Campaña y realidad

Desde hace más de dos décadas, algunos dominicanos ilustrados vienen advirtiendo sobre una campaña internacional que presenta a la República como un conglomerado que practica el odio racial contra nuestros vecinos de occidente. Esas mismas personas&#8

Desde hace más de dos décadas, algunos dominicanos ilustrados vienen advirtiendo sobre una campaña internacional que presenta a la República como un conglomerado que practica el odio racial contra nuestros vecinos de occidente. Esas mismas personas sistemáticamente han señalado que existe un plan de Francia, Canadá y Estados Unidos, que pretende un proceso de fusión o federación de las dos naciones. Joaquín Balaguer llegó a sugerirlo con dejo de ironía. Parecían planteamientos trasnochados.

Pero todo aquello que veíamos como pura especulación pudiera tener visos ciertos. Con el correr del tiempo puede decirse que esos señalamientos han resultado asertivos respecto al establecimiento de una amplia población que tiende a convertirse en una minoría con derechos que estimula a organizaciones que trabajan para dañar la imagen de la República.

En alusión al conflicto por la sentencia 168-13, caso Juliana Deguis, el Centro Robert E. Kennedy para la Justicia y los Derechos Humanos, emitió una declaración recogida ayer por el diario Hoy que dice: “La comunidad interamericana no puede ser testigo de esta escalada masiva de violaciones de derechos humanos sin acción. El sistema interamericano de derechos humanos debe pronunciarse sobre estos casos lo antes posible para mandar un mensaje claro e inequívoco de que la República Dominicana debe poner fin a su campaña de desnacionalización xenófoba de una vez por todas”.

Este tipo de discurso no es nuevo. Forma parte de una campaña ya demasiado evidente de denostación y ataques contra el país, totalmente unilateral, sin considerar implicaciones migratorias, leyes adjetivas y sustantivas, y mucho menos el impacto en políticas públicas medioambientales, salud y educación, por efecto de una progresiva población ilegal que ocupa espacios, sin importar que sean áreas protegidas, parques, fuentes acuíferas o zonas de alta fragilidad para el equilibro de especies y fauna.

Pero no se termina de percibir la gravedad anunciada hace tiempo, como si esa campaña no dejara un lastre.

¿Ha calculado el liderazgo responsable el costo que tendrá salvar la imagen que se fabrica perversamente contra la Nación? A otros países en situaciones parecidas les ha salido muy caro. Estamos a tiempo de proyectar nuestra realidad.

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