Se produjo el asalto trágico en la cárcel de Najayo. Luego la explosión en el Metro de Santo Domingo. Antes un atentado a redes de distribución eléctrica. Esos eventos crearon desasosiego, y no era para menos.
Pero antes de que esos hechos ocurrieran se percibía una sutil mejoría en el clima de seguridad ciudadana en el Gran Santo Domingo.
Con eso de la violencia, hay quienes han optado por guardar un silencioso optimismo cuando no pasan hechos graves. Prefieren disfrutar esa sensación antes que comentarla, porque esos estados tienden a ser muy fugaces. Muchos prefieren ignorarlos, para que pasen desapercibidos. Evitan espantar los buenos espíritus.
Y es que la inseguridad está tan entronizada que reconocer alguna mejoría equivaldría a entrar en el mundo de los inocentes.
Ayer, el jefe de la Policía, mayor general Manuel Castro Castillo, compartió un dato alentador, de que desde la implantación del Programa Nacional de Emergencias 9-1-1 las muertes violentas en el Gran Santo Domingo han disminuido en un 35 por ciento.
El dato concuerda con las informaciones oficiales de que ha bajado la criminalidad. ¿Es perceptible? Pudiera ser, pero ¿podríamos creerlo? Es como decirse: si lo aceptamos como un hecho podríamos dañarlo todo. Tan frágil se ha vuelto el clima social en República Dominicana.
De todas formas, vamos a aceptar la información. Pero continúan ocurriendo hechos violentos, como policías que matan delincuentes. Delincuentes que asesinan policías. Policías que matan a sus propios compañeros. En general nos estamos librando de grandes atracos y asaltos a mano armada. Eso puede ser mejor que “todo perdido”.
Alentemos la esperanza. Quizás las autoridades puedan avanzar en los programas de prevención de la criminalidad. La expansión del eficiente 9-1-1. Mayor presencia de agentes policiales en las calles y mejoría de la comunicación con la ciudadanía.
Ya se acerca Navidad. Es un buen tiempo para creer en cosas buenas y que en estos días las historias de nuestras vidas se tornen más llevaderas y menos inseguras.
Vamos a creerlo.
