Durante la última semana me ha sido difícil hallar escrito que se ajuste al concepto de objetividad que me animaba cuando inicié esta temática, con el propósito de exponer cronológicamente los monoteísmos que ha creado el hombre como instrumento de dominio sobre las sociedades que avecinan la suya. Así, habría de mencionar a los profetas del sol -luz que triunfa sobre la oscuridad en el solsticio de invierno, con Akhenatón, Mazdah y Jesús como principales de la cultura europea del Sol que nace con el oriente próximo, suplementados en el recuento monoteísta de Europa por Moisés y Mohammed, mientras nuestra América aborígen tiene representación importante del dios Sol entre incas, mayas, mexicas…
Encontré escritos sobre la labor del arqueólogo británico Leonard Woolley, quien acompañado del aventurero inglés T. E. Lawrence, el famoso Orán de Arabia, condujo las excavaciones arqueológicas en Amarna, la capital del imperio monoteísta de Akhenatón en Egipto, y desde 1922 hasta 1934, con patrocinio del British Museum y The University of Pennsyvania, dirigió excavaciones en Ur -capital del imperio que Sargón I el semita rey de Akkad llamó Sumeria- una ciudad señalada por la Biblia común como al menos residencia temporal de Abrahám, el patriarca común.
Días estuve procurando encontrar fuentes secundarias originales sobre ambas historias tan pertinentes a mi temática, sin éxito, pues solo hallaba comentarios o rellenos literarios llenos de pura fantasía astrológica o esotérica, en medio de las cuales encontré una crítica a la exposición por parte de The Brittish Museum del material arqueológico encontrado en Ur.
Entre otras cosas, la revista de ultraderecha norteamericana “American Thinker”, bajo la firma de Geoffrey Clarkfield, dice: “La tercera y más colosal debilidad es la inhabilidad de la exhibición o del autor del catálogo de señalar la caraterística central o fundamental de las ‘civilizaciones’ de la antigua Mesopotamia: todas las clases de tiranías. Sí, en el principio había ciudades estados guerreros con probablemente ‘jefes locales’ pero éstos rápidamente sucumbieron al poder de los imperios de Asiria y Babilonia con sus monarquías absolutistas”.
Extrapola cinco mil años de historia comparando el supuesto despotismo de Sumeria, realmente la víctima, con el de Saddam Hussein, el victimario de Iraq, a quien ve henchido de orgullo entre familia junto a los déspotas de la antigüedad. Termina su exposición con “la lección verdadera que una persona que sepa leer debe sacar de esta exhibición, es que verdaderamente la Mesopotamia antigua contiene los orígenes de la civilización moderna en su horror más tiránico y sediento de sangre, con sus tiranos adorados como Saddam, Stalin y Hitler”. Ante tan obvio y persistente odio monoteísta, mejor es retomar el tema más tarde.