El Caribe y su poesía: Pedro Mir: Nuestro poeta nacional

Hay un país en el mundocolocadoen el mismo trayecto del sol.Oriundo de la noche.Colocadoen un inverosímil archipiélagode azúcar y de alcohol. Sencillamenteliviano,como un ala de murciélago

Hay un país en el mundo
colocado
en el mismo trayecto del sol.
Oriundo de la noche.
Colocado
en un inverosímil archipiélago
de azúcar y de alcohol.
 
Sencillamente
liviano,
como un ala de murciélago
apoyado en la brisa.
 
Sencillamente
claro,
como el rastro del beso en las solteronas antiguas
o el día en los tejados.
 
Sencillamente
frutal. Fluvial. Y material. Y sin embargo
sencillamente tórrido y pateado
como una adolescente en las caderas.
 
Sencillamente triste y oprimido.
 
Sencillamente agreste y despoblado

En verdad.
Con tres millones
suma de la vida
y entre tanto
cuatro cordilleras cardinales
y una inmensa bahía y otra inmensa bahía,
tres penínsulas con islas adyacentes
y un asombro de ríos verticales
y tierra bajo los árboles y tierra
bajo los ríos y en la falda del monte
y al pie de la colina y detrás del horizonte
y tierra desde el canto de los gallos
y tierra bajo el galope de los caballos
y tierra sobre el día, bajo el mapa, alrededor
y debajo de todas las huellas y en medio del amor. Hay un país en el mundo,
fragmento.

Don Pedro, don Pueblo, Mir nació en San Pedro de Macorís en 1913 y murió en Santo Domingo al inicio del nuevo siglo, en el año 2000. Es uno de los más grandes poetas dominicanos del siglo XX, fue también narrador y ensayista. Ganaba la vida como profesor universitario dominicano. Dominicano por nacimiento, pero de ascendencia cubana por su padre y puertorriqueña por su madre.

En su San Pedro natal, vivió envuelto en el drama del azúcar, el principal producto de exportación del país, que se llevaba consigo el sudor y la vida misma de los trabajadores, sumidos en la más cruel explotación. Esa experiencia lo marcó profundamente. La poesía de Don Pedro refleja sus angustias. Asumió siempre postura política. Luchó contra la dictadura de Trujillo, y por eso lloró hasta desgarrarse el alma cuando las hermanas Mirabal fueron vilmente ultrajadas y asesinadas por los séquitos del Tirano:

Cuando supe que habían caído las tres hermanas
 Mirabal
 me dije:
 la sociedad establecida ha muerto.
 
(Lapislázuli a cuento de todo emblema ruidoso
mentís en A referido a un imperio en agonía
y cuanto ha sido conocido desde entonces
me dije
y cuanto ha sido comprendido desde entonces
me dije
es que la sociedad establecida ha muerto)
 
Comprendí
que muchas unidades navales alrededor del mundo
inician su naufragio
en medio de la espuma
pensadora
y que grandes ejércitos reconocidos en el planeta
comienzan a derramarse
en el regazo de la duda
 pesarosa.
 
Es que
hay columnas de mármol impetuoso no rendidas al
tiempo
y pirámides absolutas erigidas sobre las civilizaciones
que no pueden resistir la muerte de ciertas mariposas (Amén de las Mariposas, fragmento)

Pedro Mir se sumó a los que clamaban por una sociedad diferente a la que había heredado.  No perdía la oportunidad de elevar su voz para atacar las injusticias y enaltecer a quienes de manera desinteresada se sacrificaban en pos de sus ideales:
 
ELEGÍA DEL 14 DE JUNIO
Se respira a estas horas
bocanadas de aire de una atmósfera
inquieta.

Cruzan puñales de silencio, lívidos
puñales de silencio innominado.
Ni un rumor, ni una hazaña secreta,
ni un vencido poblado.
 
El dolor más oscuro cava incesantemente.
Muerde la boca su vencida lengua, y chupa
la sangre airada que tiene un sabor a gente.
Galopa la brisa con la muerte en la grupa.
 
Saber que los hombres puros, los tejidos
en una labor más fina que la de las arañas,
muerden y pelean sin horas ni sonidos,
sin flautas del esfuerzo ni tímpanos de
hazañas.

 Ver lo que envuelve el silencio más crudo.
Que es la lucha más firme y la fe delicada,
hecha de piedra pura y de corazón desnudo,
convertida en silencio y edificio de nada.

Saber que aquellas frentes vestidas por
la luna
de una genuina palidez, sudor de sueño,
transitan por un eco de noticia ninguna,
por un triunfo sin arco y una gloria sin dueño.
 
Dolidamente cruzan sus dos manos de ira
los relojes callados, erguidos en la esfera.
Es un tiempo que pasa y que parece
mentira.
Sólo la sien golpeando parece verdadera.
 
Y nadie sabe nada, sólo que no se rinde
nunca la piedra pura y el corazón abierto.
Y que toda esperanza se recoge en la linde sollozada de luna de un combatiente  muerto.

Y que toda victoria tiene melancolía.
Taciturno perfil de mariposa inquieta.
Justa gloria, aunque no hayan ruidos
sobre el tejado.
Ni crucen en las horas solas de lejanía,
ni un rumor, ni una hazaña secreta,
ni un vencido poblado.

Como poeta y hombre sensible, Don Pedro, también escribió al amor, a los profundos sentimientos que se producen entre seres que se aman, o dejan de amarse, o al amor imposible, aquel que nunca llegará:
POUR TOI
Estoy de ti florecido
como los tiestos de rosas,
estoy de ti floreciendo
de tus cosas…
Menudo limo de amores
abona mis noches tuyas
y me florecen de sueños
como los cielos de luna…
Como tú mido los pasos
y la distancia es más corta,
hablo en tu idioma de amor
y me comprenden las rosas…
Es que ya estoy florecido.
Es que ya estoy floreciendo
de tus cosas.

Hace 14 años que se nos fue Don Pedro Mir a la edad de 87 años.  Estaba viejo y solo. Pero murió con la tranquilidad de que fue reconocido en vida. Que su obra trascendió los mares y las fronteras, y que todavía, sigue retumbando en ese país que una vez estaba impregnado de azúcar y de alcohol.

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