El triunfante monoteísmo VI

Durante la última semana me ha sido difícil hallar escrito que se ajuste al concepto de objetividad que me animaba cuando inicié esta temática, con el propósito de exponer cronológicamente los monoteísmos que ha creado el hombre como instrumento&#8

El triunfante monoteísmo V

Se prosigue con el relato del Dr. Daniel Morillo Licea sobre la tradición oral totonaca del diluvio: “El agua comenzó a bajar. Al cabo de veinte días el arcón llega al suelo. El conejo … quiso salir y abrió la tapa del arcón; pero vio que…

El triunfante monoteísmo IV

Leyendas sobre diluvios las hay en todos los continentes, pero aunque coincidencia en el diluvio abarcador de gran geografía, en lo demás, el cuándo, cuánta agua cayó a tierra, la duración del fenómeno, y otros colaterales la similitud se pierde.

El triunfante monoteísmo II

No es de extrañar que un científico de la calidad de Sigmund Freud, a pesar de correr por sus venas la sangre semita y ser el judaísmo su religión, expresara dudas sobre la identidad del Moisés, el creador de ese monoteísmo, porque era parte…

Durante la última semana me ha sido difícil hallar escrito que se ajuste al concepto de objetividad que me animaba cuando inicié esta temática, con el propósito de exponer cronológicamente los monoteísmos que ha creado el hombre como instrumento de dominio sobre las sociedades que avecinan la suya. Así, habría de mencionar a los profetas del sol -luz que triunfa sobre la oscuridad en el solsticio de invierno, con Akhenatón, Mazdah y Jesús como principales de la cultura europea del Sol que nace con el oriente próximo, suplementados en el recuento monoteísta de Europa por Moisés y Mohammed, mientras nuestra América aborígen tiene representación importante del dios Sol entre incas, mayas, mexicas…

Encontré escritos sobre la labor del arqueólogo británico Leonard Woolley, quien acompañado del aventurero inglés T. E. Lawrence, el famoso Orán de Arabia, condujo las excavaciones arqueológicas en Amarna, la capital del imperio monoteísta de Akhenatón en Egipto, y desde 1922 hasta 1934, con patrocinio del British Museum y The University of Pennsyvania, dirigió excavaciones en Ur -capital del imperio que Sargón I el semita rey de Akkad llamó Sumeria- una ciudad señalada por la Biblia común como al menos residencia temporal de Abrahám, el patriarca común.

Días estuve procurando encontrar fuentes secundarias originales sobre ambas historias tan pertinentes a mi temática, sin éxito, pues solo hallaba comentarios o rellenos literarios llenos de pura fantasía astrológica o esotérica, en medio de las cuales encontré una crítica a la exposición por parte de The Brittish Museum del material arqueológico encontrado en Ur.

Entre otras cosas, la revista de ultraderecha norteamericana “American Thinker”, bajo la firma de Geoffrey Clarkfield, dice: “La tercera y más colosal debilidad es la inhabilidad de la exhibición o del autor del catálogo de señalar la caraterística central o fundamental de las ‘civilizaciones’ de la antigua Mesopotamia: todas las clases de tiranías. Sí, en el principio había ciudades estados guerreros con probablemente ‘jefes locales’ pero éstos rápidamente sucumbieron al poder de los imperios de Asiria y Babilonia con sus monarquías absolutistas”.

Extrapola cinco mil años de historia comparando el supuesto despotismo de Sumeria, realmente la víctima, con el de Saddam Hussein, el victimario de Iraq, a quien ve henchido de orgullo entre familia junto a los déspotas de la antigüedad. Termina su exposición con “la lección verdadera que una persona que sepa leer debe sacar de esta exhibición, es que verdaderamente la Mesopotamia antigua contiene los orígenes de la civilización moderna en su horror más tiránico y sediento de sangre, con sus tiranos adorados como Saddam, Stalin y Hitler”. Ante tan obvio y persistente odio monoteísta, mejor es retomar el tema más tarde.

