Mi hijo juega con muñecas, ¿qué hago?

Cada vez que un niño toma una muñeca, algún maquillaje o se disfraza de princesa, tiemblan los padres. En teoría, y por determinación cultural, pareciera que el niño está limitado a elegir, entre sus juguetes preferidos, solamente carritos…

Mi hijo juega con muñecas, ¿qué hago?

Cada vez que un niño toma una muñeca, algún maquillaje o se disfraza de princesa, tiemblan los padres. En teoría, y por determinación cultural, pareciera que el niño está limitado a elegir, entre sus juguetes preferidos, solamente carritos…

Cada vez que un niño toma una muñeca, algún maquillaje o se disfraza de princesa, tiemblan los padres. En teoría, y por determinación cultural, pareciera que el niño está limitado a elegir, entre sus juguetes preferidos, solamente carritos y pelotas. El que a una niña le gusten los juguetes de varón o que un niño se divierta alguna vez con muñecas no significa nada en particular, simplemente refleja un gusto por estímulos que le ayudan a desarrollar diferentes aptitudes.

Cuando una niña o un niño juegan con muñecas, realizan una representación de las conductas aprendidas del entorno, que de alguna forma quieren incorporar. Esto se ve porque los niños a los muñecos no solo le ponen voz, sino también gestos y actitudes.

Si un infante juega con una muñeca, lo que puede pasar es que sea a futuro un buen papá, porque podría desarrollar aptitudes paternales, en relación con el cuidado de los niños, aseguran los especialistas. Esto poco tiene que ver con la identidad sexual. La sexualidad de un niño se va definiendo mucho más adelante y no depende de algo tan trivial como elegir una muñeca o un carrito o el color azul o el rosado.

De acuerdo con Loida Terrero, psicóloga clínica, del centro Rega Mental Health Center, aun en tiempos de ipads, teléfonos inteligentes, hombres en la luna y demás avances tecnológicos que nos mantienen a tono con lo que está pasando en el mundo en tiempo real, la sexualidad sigue siendo un tema invisible en muchas familias, porque se trata de algo que sabemos, suponemos, imaginamos, pero no se verbaliza; la mayor parte de la información en este sentido se adquiere a través de terceros y no en el núcleo familiar.

La fuente primaria de educación sexual la constituyen los padres, pero en la práctica ocurre lo siguiente: la madre y el padre no conversan sobre su sexualidad como pareja, los niños reciben datos introductorios en la escuela, la madre espera que el padre hable con los varones, el padre espera que la madre converse con las hembras; pasa el tiempo y nadie hace nada. Los niños se hacen adolescentes y comienzan a canalizar sus inquietudes con su círculo de amigos más cercanos y por supuesto, en las innumerables y potencialmente peligrosas páginas que hay en Internet, de fácil acceso incluso para los más jóvenes.

La formación de los hijos, según la especialista, es una de las tareas más desafiantes porque no se trata sólo del deseo de hacerlo correctamente, sino de una necesidad de cumplir con el esquema universalmente aceptado que nos califica luego como buenos padres, y es precisamente la intensidad de esta presión social lo que hace que la tarea sea agotadora y repleta de pensamientos obcecados sobre nuestro rol como jefes de familia. Uno de los aspectos evaluados es si la orientación sexual de nuestros hijos se corresponde con la identidad sexual. Es por esta razón que algunas de las mayores inquietudes que recibimos en consulta es: “Creo que mi hijo se siente atraído por otros niños, cómo lo compruebo?”, “Mi hija prefiere jugar con carritos y no con muñecas, cuándo debo empezar a preocuparme?”, “A mi hijo de 11 años lo relajan en el colegio por su forma de caminar, qué puedo hacer?”.

“Nuestra respuesta va orientada en primer orden a eliminar la ansiedad que produce el querer responder a lo que otros consideran bueno y válido y una vez hecho, esto nos embarcamos en un proceso de revisión de la estructura familiar que va dando respuesta a cada una de las preguntas planteadas. Con estructura nos referimos a los patrones de relación que definen la familia y que desde una postura sistémica generan y mantienen cualquier evento que se esté dando en un momento determinado”, comenta la experta.

Terrero dice que el niño y la niña desde que nacen tienen necesidades primarias evidentes como la alimentación, el cuidado y la seguridad, así como demandas de afecto, de validación, de reconocimiento y de aceptación. Normalmente el común de los padres responde adecuadamente a la satisfacción del primer rango de necesidades, pero deja a un lado la manifestación de amor incondicional, la validación, el reconocimiento y la aceptación. Los padres manifiestan en su discurso un amor incondicional para sus hijos pero en la interacción con ellos establecen un sinnúmero de logros que el niño y la niña y luego el adolescente debe conquistar para tener como premio su amor.

