Eterna Compañera, de Sergio Cedeño

Desde el sórdido ambiente partidario en que se desenvuelve, Sergio Cedeño, petromacorisano nacido en Higüey, presenta a los lectores un pequeño libro de relatos cuyo tema central es la muerte. Un rostro juvenil con una flor roja y amarilla en…

Desde el sórdido ambiente partidario en que se desenvuelve, Sergio Cedeño, petromacorisano nacido en Higüey, presenta a los lectores un pequeño libro de relatos cuyo tema central es la muerte. Un rostro juvenil con una flor roja y amarilla en la boca, junto al título, podrían hacer pensar al lector que se encuentra ante una colección de textos narrativos en los que la realización amorosa sería el hilo conductor entre los personajes. Pero de entrada se descubre el desengaño: la Eterna Compañera es la muerte.

El libro no solamente habla de la muerte física. En Eterna Compañera se presenta la muerte espiritual, y en los escritos se ve morir la esperanza, la pasión, la inmadurez, y hasta en un congreso fúnebre llega a debatirse la probabilidad de “la muerte de la Muerte”.

Una crítica permanente a muchas actitudes enraizadas en los dominicanos, dignas de un enfoque psicosocial, está presente en los relatos de Cedeño. Es así como divaga sobre la inconsistencia, la ingratitud y la incertidumbre depresiva, la misma que mata al personaje Nicasio Rondón.

Rasgos humanísticos de la literatura dominicana en boga aparecen en las recreaciones de las muertes de los poetas Rafael y Gatón Deligne, víctimas de la lepra y el suicidio. También la de Evangelina Rodríguez, la primera médica dominicana, cuyo deceso fue por inanición tras una demencia crónica, pese a que llevó una vida de filantropía por todos los pueblos del Este. A la loca “le cogió con lanzar consignas en contra del régimen de Trujillo”, por lo que, como ocurriera con los poetas leprosos, todo el mundo le dio la espalda.

La expresión más alta de pesimismo se plasma en el relato, donde el estudiante ganador de un concurso de biografías sobre el fenecido doctor José Hazim, concluye en que con él murió Macorís, y “también ha muerto mi esperanza”.

“Los partidos políticos también mueren”, comenta un compatriota del autor.

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