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Se prosigue con el relato del Dr. Daniel Morillo Licea sobre la tradición oral totonaca del diluvio: “El agua comenzó a bajar. Al cabo de veinte días el arcón llega al suelo. El conejo … quiso salir y abrió la tapa del arcón; pero vio que había todavía muchos charcos. Cuatro días después, el hombre saca un pie y constata que la tierra está sólida. También el conejo sale. Había muchos peces en los charcos y en el suelo: eran los hombres que fueron transformados en peces.”

-Vamos a hacer lumbre -dice el conejo- para asar los peces y comerlos. Hicieron una fogata y comenzaron a asar los peces. Allá arriba, los dioses estaban en plan de rehacer el mundo, de pintar el cielo, reflexionando, pensando, escribiendo. Querían impedir a los hombres que miraran el cielo y para eso les iban a dar una especie de visera. Para morir, les bastaría levantar los ojos hacia el cielo y morirían así, sin enfermedades y sin sufrimientos.

Pero les llegó el humo de la fogata y les estorbaba en sus trabajos. Decidieron entonces privar a la humanidad de aquel privilegio. Los hombres, ahora, sufren y mueren.

Los dioses, molestos por el humo, se interrumpen en su escritura. -¿Quién prendió lumbre allá abajo? ¿Quién es ese que ha sobrevivido? Llamaron al zopilote: -Escucha, Miguel. Vas a bajar a ver quién está haciendo lumbre. El zopilote llega cerca del hombre. -¡Buenos días! ¿Por qué estás haciendo humo? Me han ordenado que te lleve. -Bueno, ¡vamos! Pero espérate tantito. Primero vamos a comer estos pescados tan sabrosos. El zopilote se puso a comer, a comer mucho. Y comió tanto que cuando quiso irse no pudo volar. Los dioses ordenaron entonces que los peces se pudrieran y apestaran, y condenaron al zopilote a comer la carne descompuesta. Miguel, el zopilote, va desde entonces a limpiar, “barrer” la carroña de los animales muertos, como un sirviente. Los dioses dijeron entonces al gavilán:

-Bueno, ahora vas tú, Francisco. Si encuentras al hombre, lo traes. El gavilán llega a la tierra y saluda al hombre. -Me han dado la orden de llevarte luego luego. -Bueno, pero espérate un poquito. Prueba primero lo que vamos a comer. -¡No me han mandado aquí para comer! Me darás comida cuando lleguemos allá arriba. Y, elevándose, el gavilán, prende sus garras en la quijada del hombre y lo levanta hasta el cielo. El gavilán cumplió su misión, así que los dioses, cuando tiene hambre, cada siete días, ellos le permiten capturar un pájaro vivo. Hay otras versiones totonacas del diluvio.

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Leyendas sobre diluvios las hay en todos los continentes, pero aunque coincidencia en el diluvio abarcador de gran geografía, en lo demás, el cuándo, cuánta agua cayó a tierra, la duración del fenómeno, y otros colaterales la similitud se pierde.

Según narra el Dr. Daniel Murillo Licea en “Pueblos Indígenas de México y Agua”, los Totonacos conservan en su tradición oral la destrucción del mundo muchas veces. Así recuerdan su diluvio:

“Un hombre derribaba árboles para preparar su milpa. Pero cada mañana encontraba erectos de nuevo los árboles … derribados el día anterior. Decidió esconderse cerca de su campo para vigilar. Pero se durmió y no vio llegar al conejo que decía a los árboles: “¡Kapis Kiwi! ¡Kapis Kiwi! (¡Levántate, árbol! ¡Levántate, árbol!). Y los árboles se levantaban”.

“Al día siguiente el hombre fabricó un muñeco de cera y lo plantó sobre el camino. A las once, o a la medianoche, llega el conejo. -¿Quién está ahí en mi camino? ¡Quítate de ahí o voy a pegarte! Como el muñeco no contesta, el conejo le da una gran bofetada y su mano quedó pegada en la cera.
-¡Suéltame! ¿Por qué me has cogido? ¡Te voy a dar otra bofetada! Lo golpea de nuevo y sus dos manos quedan pegadas. -¡Te voy a pegar con mi pata! Le da una patada, después otra y sus dos patas quedan pegadas. Y se queda así, colgando del muñeco”.