“En una familia funcional todos los miembros se reconocen como seres humanos en construcción, con derecho a equivocarse y con permiso para sentir tristeza, rabia o miedo en un momento. Cuando el niño se pone los zapatos de la madre no debe ser visto como una tragedia, sino como un factor de curiosidad normal en cualquier proceso de desarrollo. En lugar de hacer un escándalo e inscribirlo en los deportes “masculinos”  para que se “enderece”,  la familia debe conversar  abiertamente sobre el asunto, brindarle amor incondicional, validación, reconocimiento y aceptación al niño y probablemente esto sea recordado luego como un evento sin mayor trascendencia”, dice Loida Terrero.

Muy importante

La psicóloga clínica Loida Terrero dice que la educación sexual debe comenzar en la primera infancia, desde que los niños hablan, enseñándoles el nombre de sus partes privadas: pene, vulva, nalgas, senos o tetillas. Otra recomendación es ver juntos las fotos de cuando la madre estaba embarazada y explicarle cómo llegó a la barriga, en un lenguaje claro y entendible, sin dar más información de la que el niño está listo para entender. Puede aprovechar además cualquier ocasión para tocar algún tema relacionado a la sexualidad, como programas de televisión en el que se muestre el parto de un animal o leer juntos una historia que haga referencia a una relación de pareja.

Un aspecto a tomar en cuenta es que al hablar de sexualidad es importante relacionarlo con el amor y resaltar la relevancia del vínculo afectivo que debe ser un componente de cualquier acercamiento sexual. El mensaje sugerido es que no siempre que se ama se tiene sexo pero el sexo siempre sabe mejor si hay amor.

La preferencia sexual se define con precisión en la adultez, pero la ansiedad de los padres puede llegar a confundir y hacer que niños y adolescentes, que están viviendo un despertar sexual físico real, lleguen a conclusiones que ellos viven como definitivas y que luego se dan cuenta de que sólo se trató de fases en el proceso de crecimiento. Hemos tenido jóvenes en consulta por ejemplo que se etiquetan como bisexuales y cuando exploramos, resulta que no es así. La orientación sexual es un tema que ha sido complejizado por lo que representa un gran reto para los padres.

En este sentido recomendamos aceptar sus limitaciones, buscar ayuda profesional cuando no cuenten con la información o con los recursos para transmitirla, tener paciencia, humildad y confianza en el proceso que están viviendo sus hijos y desarrollar habilidades de comunicación aunque no lo hayan aprendido en su familia de origen y aunque nadie se los haya enseñado.

Recuerden que no hablar de sexualidad no implica que no se viva la sexualidad, la falta de información solo promueve embarazos en adolescentes, enfermedades, desestabilidad emocional, intentos de suicidio, adicciones.

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Cada vez que un niño toma una muñeca, algún maquillaje o se disfraza de princesa, tiemblan los padres. En teoría, y por determinación cultural, pareciera que el niño está limitado a elegir, entre sus juguetes preferidos, solamente carritos y pelotas. El que a una niña le gusten los juguetes de varón o que un niño se divierta alguna vez con muñecas no significa nada en particular, simplemente refleja un gusto por estímulos que le ayudan a desarrollar diferentes aptitudes.

Si un infante juega con una muñeca, lo que puede pasar es que sea a futuro un buen papá, porque podría desarrollar aptitudes paternales, en relación con el cuidado de los niños, aseguran los especialistas. Esto poco tiene que ver con la identidad sexual. La sexualidad de un niño se va definiendo mucho más adelante y no depende de algo tan trivial como elegir una muñeca o un carrito o el color azul o el rosado.

Cuando una niña o un niño juegan con muñecas, realizan una representación de las conductas aprendidas del entorno, que de alguna forma quieren incorporar. Esto se ve porque los niños a los muñecos no solo le ponen voz, sino también gestos y actitudes.

De acuerdo con Loida Terrero, psicóloga clínica, del centro Rega Mental Health Center, aun en tiempos de ipads, teléfonos inteligentes, hombres en la luna y demás avances tecnológicos que nos mantienen a tono con lo que está pasando en el mundo en tiempo real, la sexualidad sigue siendo un tema invisible en muchas familias, porque se trata de algo que sabemos, suponemos, imaginamos, pero no se verbaliza; la mayor parte de la información en este sentido se adquiere a través de terceros y no en el núcleo familiar. 

La fuente primaria de educación sexual la constituyen los padres, pero en la práctica ocurre lo siguiente: la madre y el padre no conversan sobre su sexualidad como pareja, los niños reciben datos introductorios en la escuela, la madre espera que el padre hable con los varones, el padre espera que la madre converse con las hembras; pasa el tiempo y nadie hace nada. Los niños se hacen adolescentes y comienzan a canalizar sus inquietudes con su círculo de amigos más cercanos y por supuesto, en las innumerables y potencialmente peligrosas páginas que hay en Internet, de fácil acceso incluso para los más jóvenes.

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