Hopkins y lo que se esperaba

Mis lectores no están sorprendidos con lo ocurrido la madrugada del pasado domingo en una pelea que tenía como figura central al legendario boxeador Bernard Hopkins.Hay que volver a parafrasear al laureado escritor colombiano Gabriel…

Mis lectores no están sorprendidos con lo ocurrido la madrugada del pasado domingo en una pelea que tenía como figura central al legendario boxeador Bernard Hopkins.

Hay que volver a parafrasear al laureado escritor colombiano Gabriel García Márquez porque lo sucedido a Hopkins fue “una derrota anunciada”.

En un combate, montado en Atlantic City, New Jersey, Estados Unidos, Hopkins enfrentó al ruso Sergey Kovalev.

Se disputó la unificación del campeonato de los semipesados avalado por la FIB, AMB y OMB.

Escribí que Hopkins se arriesgaba a lo peor y que no tenía ninguna posibilidad de salir airoso.

Con la amarga derrota, se va de los tinglados por la puerta de atrás.
Nunca vamos a detractar la figura de este legendario boxeador, pues deja una singular historia.

Tiene el récord de más defensas (con 20) de la corona del peso mediano y, además, es el único púgil que conquista un cinturón mundial con más edad (46).

Como también escribí: Nunca los años pasan en vano.

Fue justamente lo que afectó al viejo zorro de Filadelfia en su pleito con Kovalev.

Se salvó del nocaut

Pese a que fue vapuleado, Hopkins no perdió por nocaut.

Parecía que eso iba a ocurrir temprano, pues en el primer round fue al piso al recibir un neto recto a la mandíbula.

En el último asalto la metralla del ruso impactó inmisericordemente sobre la anatomía de Hopkins quien casi regresa a la lona.

Tras sufrir una paliza de Kovalev, aunque no perdió por nocaut, Hopkins no enseñó la capacidad de otros tiempos.

Se vio lento de manos y piernas y tenía temor a ser noqueado.

Se espera que por haber sufrido una derrota tan humillante, y a su avanzada edad (cumple el medio siglo el 15 de enero del 2015), le diga adiós el boxeo.
Debe hacer conciencia de su realidad e irse tranquilo a casa a la espera de su merecida exaltación a la inmortalidad en Canastota.

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