Los clásicos en serio y en broma

[Italo Calvino, que era un escritor con gran sentido del humor, escribió sobre los clásicos un enjundioso texto, “Por qué leer los clásicos”, que aquí se publica debidamente mutilado por razones de espacio, no sin invitar al lector a degustarlo&#

[Italo Calvino, que era un escritor con gran sentido del humor, escribió sobre los clásicos un enjundioso texto, “Por qué leer los clásicos”, que aquí se publica debidamente mutilado por razones de espacio, no sin invitar al lector a degustarlo completo en Internet.

Razones no le faltaban a Calvino para emprender su erudita y respetuosa obra de valoración sobre el delicado tema, casi tantas como las que asisten a Enrique Gallud Jardiel para desacreditarlo con otro tipo de humor (corrosivo, vitriólico), en un simpático “libelo” titulado “¿Qué demontres son los clásicos?”, que también se publica en esta página a manera de contrapartida.

Es un texto humorístico, ya se dijo, pero nadie dude que Gallud Jardiel se toma en serio. Muy en serio. PCS.]

Por qué leer los clásicos Italo Calvino

Empecemos proponiendo algunas definiciones.

1. Los clásicos son esos libros de los cuales suele oírse decir: “Estoy releyendo…” y nunca “Estoy leyendo..”

Es lo que ocurre por lo menos entre esas personas que se supone “de vastas lecturas”; no vale para la juventud, edad en la que el encuentro con el mundo, y con los clásicos como parte del mundo, vale exactamente como primer encuentro.

Podemos intentar ahora esta otra definición:

2. Se llama clásicos a los libros que constituyen una riqueza para quien los ha leído y amado, pero que constituyen una riqueza no menor para quien se reserva la suerte de leerlos por primera vez en las mejores condiciones para saborearlos.

La definición que podemos dar será entonces:

3. Los clásicos son libros que ejercen una influencia particular ya sea cuando se imponen por inolvidables, ya sea cuando se esconden en los pliegues de la memoria mimetizándose con el inconsciente colectivo o individual.

4. Toda relectura de un clásico es una lectura de descubrimiento como la primera.

5. Toda lectura de un clásico es en realidad una relectura.
La definición 4 puede considerarse corolario de ésta:

6. Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir.
Mientras que la definición 5 remite a una formulación más explicativa, como:

7. Los clásicos son esos libros que nos llegan trayendo impresa la huella de las lecturas que han precedido a la nuestra, y tras de sí la huella que han dejado en la cultura o en las culturas que han atravesado (o más sencillamente, en el lenguaje o en las costumbres).

La escuela y la universidad deberían servir para hacernos entender que ningún libro que hable de un libro dice más que el libro en cuestión; en cambio hacen todo lo posible para que se crea lo contrario. Por una inversión de valores muy difundida, la introducción, el aparato crítico, la bibliografía hacen las veces de una cortina de humo para esconder lo que el texto tiene que decir y que sólo puede decir si se lo deja hablar sin intermediarios que pretendan saber más que él. Podemos concluir que:

8. Un clásico es una obra que suscita un incesante polvillo de discursos críticos, pero que la obra se sacude continuamente de encima.

El clásico no nos enseña necesariamente algo que no sabíamos; a veces descubrimos en él algo que siempre habíamos sabido (o creído saber) pero no sabíamos que él había sido el primero en decirlo (o se relaciona con él de una manera especial).

De todo esto podríamos hacer derivar una definición del tipo siguiente:
9. Los clásicos son libros que cuanto más cree uno conocerlos de oídas, tanto más nuevos, inesperados, inéditos resultan al leerlos de verdad.

Naturalmente, esto ocurre cuando un clásico funciona como tal, esto es, cuando establece una relación personal con quien lo lee. Si no salta la chispa, no hay nada que hacer: no se leen los clásicos por deber o por respeto, sino sólo por amor. Salvo en la escuela: la escuela debe hacerte conocer bien o mal cierto número de clásicos entre los cuales (o con referencia a los cuales) podrás reconocer después “tus” clásicos.

La escuela está obligada a darte instrumentos para efectuar una elección; pero las elecciones que cuentan son las que ocurren fuera o después de cualquier escuela.

Sólo en las lecturas desinteresadas puede suceder que te tropieces con el libro que llegará a ser tu libro.

Llegamos por este camino a una idea de clásico muy alta y exigente:

10. Llámase clásico a un libro que se configura como equivalente del universo, a semejanza de los antiguos talismanes.

Con esta definición nos acercamos a la idea del libro total, como lo soñaba Mallarmé.

