En la Cumbre, América se encumbró

Generalmente, cada Cumbre de las Américas es un encuentro social entre presidentes de nuestro continente, donde apenas surgen anécdotas algo insulsas y una que otra declaración diplomática que no pasa de palabras. Para muchos, era una pérdida…

Generalmente, cada Cumbre de las Américas es un encuentro social entre presidentes de nuestro continente, donde apenas surgen anécdotas algo insulsas y una que otra declaración diplomática que no pasa de palabras. Para muchos, era una pérdida de tiempo.

Pero con la pasada VII Cumbre de las Américas celebrada en Panamá, otra historia debemos contar. Por primera vez, los Estados Unidos de América y América Latina se reúnen en un ambiente de respeto, de igualdad, de sinceridad… Y con esto, independientemente de la existencia o no de reales resultados, ya podemos sentirnos satisfechos.

Observamos a un Barack Obama interesado por mejorar las relaciones con el Sur, las que se habían agrietado hasta el límite en las últimas décadas, especialmente como resultado de la política seguida por los gobiernos de Bush padre e hijo, y por el surgimiento de varios gobiernos de izquierda en el área, que abarcaron, entre otros países, a Chile, Argentina, Brasil, Ecuador, Bolivia, Venezuela, Nicaragua, El Salvador, Uruguay y Cuba.

El presidente de los Estados Unidos de América no fue a imponer sus criterios. No fue a ofender. Estaba como un mandatario más, siguiendo los protocolos, saludando afablemente a sus pares, sonriente, integrado a los programas de trabajo.

No podemos negar que el caso de Cuba es emblemático en el continente. Une y divide. Crea amores y odios. En síntesis: apasiona, con la salvedad de que en este nuevo esquema latinoamericano la patria de Martí lleva las de ganar ante cualquier conflicto frente al llamado Gran Coloso del Norte.

Por el hecho de ese acercamiento entre Raúl Castro y Barack Obama, el primero entre mandatarios de ambos países en una cumbre de este tipo en más de 50 años, es algo extraordinario, que redefinirá la visión de América Latina hacia Cuba, y viceversa. Y resalto que esto es el preludio de la pública normalización de las relaciones entre las dos naciones.

También fue un paso de avance para buscar armonía con el gobierno de Venezuela, que en ocasiones no se comporta con la madurez necesaria cuando se refiere a los Estados Unidos de América.

Y a esto, en el plano local, destaco la participación del presidente Danilo Medina. Con su natural sencillez, habló con responsabilidad sobre temas tan neurálgicos como son el migratorio y el narcotráfico. Fue preciso. Recuerdo lo que expresó con relación a Haití: un país pobre no puede con dos pueblos pobres.

Fue una cumbre con metas concretas, que tendrá positivos resultados. Y extrañamente no se firmó una declaratoria final de compromiso entre los dignatarios presentes, lo que implica que lo que se nota y se hace es más importante que lo que se escribe.

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