.  Y cuán grandiosa fue su obra: cambió el destino de un país sojuzgado por los prejuicios raciales y sociales y el poder inmisericorde en un solo período.

Hoy, cuando la muerte de Madiba sacude la conciencia de todo el mundo, en vísperas del año 2014, su vida y su obra nos invitan a reflexionar sobre el futuro de nuestro país.  Elevemos nuestros votos para que el Todopoderoso nos ilumine, sobre todo a los líderes que tienen más responsabilidad en la conducción de los destinos nacionales, para que se deshagan del lastre de las intrigas, la codicia, el odio, el egoísmo, la intolerancia y la soberbia que nos impiden avanzar.  Todas las obras buenas emanan del corazón, y como dijo Alexander Solzhenitsin, quien también fue víctima de encarcelamiento por sus ideas, “La línea que separa el bien del mal cruza exactamente todos los corazones humanos”.

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