Ser “pedilón”, ¿mala costumbre o un simple impulso?

Juan, Pedro, María, Ricardo y Emilia son amigos desde hace mucho tiempo. Su relación de amistad está basada en el respeto, la diversión, la comunicación y el compartir desinteresadamente. Sin embargo, el grupo tiene un problema. Uno de sus integrante

Juan, Pedro, María, Ricardo y Emilia son amigos desde hace mucho tiempo. Su relación de amistad está basada en el respeto, la diversión, la comunicación y el compartir desinteresadamente. Sin embargo, el grupo tiene un problema. Uno de sus integrantes tiene una “mala costumbre”: todo lo que ve lo quiere…y lo pide.

Puede resultar que a primera instancia esto no represente un inconveniente, ya que la base de toda amistad es “tender la mano amiga” a quien la necesite.

Pero el caso de Emilia llega a los extremos, pues ésta pide “con hambre de tener cosas”, es decir, por pedir, y sin la necesidad de lo que solicita. Por ejemplo, una de las quejas constantes de sus amigos, a los cuales conoce desde la universidad, e incluso, es compañera de labores de María y Pedro, es que no puede ver ni un “pincho mal puesto”. “Tan pronto lo ve, dice que a su hermana le hace falta, que por favor se lo regalen”, dice Pedro.

Juan, María, Ricardo y Pedro han intentado hablar con ella (Emilia) de manera indirecta, incluso, negándoles sus pedidos. A pesar de esto, su conducta no mejora. Esto ha provocado tensión en el grupo, quienes reconocen la calidad humana de Emilia, lo trabajadora y responsable que es, pero su comportamiento obsesivo y compulsivo ha generado distanciamiento entre ellos, tanto que tienden a ocultar su comida, accesorios, y hasta tarjetas de invitaciones que reciben.

¿Qué hacer? Según la psicóloga Johanna Espaillat, del centro Rega Mental, a todos nos ha pasado en algún momento de nuestra vida familiar, laboral y social: que nos encontrarnos con personas que desean todo lo que tenemos, desde la ropa que llevamos puesta hasta lo que vamos a tirar al zafacón. Al principio, este comportamiento pudiera resultarnos simpático e incluso inocente, hasta que la regularidad con que sucede nos lleva al fastidio.

“Pedilones y pedigüeños, son nombres populares para este tipo de individuos que no tienen límites para abordar a los demás, y su carencia de “insight” no les permite identificar las molestias que provoca en su entorno”, dice Espaillat.

Hay que aprender a decir no
Mientras que para mucha gente pedir es un acto que no está incluido en su repertorio de vida, para otros tantos es una constante; pedir mucho o poco no les importa, lo que realmente les interesa es conseguir lo que desean. Cada ser humano muestra su personalidad según lo que necesita y lo que pide. Por eso, cuando pide obsesivamente, pone en evidencia su forma de ser y de vivir. Así también, lo que pida, o deje de pedir, dependerá del escenario en que se encuentre.

Ahora bien, ¿por qué decimos que sí a este tipo de personas, cuando en verdad queremos decir no a sus constantes solicitudes? Según Espaillat, desde pequeños nos han enseñado que debemos decir que sí, para complacer y agradar a los demás, y así ser aceptados. No estamos culturalmente acostumbrados a manejar el “no”, ya que nos hace sentir culpables porque hemos crecido con la idea de que debemos agradar a los demás.

Existen algunas creencias que nos empujan a decir un “sí” en automático: “así todos verán que me implico en lo que me solicitan”, “no me gustan los conflictos” o “me amarán siempre”. Pero el “Sí” que surge de manera automática o que nace del miedo, trae consigo consecuencias negativas: terminamos sintiéndonos utilizados, víctimas de los demás, y lo peor es que nos enojamos con nosotros mismos por no haber sido capaces de reflexionar, escuchar y tener el coraje de decir “No”

“Habitualmente, las personas a las que no sabemos decir que No son personas cercanas a nosotros, a las que tenemos afecto, como en el caso de Emilia y sus amigos, o bien a las que tenemos temor. En cualquiera de los dos casos, son personas a las que no queremos ofender, y por eso pensamos que es mejor no dar nuestra opinión y dejarnos arrastrar, aunque nos desagrade”, dice la experta. l

Consejo
La comunicación con el “pedilón” debe ser asertiva. No sólo debe estar compuesta por palabras, necesita además de un tono y gesticulación adecuados, contacto ocular, serenidad, claridad y no permitir dobles lecturas.

El “No” ayudará al “pedilón”

Cuando aprendemos a decir “no”, provocamos cambios en la relación con los demás. En ocasiones, esto genera frustración en las personas que nos piden o solicitan favores, y llegan incluso a reaccionar con comentarios culpabilizadores, ya que no pueden conseguir lo que quieren de nosotros. Comentarios como  “ ya no eres igual”,  “ te has vuelto egoísta”, así como también malas caras o actitud de enfado es seguro que encontremos a partir de nuestro No.  Pero más allá de las respuestas que podamos encontrar, lo importante es que seamos fieles a nosotros mismos, poner límites claros a los demás; de esta manera, nuestra actitud los ayudará a encontrar las soluciones a su problema, o a detener sus impulsos de pedir nuestras cosas y lograr su autodependencia. 

 

 

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas