Don Carlos

Don Carlos Morales Troncoso se ha ido. Inesperadamente. Una noticia que me afectó profundamente. Hace poco habíamos conversado.

Don Carlos Morales Troncoso se ha ido. Inesperadamente. Una noticia que me afectó profundamente. Hace poco habíamos conversado. Estaba muy entusiasmado con la respuesta que estaba dando al tratamiento que llevaba en Houston para enfrentar su mal. A propósito de su cumpleaños el pasado 29 de septiembre, vuelvo a tener contacto con don Carlos. Hablamos de un encuentro en mi casa. Por eso la noticia me agarró de golpe.

A don Carlos desde niña lo vi como un miembro de mi familia y lo era. Aunque no de sangre. El fungía como un tío. Logré entrevistarlo en más de una ocasión, aunque no era dado a entrevistas pero “a ti te la doy”, me decía en cada una de las que me concedió.

La última fue para elCaribe, en enero de 2012, donde compartió sus “momentos inolvidables”. Allí se confiesa. Me dice que el papel de diplomático le resultaba más fácil y el de político el más difícil porque “en política si lo haces bien no pasa nada, pero si lo haces mal…”.

Se identificaba más con el papel de empresario, “porque los resultados se ven más rápido” y es donde se sentía más cómodo.

Y en este sentido recordaba cuando con el presidente Reagan defendiendo una causa “no me comporté ni como político ni como diplomático, sino con mentalidad de empresario”.

Pero don Carlos lo que más valoraba era a su familia la que colocaba por encima de todo compromiso.

Se sentía satisfecho en la vida por haber sembrado un árbol, escrito un libro: De lo público a lo privado (terminaba otro sobre su experiencia como Canciller) y por haber tenido a sus cuatro hijas: Nicole, Ivette, Michelle y Cecile quienes le dieron once nietos de los cuales vivió orgulloso. Los varones que no tuvo los encontró en sus adorables nietos, los que se constituyeron en la luz de sus ojos.
La unión familiar era su mayor tesoro. Todos ellos junto a doña Luisa, su esposa, el gran amor de su vida, a quien conoce en Louisiana, Estados Unidos, en sus años universitarios, constituían para don Carlos “mi mayor anhelo y desvelo”. Eran su verdadero motivo de vida.

Don Carlos el hombre, el esposo, el padre, el abuelo, el familiar, estuvo siempre por delante al político, al diplomático, al empresario. De hecho en Romana toda la familia vive en la misma casa.

En el mundo de la política decía que hay mucha traición, pero que no todo estaba perdido. Don Carlos ha pasado a otra dimensión. Me uno al dolor de sus hijas y todos sus seres queridos. Descanse en paz.

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