Palma Sola: bajo el manto de los mitos y la magia

El 21 de diciembre de 1962, día después de las elecciones, las autoridades de San Juan de la Maguana deciden asumir “el problema de Palma Sola” tras la denuncia de que 500 hombres armados habían intentado asaltar la ciudad de Las Matas de Farfán,&

El 21 de diciembre de 1962, día después de las elecciones, las autoridades de San Juan de la Maguana deciden asumir “el problema de Palma Sola” tras la denuncia de que 500 hombres armados habían intentado asaltar la ciudad de Las Matas de Farfán, hiriendo a machetazos, palos y pedradas a cuatro rasos de la Policía Nacional.

Las presiones siguieron aumentando contra las autoridades, lo que obligó al procurador de la Corte de Apelación en San Juan de la Maguana, doctor Tomás Susaña, a visitar Palma Sola y percatarse de cuál era la situación reinante en la comarca.

La autora del libro Palma Sola: Opresión y Esperanza, dice que “es evidente que el Estado percibía ya al grupo palmasolista como una amenaza real contra el orden y la paz burgueses”.

Entrevistado en el 2006 en el paraje Media Luna, de Las Matas de Farfán, donde aún reside a los 90 años, El Mellizo refirió que después de ser apresado, un día antes de la matanza, el 27 de diciembre de 1962, sobrevoló Palma Sola en un helicóptero junto al general Rafael Guillermo Guzmán Acosta y el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, quienes le conminaron para que exhortara a los palmasolistas que desistieran del culto.

Dijo que cumplió el mandato que se le hizo con un altoparlante, pero que los olivoristas no le escucharon. Después se dijo en la zona que el “Mellizo” Plinio al escuchar la exhortación, instó a los creyentes a desoírla, con la proclama de que si les disparaban las balas se convertirían en copos de algodón.

El general Miguel Francisco Rodríguez Reyes fue enviado por el Consejo de Estado a disolver el movimiento que operaba en Palma Sola con matices religiosos y de reivindicaciones populares. Eran las 12 del mediodía de aquel 28 de diciembre cuando el alto oficial hizo su entrada al campamento olivorista. Le acompañaban el magistrado Tomás Susaña y el doctor Antonio García Vásquez, procurador general de la República, junto a un guardia raso pariente de “los mellizos”.

Según las versiones más socorridas, se acercaba a un acuerdo amigable para poner fin a las tensiones provocadas por el movimiento. Rodríguez Reyes, por sus cualidades de recto militar alejado de los intereses partidarios de aquellos días, era mencionado como seguro ministro de las Fuerzas Armadas en el gobierno del presidente Juan Bosch.

“Por el mismo lugar, el este (Las Matas de Farfán), en el que entra Rodríguez Reyes a Palma Sola, se avecina, dicen que para sorpresa del general, el capitán de la Policía Nacional y comandante de los Cascos Blancos (Cuerpo Antimotines), Francisco Alberto Caamaño Deñó, al que le siguen tres camiones con 200 cascos blancos cada uno”, apunta Martínez.

Don León Romilio sostiene que en el lugar que se conocía como El Corral Santo, Caamaño trató de ocuparle un puñal al palmasolista Avelino Bautista, y éste se resiste a entregar el arma, propiedad del mesías Plinio Ventura.

Añade que su hermano Plinio acudió en defensa de Bautista y se enfrenta a Caamaño, quien llega a forcejear con el líder religioso para protegerse y defender su ametralladora. El líder religioso logra lanzar un golpe a la cabeza del oficial con la culata de la ametralladora, disparándose ésta accidentalmente, alcanzando al “Mellizo” en el pecho. Caamaño cae herido y es rescatado por miembros de su contingente policial.

Otro hermano de los “mellizos”, Onilio, había sido herido mortalmente al salir en defensa de Avelino Bautista. “Todo lo que siguió fue la muerte de Rodríguez Reyes en la esquina de la iglesia, la balacera, las bombas lacrimógenas desde el este hasta el corral, y posteriormente campesinos en el medio, desde la dirección de los guardias, apostados por la entrada de Bánica”, describe la autora citada más arriba.

Producto de la confusión y el nerviosismo, según las fuentes, las tropas del Ejército y la Policía se enfrentaron a tiros, con los centenares de campesinos palmasolistas sometidos al fuego cruzado de las ametralladoras. Indican que en el lugar de la masacre había más de mil personas, dicen unos, tres mil, según otros.

Los muertos fueron enterrados en una fosa común en lo que hoy se conoce como la Sabana de Componte, en honor a uno de los líderes religiosos cuya función era componer en la tierra lo que se desataba en el cielo.

Sin embargo, la prensa de la época habla de unos 40 muertos, mientras cifras extraoficiales lo estimaban en más de mil, y otros datos conservadores lo calculaban en ochocientos. Todavía hoy, 52 años después, la realidad de lo ocurrido en Palma Sola permanece como uno de los secretos mejor guardados de la Historia Dominicana.

Dudas y rumores oscurecen historia de la matanza

El reconocido político, jurista y escritor Víctor Gómez Bergés se encuentra entre las voces autorizadas que entienden que la muerte del general Rodríguez Reyes fue parte de una trama para impedir el ascenso al poder del Presidente Bosch.

En su voluminoso libro “Balaguer y yo”, Gómez Bergés afirma: “los grupos cívicos y sus aliados, que no pudieron vencer a Balaguer en 1961 con la huelga general y que fueron derrotados nueva vez por Bosch en elecciones calificadas de intachables por los observadores internacionales que vinieron a darle seguimiento a ese certamen electoral, urdieron al parecer, la trama, que allí se incubaba un movimiento político-religioso peligroso para la democracia, que podría incluso estar infiltrado por fuerzas de izquierdas, creando toda una fábula para matar dos palomas con un tiro, como dice el pueblo llano”.

El autor, hoy retirado del quehacer partidario, hace constar el hecho conocido local e internacionalmente, que “según un extendido rumor popular, estaba dirigido a impedir el ascenso al poder de Juan Bosch por parte de dirigentes políticos que tenían fuerte influencia en el gobierno del Consejo de Estado”.

El cadáver del general Rodríguez Reyes fue entregado al entonces coronel Joaquín Méndez Lara, comandante del Ejército Nacional en San Juan de la Maguana, quien lo recibió en presencia del teniente Leonidas Mateo de los Santos y el cabo escribiente Carlos M. Vidal.

Caamaño, quien luego se convirtiera en el líder militar que enfrentó la segunda ocupación armada de los Estados Unidos a la República Dominicana, fue curado en el hospital público de San Juan de la Maguana y retornado a la capital para su recuperación.

“Igualmente se dijo con insistencia que la muerte del general Rodríguez Reyes buscaba eliminar un potencial aliado militar del próximo presidente”, concluye el autor de “Balaguer y yo”.

La sangre derramada en Palma Sola, a más de cinco décadas, queda entre los crímenes de lesa humanidad sin juicio ni castigo en la convulsa vida dominicana del siglo XX. Los olivoristas, a cuarenta años de la ejecución de su mesías, fueron tratados con la misma saña, lo que no es óbice para que Don León Romilio, el más conspicuo de sus seguidores vivos, aún repita: “algo bueno tiene que venirme”.

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