Desde hace dos años en el pecho de Estéfani Moreno Vargas late un corazón ajeno.Las cicatrices que se entretejen en su torso cuentan la historia de la joven, a quien a los 19 años le fue detectada una cardiomiopatía dilatada postparto, que la mantuvo postrada durante tres años, amenazando con arrancarle la vida.

Gracias al desprendimiento de los familiares de un paciente diagnosticado de muerte cerebral, que decidieron donar su corazón, Estéfani ha podido reescribir su historia y dedicarse a criar a sus tres hijos y retomar sus estudios.

Aquel 18 de julio de 2012, día en que 22 especialistas de distintas ramas del Hospital General Plaza de la Salud marcaron un hito en la historia de la medicina de la República Dominicana, al realizar el primer trasplante de corazón, sigue intacto en su memoria.

Mientras Braenyis, Viannelis y Esmil, de nueve, seis y cuatro años, respectivamente, corretean alegres por la casa, Estéfani prepara la comida para que vayan a la escuela.

Atrás quedaron los días en que el lento palpitar de su corazón le impedía cosas tan elementales como cepillarse los dientes, comer o bañarse. “Me sentía muy cansada, me agotaba mucho, no podía cocinar ni atender a mis hijos”, narra.

Pero lo más difícil para la joven madre era lidiar con el pequeño Esmil, que al momento de detectársele la enfermedad sólo tenía cuatro meses de nacido. “No lo podía cargar, no le podía dar el pecho, fueron momentos muy difíciles”, afirma.

Recuerda que después de varias visitas al hospital y someterse a un largo tratamiento con pastillas, su médico le dijo que la única solución para su padecimiento era un trasplante. “Me dijeron que esa era la única solución, porque mi corazón estaba latiendo demasiado lento. En ese momento, yo no sabía lo que era eso, no sabía a lo que iba. Además, el doctor me dijo que eso no lo hacían en este país, que había que llevarme para afuera, buscar donante, sacar papeles…”.

Su madre, Hilda Mercedes Vargas, cuenta que por momentos llegó a pensar que tendría que cargar con la responsabilidad de criar a sus tres nietos, debido al alto costo del procedimiento. “Imagínese, una persona de escasos recursos como uno. Entonces, ellos me decían que había que sacarla rápido fuera del país porque se me estaba deteriorando, sin comer, sin dormir, llena de líquido. Yo nunca le quité su esperanza y me mantenía firme en que ese corazón iba a llegar”.

¡Y por fin llegó!

Estéfani recuerda exactamente el día en que recibió la esperada llamada de la Plaza de la Salud. “Yo recuerdo que llegamos allá como a las 11:00 de la noche. Me dijeron que había un donante y que me iban a ingresar. Yo les dije que no me podía quedar, que primero yo tenía que poner en puesto a mis tres hijos, porque los había dejado con una vecina. Preparé todo y regresé al otro día. Me hicieron todas las pruebas y fui compatible con el donante en todo. Mami me cuenta que me entraron al quirófano como a las 7:00 de la mañana y que me sacaron a la una o dos de la tarde”.

La joven permaneció ingresada por más de tres meses en la Unidad de Cuidados Intensivos, hasta que su cuerpo aceptó el nuevo órgano. Desde entonces lleva una vida normal.

“Mi vida ha cambiado”

“Mi vida ha cambiado mucho porque ya no me siento igual que antes. Puedo atender a mis hijos, los puedo llevar a la escuela, a mis dos niñas las puedo peinar, los busco a la escuela, puedo jugar con ellos. Antes tenía que estar pendiente a la enfermedad, a ellos y no podía hacer nada”.

Actualmente acude todos los meses a su chequeo rutinario, y cada año se le practica un cateterismo, gracias al seguimiento que le da la Plaza de la Salud.
Estéfani y su madre no dudan ni un instante cuando se le pregunta si estarían dispuestas a donar sus órganos al morir: “¡Oh, claro!, si mis órganos están buenos, yo digo que sí, porque eso se lo va a comer la tierra. Cuando te dicen que ya no vas a vivir, eso hay que usarlo para darle más vida al que lo necesita. Eso Dios lo ve. Es un acto de amor”, dice la madre.

La principal barrera de trasplantes es económica

En un artículo publicado en el portal institucional de la Plaza de la Salud, el presidente del Patronato, Julio Amado Castaños Guzmán, afirma que la principal barrera para la realización de más trasplantes de órganos en el país es la económica, ya que estos procedimientos de alto costo no son cubiertos por la seguridad social.

A esto se le suma la falta de apoyo estatal, que deja en total desamparo a las personas que necesitan un trasplante. Asimismo, afirma que la falta de infraestructura en la mayoría de los centros de salud del país hace difícil que se pueda llevar a cabo el proceso de donación de órganos. No obstante, resalta que el país cuenta con los recursos médicos y los equipos para lograr el éxito en estos procedimientos quirúrgicos de alta complejidad.

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