Pero un clásico puede establecer una relación igualmente fuerte de oposición, de antítesis. Todo lo que Jean-Jacques Rousseau piensa y hace me interesa mucho, pero todo me inspira un deseo incoercible de contradecirlo, de criticarlo, de discutir con él. Incide en ello una antipatía personal en el plano temperamental, pero en ese sentido me bastaría con no leerlo, y en cambio no puedo menos que considerarlo entre mis autores.

Diré por tanto:

11. Tu clásico es aquel que no puede serte indiferente y que te sirve para definirte a ti mismo en relación y quizás en contraste con él.

Creo que no necesito justificarme si empleo el término “clásico” sin hacer distingos de antigüedad, de estilo, de autoridad.

Lo que para mí distingue al clásico es tal vez sólo un efecto de resonancia que vale tanto para una obra antigua como para una moderna pero ya ubicada en una continuidad cultural.

Podríamos decir:

12. Un clásico es un libro que está antes que otros clásicos; pero quien haya leído primero los otros y después lee aquél, reconoce enseguida su lugar en la genealogía.

Pero ya es mucho que para los más la presencia de los clásicos se advierta como un retumbo lejano, fuera de la habitación invadida tanto por la actualidad como por la televisión a todo volumen.

Añadamos por lo tanto:

13. Es clásico lo que tiende a relegar la actualidad a la categoría de ruido de fondo, pero al mismo tiempo no puede prescindir de ese ruido de fondo.

14. Es clásico lo que persiste como ruido de fondo incluso allí donde la actualidad más incompatible se impone.

La única razón que se puede aducir es que leer los clásicos es mejor que no leer los clásicos. [1981]

¿Qué demontres son los clásicos?

Enrique Gallud Jardiel
Muchas generaciones de adolescentes, impelidos por el ansia de saber, han interrumpido su magreo con novias y novios, se han salido de los bares y discotecas por la puerta de atrás y, en medio de un frío callejón lleno de basura, se han hecho esta misma pregunta, que obsesiona a nuestro mundo. Pero no han obtenido una respuesta satisfactoria. Es hora ya, pues, de que alguien concrete.

Como es costumbre en los escritos académicos y eruditos en general, cuando no se sabe qué decir, se comienza haciendo un resumen de lo que han dicho los demás sobre el tema en cuestión.
Eso haremos.

En lo relativo a la esencia y origen de los clásicos han sido varios los grupos de opinión.

Están los que dicen que se entiende por “clásico” a todo autor que dedica una parte substancial de su existencia a posar para estatua marmórea, medallón de estuco para edificio público, litografía en madera para libro de texto, etc.
Según este criterio, un clásico es, por definición, un “retratado”. Si tu imagen no está por ahí, no eres clásico.

Otro sector de opinión define al clásico como aquel autor experto en la concatenación de palabras incoherentes y soporíferas, aparentemente llenas de sentido, pero en realidad vacuas cual promesa electoral. Como es muy difícil juntar palabras que no digan nada, esta actividad se supone complicada y entraña un mérito innegable que se recompensa con inserción perpetua en antologías subvencionadas.

La escuela sintética resume al clásico en una sola palabra, ejercicio supremo de habilidad resumidora. La palabra, en cuestión, no es otra sino “pelmazo” y a ellos se han dedicado muchos libros como éste que tienes en tus manos, sin ir más lejos.

“Azorín”, en su infinita sabiduría, explicó en verdaderas cataratas de prosa repartidas en varios libros lo que eran los clásicos. Como la lectura de este autor conlleva un alto grado de sopor, no se sabe con certeza lo que pensaba “Azorín” al respecto.

El materialismo predominante en nuestra sociedad lleva a algunos a definir a los clásicos como “aquellos escritores tan antiguos a los que, si representas su obras o publicas sus libros, ya no tienes que pagarles derechos de autor”.

Un libro maravilloso define a los clásicos como “autores de esas obras que nadie se atreve a reconocer que no han leído.” Esta inusitada sinceridad es la que me hace preferir tal libro al diccionario de la RAE o el de María Moliner.

Se trata del Diccionario enciclopédico ilustrado abreviado sintético-coloquial y etimológico-lingüístico de dudas, expresiones y locuciones típicas del argot lexicológico verbal del castellano hablado y escrito por hispanoparlantes.
pcs, jueves, 07 de mayo de 2015.

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