Murales con sentido ecológico

Un aspecto que no debe faltar en la formación escolar de los niños es el arte, y más cuando este viene acompañado con un sentido de responsabilidad social y ecológico. El arte es algo que se puede instruir a través de proyectos interactivos,…

Un aspecto que no debe faltar en la formación escolar de los niños es el arte, y más cuando este viene acompañado con un sentido de responsabilidad social y ecológico. El arte es algo que se puede instruir a través de proyectos interactivos, en los que los jóvenes inquietos puedan aprender cómo sus actos pueden hacer la diferencia.

Un ejemplo de ello es el creciente interés de distintos centros educativos de Santo Domingo, en cuyas paredes se puede apreciar murales donde el arte cobra vida a través de elementos reciclados. ¿El objetivo? Llevar un mensaje claro: cuidar nuestro hogar, el planeta Tierra.

Marcelo Ferder, un arquitecto, diseñador, artista plástico y docente de profesión argentino, y quien reside en la República Dominicana desde 1993, es una de las personas que ha contribuido a que por distintos puntos de la ciudad, estudiantes y docentes se involucren en la creación de estos murales para engalanar el entorno y concienciar a la gente.

“Además de crear conciencia sobre la necesidad de reciclar y cuidar el medio ambiente, que es la obvia intención pedagógica, el uso de estos materiales es una manera de evidenciar que los residuos comunican cosas, relatan historias a través de sus formas, colores, texturas y del tiempo en el que les tocó existir”, comenta Ferder.

Y es que en el arte, según el comprometido artista, en especial este concepto, proviene del pop art, de Andy Warhol, de Robert Rauschenberg, entre otros…; y antes de ellos, Marcel Duchamp, con su fuente-mingitorio. Todos ellos, revalorizadores de lo cotidianidad.

“La actitud de reciclar existe en el arte desde siempre y en el caso mío, desde toda la vida, por principios y también, a veces, hasta por falta de dinero”, agrega Ferder, quien dice que la no biodegradabilidad de residuos plásticos deja de ser un problema para transformase en virtud: la obra de arte, en teoría, será también duradera por cientos de años.

“Digo en teoría, porque se ve expuesta a la destrucción de las propias personas, paradójicamente, una propuesta de embellecimiento del entorno de las ciudades se flagelan y destruyen por culpa de la falta de educación de los mismos vecinos, muchas veces jovencitos y niños a quienes va dirigido. De todas formas, cada vez los hacemos más y más resistentes y el problema se minimiza, reduciendo las roturas a por cientos aceptables”, dice Ferder, quien confiesa que la durabilidad se ha convertido en una obsesión para él.

Un trabajo en conjunto

Los murales concebidos como proyectos artísticos-urbanos inciden de dos maneras, según el artista.

“En los niños, niñas, padres, madres, maestras, vecinos y comerciantes del sector que participan en su realización, pero también en la gente que los disfruta luego de realizados, los que pasan en carro, en guagua, en motor o a pie cada día, la obra los confronta. Pues la mayoría de la población jamás ha ido a un museo o galería de arte. Los murales intentan llegar al común de la gente en su cotidiano vivir”, expresa.

Y es que el embellecimiento del entorno hace que los miembros de la comunidad se sientan orgulloso de su sector y lo revalorizan. Sin embargo, Ferder aclara que si el discurso de un artista que hace murales con residuos es a partir de lo ecológico, se queda trunco.

La función del arte, por encima de concienciar tal o cual cosa, es crear belleza. Esa transformación de lo feo en bonito crea en la comunidad un cierto grado de orgullo de su entorno y la apropiación, producto de haber sido partícipe de su gestación. Les permite ir incorporando las obras poco a poco, hasta hacerlas propias.

“Me gusta pensar que esa belleza también pueda llegar a traer desarrollo económico y social a las comunidades. Por ejemplo, la creación de rutas de murales organizadas para turistas, gente que visite los murales y consuma bebidas y alimentos y compre recuerdos en el entorno cercano, etc.”, agrega Ferder, quien comienza a realizar murales en el país en el 2007 con una intervención en Villa Padrenuestro, en Bayahíbe, con la Asociación de Hoteles Romana Bayahíbe y el BID, donde decoraron 50 casitas utilizando pedazos de cerámicas rotas, usando la técnica del trencadis catalán.

En el 2009, se da la sinergia de sus propuestas de intervención urbana con desechos, junto a la intención de María Isabel Martínez, del departamento de educación del Centro León de Santiago, de crear talleres de reciclaje para escuelas y colegios, pero no a escala urbana sino de reciclaje tradicional. Y es cuando Ferder propone llevar el proyecto a escala urbana, y cuando nace Ciudad Reciclada, proyecto aún en vigencia.

Actualmente, con el programa Fábrica de Murales, han realizado más de cincuenta murales en todo el país, en colaboración con la Cámara Dominico-Americana, la OEI, y los ministerios de Cultura y de Educación.

Para la realización de los murales, el artista toma en cuenta el aspecto de la pared (si necesita reparación, su tamaño y su ubicación en cuanto a la incidencia o no del sol) para determinar las técnicas a implementar, la realización y el concepto. También a qué sector de la ciudad pertenece y quiénes serán los participantes del proyecto: edades, estatus social, intereses, capacidades, etc.

La involucración de los estudiantes dependerá del tipo del mural, explica Ferder, quien dice que a veces participan de lleno en la idea y en otras ocasiones es él quien hace las propuestas y ellos (los estudiantes) aportan la mano de obra y ayudan en la recolección, clasificación y pegado de las piezas para llevar a cabo el proyecto.

Una experiencia gratificante

Los objetos utilizados en los murales se clasifican por color y forma, se lavan y se limpian; otros se cortan para darles la forma necesaria, se adhieren a la pared utilizando distintas técnicas que incluyen cemento, adhesivos plásticos y elementos de fijación mecánicos, explica Ferder, quien asegura que el proceso es una actividad donde los participantes se comprometen entre ellos y su entorno.

En cuanto a su experiencia, dice: “Esto me ha permitido condensar mis dos profesiones de manera armónica: las artes plásticas y la arquitectura. Me ha reconfirmado las ideas e intuiciones mías de siempre: que el arte debe ser portador de cambio, de sanación social, no un mero juego autorreferente e intrascendente de artistas privilegiados pintando para clientes privilegiados”.

Estos murales escolares son un proyecto ambicioso, pues en República Dominicana hay hasta el momento 54, de ellos 31 ideados con el programa Fábrica de Murales. En Buenos Aires, Argentina, hay seis, y en Puerto Príncipe uno.

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