Confesión y fracaso

El procurador Francisco Domínguez Brito mostró ayer sensatez al confesar que los responsables de la seguridad ciudadana no han podido devolver la paz a la familia dominicana y a las personas que visitan la República Dominicana.Sensatez…

El procurador Francisco Domínguez Brito mostró ayer sensatez al confesar que los responsables de la seguridad ciudadana no han podido devolver la paz a la familia dominicana y a las personas que visitan la República Dominicana.

Sensatez porque en vez de enfatizar como algunos de sus colegas que hablan de  “logros” en reducir la criminalidad en determinados porcentajes, lo fundamental es que el Estado no ha alcanzado los propósitos, que es a fin de cuentas lo que la gente percibe y vive.

Ese estado de ánimo es lo único que puede permitir que el gobierno entienda que tiene por delante una tarea difícil, un flagelo global, como las crecientes expectativas de consumo y satisfacciones materiales de media humanidad, aunque no haya trabajado para eso, o que los Estados tampoco hayan realizado lo necesario para llenarlas.

Veamos lo que ocurre en Venezuela, vencida por la criminalidad, pese a que tiene un presidente con poderes extraordinarios para decidirlo todo. Hay causas profundas de índole social y humana que deben ser atacadas en múltiples direcciones.

Domínguez Brito reveló el caso de unos jóvenes que atracaron o asesinaron con el único propósito de llenar sus ansias de consumo. Tener y consumir a los más altos estándares que proyectan los medios electrónicos y las redes virtuales, y una realidad de desigualdades que tampoco pueden comprender porque no pudieron oportunamente acceder al conocimiento y en consecuencia al mercado laboral.
 
El procurador relata: “Yo entrevisté hace poco a unos jóvenes que hicieron un atraco de 300 mil pesos, y en tres meses lo gastaron… no les quedó un solo centavo. Y yo les decía ¿y cómo lo gastaron tan pronto? Y dicen: -Bueno, en la calle”.

Ese retrato increíble de nuestra realidad obliga a entender lo que está pasando. Requiere respuestas abarcadoras, vinculadas a políticas eficientes de prevención del crimen y programas que atiendan las causas profundas que lo estimulan: El fracaso de una sociedad con graves rezagos en educación y justicia social; administraciones  irresponsables y corruptas que obligan a replantear modelos que ayuden a superar estos problemas que atañen e inquietan a todos.

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