La encargada de una pequeña guardería en su propia casa, con una tanda hasta las 6:00 de la tarde, me narra lo siguiente:“Quiero contarte esto a ti como psicóloga para que me des tu opinión: Una niña, la cual lleva alrededor de 5 meses con nosotros normalmente es recogida por su niñera unos minutos después de la hora acordada, pero resulta que hace unos días, después de muchas llamadas y pasadas las 9:00 de la noche, me comunico con su mamá, que ya estaba en casa acostada viendo la televisión, a la cual digo que por qué no han recogido la niña. Ésta, con asombro, me dice: “¡No es posible!, pensé que ya estaba durmiendo, pero llegué tan cansada que seguí a mi habitación, y verdaderamente no pasé a verla”.
No les voy a hablar sobre la respuesta dada de mi parte sobre dicha situación; les voy a dar la oportunidad de sacar sus propias conjeturas sobre el caso, el cual, aunque parezca inverosímil, se manifiesta de otras formas.
Las 24 horas del día parecen no alcanzar para las “actividades” del hombre y la mujer de hoy, y más aun, el desgaste que implica si se podrá cumplir la agenda de mañana o no.
Resulta que el rendimiento del tiempo no está precisamente en que tuviéramos más horas, sino, en el buen manejo y ordenamiento del mismo. Suelo repetir que la vida es de orden, así como también que Dios es de orden.
Por tanto, tenemos que colocar en orden de prioridad que lo principal, lo primero, debe ser el tiempo a nuestras familias y especialmente a nuestros hijos.
Muchas las veces la más grande responsabilidad que tenemos, o lo que podría ser nuestra mejor inversión o por el contrario, el peor fruto, son los hijos.
Quejas por todas partes de cuán difícil está la situación social, pero, verdaderamente en nuestras manos se encuentra la solución a la gran mayoría de males que hoy acontecen, y es precisamente dentro del hogar.