La Barca y el Gavilán, de Tony Raful

Quizás porque fue dada a la publicidad en medio del último proceso electoral, la antología poética La Barca y El Gavilán, del Premio Nacional de Literatura Tony Raful, no recibió, en nuestra opinión, la debida ponderación por parte del hoy…

Quizás porque fue dada a la publicidad en medio del último proceso electoral, la antología poética La Barca y El Gavilán, del Premio Nacional de Literatura Tony Raful, no recibió, en nuestra opinión, la debida ponderación por parte del hoy disperso público lector dominicano. Subtitulada “Arengas del Alba y la Lengua”, en los poemas el escritor y político se reencuentra con las preocupaciones estéticas, filosóficas y espirituales que parecen perseguirle de manera obsesiva desde que cuatro décadas atrás publicó su Gestión de Alborada.

Merece particular atención la presentación de la obra escrita por Pedro Justo Castellano Khouri, rector de la Universidad Apec, entidad que auspició la publicación, en la que resalta el papel de la literatura y la cultura en general en la formación humana de este siglo XXI, sometido al bombardeo de la banalidad y el infantilismo consumista.

Coincide con el académico el prologuista Federico Jóvine Bermúdez, quien valora la impronta humanística de los textos, seleccionados de los poemarios Freya, señora, pájaro; Ritual onírico de la ciudad y otras memorias; Eurídice; La Ciudad y los cantos; y Danza del amor y los mandalas, que según el propio autor están “motivados por experiencias esotéricas, culturales, basadas en visiones y luchas de deidades en el ámbito reproductor de la esencia humana”.

Ciencias y Humanidades no habrán de divorciarse en la marcha evolutiva del mundo,  es lo que nos dice Unapec con su publicación. Y Raful parece renovar fuerzas perdidas en las bregas partidarias cuando  canta: “Amor es un circuito torrencial de contactos,/  de búsquedas sublimes./ Es el ser cuando el ser es,/  salvo en el amor el ser no existe, es engañifa./ Toda noción de amor es misericordia, / no merece morir quien ama,/ no merece perder la memoria quien ama,/ no merece perder el ser quien ama,/ sólo quien ama merece llegar a Dios/ en el navío del mandala,/ en el rebaño desnudo y alado de la hermosura…”

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