“Al amanecer el hombre llega y dice al conejo: -¡Ah! ¿Eres tú quien vuelve a levantar mis árboles? Voy a matarte, pues me has hecho trabajar para nada. Le lanza un gran machetazo, pero falla y le corta la cola. Por eso … el conejo tiene cola mutilada. -¡No me mates! -grita el conejo. -Vengo a hacerte un servicio. Si vuelvo a plantar los árboles es para que tú sepas que va a haber un diluvio.
Dentro de doce días va a comenzar a llover y el agua va a subir tanto que va a llegar al cielo. El mundo será destruido, todos los hombres perecerán: Por eso tendrás que hacer un arcón y meter en éste la comida, la madera, el fuego. Búscate un loro que pondrás sobre la tapa del arcón. Así, cuando el loro dé con la cabeza en el cielo, tú serás prevenido”.

“El hombre hizo lo que el conejo le había dicho. Después comenzó a llover, a llover, y el arcón flotaba en las aguas. Al décimo-octavo día el arcón estaba muy cerca del cielo. Al vigésimo día, el loro grita de dolor: se hirió la cabeza al chocar con el cielo. A eso se debe que los loros tengan el copete color de sangre”.

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No es de extrañar que un científico de la calidad de Sigmund Freud, a pesar de correr por sus venas la sangre semita y ser el judaísmo su religión, expresara dudas sobre la identidad del Moisés, el creador de ese monoteísmo, porque era parte de la tradición oral de los pueblos semitas que la había diseminados en todo el oriente próximo, desde los desiertos de Arabia hasta Turquía hacia el norte, hasta la Siria del mediterráneo hacia el occidente. De esas migraciones nacieron Akkad, Aram, Asiria, Babilonia, Fenicia e Israel, cuando menos.

Las tribus semitas que habitaban los desiertos de la hoy Arabia Saudí, migraron en esas direcciones por la misma razón que aun mobiliza caravanas de migrantes: la búsqueda de mejoría a su bienestar, entre cuyos destinos estuvo Sumeria, en área situada relativamente cerca de las desembocaduras de los dos principales ríos de la Mesopotamia, en la ciudad-Estado de Kish, en donde lograron superar la población nativa. Era Sargón descendiente de migrantes semitas, de origen humilde, su padre trabajaba como cultivador de dátiles, y él mismo servía de copero al rey de Kish Ur-Zababa, a quien derrocó para producir el primer gran imperio mesopotámico que ocupaba toda la tierra desde el golfo pérsico hasta la actual Turquía y Siria en la frontera occidental, incluyendo Babilonia, como Sargón I, rey de Akkad.”

El mismo Sargón cuenta su nacimiento así: “Mi madre era una sacerdotisa. A mi padre no lo conocí. Los hermanos de mi padre acampaban en la montaña. Mi ciudad es Azupi Ranu, que está situada a las orillas del Eúfrates. Mi madre, la gran sacerdotisa, me concibió y me trajo al mundo en secreto. Me depositó en una cesta de juncos, cuyas rendijas tapó con betún . Me arrojó al río sin que yo pudiese salir de la cesta. El río me arrastró, me llevó hasta la casa de Aqqi, el aguador. Aqqi, el aguador, sumergiendo su cubo me sacó del agua. Aqqi, el aguador, me adoptó como un hijo y me crió. Aqqi, el aguador, me enseñó sus oficio de jardinero. Cuando era jardinero la Diosa Istar se enamoró de mí, y así fue cómo ejercí la realeza durante sesenta años”, durante el período 2334-2279 a.C.(http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=sargon).

Sobre este obvio plagio, dice Freud (opus cit. p.4), “En la serie iniciada por Sargón de Agade, los nombres que mejor conocemos son los de Moisés, Ciro y Rómulo, pero Rank enumeró, además, muchos otros personajes… supuestos protagonistas de idéntica historia juvenil, ya sea en su totalidad o en partes fácilmente reconocibles. Entre ellos se cuentan Edipo, Karna, Paris, Télefos, Perseo, Heracles, Gilgamesh, Anfion y Zethos”.

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