Eva Taberne Albarenga: Reír para no llorar (1)

[Siempre es inquietante para un escritor -y quizás para cualquier bípedo de los que llaman humanos-, verse con los ojos del otro, que en este caso es la otra. La otra es Eva Taberne Albarenga. La autora de un texto titulado “Reír para no llorar:&#823

[Siempre es inquietante para un escritor -y quizás para cualquier bípedo de los que llaman humanos-, verse con los ojos del otro, que en este caso es la otra. La otra es Eva Taberne Albarenga. La autora de un texto titulado “Reír para no llorar: Tres Cuentos Negros de Pedro Conde Sturla”. Los fatídicos cuentos negros.

Eva Taberne Albarenga, uruguaya (ahora graduada en Letras), fue una vez “sobresaliente estudiante” de la Universidad Federal de Integración Latinoamericana (UNILA) y alumna de Pedro Granados.

Pedro Granados, escritor y poeta peruano, amigo irreversible del dilecto Armando Almánzar Botello, vivió un tiempo entre nosotros y entre nosotros escribió o concibió su novela “Un chin de amor” (2005), una novela en la que se declara amante irreparable de lo que queda del país de los dominicanos, y sobre todo de las dominicanas, de la “prietitud” de las dominicanas.

Eva Taberne Albarenga, reitero, fue alumna de Pedro Granados, a quien Eva Taberne Albarenga agradece:

“Creo que mi trabajo ha sido el resultado de tanto entusiasmo y conocimiento que has traído a las clases. Nos has ‘atrapado’ a todos con la Literatura Caribeña y eso es magnífico porque se trata de una comarca de la cual habíamos permanecido muy distantes hasta ahora. Y con tus clases, tu experiencia de vida y tus libros, nos has permitido el acercamiento.

¡Gracias por compartir mi trabajo, por tus palabras y tu apoyo!
20/12/13 06:25:37”.

El ojo de la otra no es como el ojo del amo que engorda al ganado, es un ojo crítico. No siempre se estará de acuerdo con su manera de mirar, pero el escritor sólo es dueño del relato -decía Borges- no de la moraleja. PCS]
Reír para no llorar: Tres Cuentos Negros de Pedro Conde Sturla
Eva Taberne Albarenga (G-UNILA)
Profesor: Pedro Granados
Materia: Literatura de la Comarca
Caribeña

La mejor definición que me permito aplicar al humor que permea estos tres cuentos de Pedro Conde Sturla (“Yo adivino el parpadeo”, “El Nazionalista”, “Fábula del Fabulador”) es la de lo tragicómico. Así como el término lo indica, la desgracia se tiñe de comicidad en dicha narrativa, sin que por ello anule la dimensión trágica, pero adquiriendo esta, nuevos matices, que la desafían y la tornan, de este modo, menos insoportable.

En este sentido, según comenta Marcio Acselrad (2004, p.139), la función del humor estaría íntimamente ligada a disminuir el impacto de la tragedia que significa en sí la vida y la muerte, lidiando con las inquietudes más profundas y las experiencias más agudas que experimenta el ser humano de una forma sutil e irónica, pero en el fondo mordaz. “Cuanto más dramático, más humorístico será”, asevera el catedrático (ídem); el humor transforma el dolor en risa, aún cuando el sufrimiento constituye la materia prima con la que se elabora el chiste o la ironía, tal vez encontremos en el humor negro el mejor ejemplo de ello. Y no es gratuito que los cuentos sean adjetivados como “negros” por el autor, claramente auto-consciente de su minucioso trabajo narrativo.

Francisca Noguerol Jiménez, autora de “La Trampa en la Sonrisa” (2000), analiza los componentes de la sátira en la narrativa de Augusto Monterroso. Entre estos, reconoce el papel fundamental que desempeña el humor, que clasifica en humor negro, humor absurdo y humor grotesco. Nos interesan principalmente algunas consideraciones que realiza sobre el primero:
“El humor negro se desarrolla especialmente en contextos sociales problemáticos y en periodos de inestabilidad. Los escritores hispanoamericanos, inmersos en un escenario especialmente conflictivo, utilizan el humor como mecanismo de defensa ante un mundo irracional dominado por la violencia”. (p.30)

La única reserva que mantengo al respecto de su observación, tiene que ver con la cualidad de irracional, vista en un sentido negativo, aplicada al mundo como desencadenante de la violencia. En su lugar, colocaría “un mundo demasiado racional”, ya que la razón ha potenciado, reiteradas veces, desastres monumentales. Y además, el humor, al menos en el caso de los textos analizados, subvierte a la razón, desnuda a la lógica de tiempo/espacio, fracaso/melancolía, muerte/tristeza y nos transporta hacia otros terrenos posibles, donde tienen lugar otros sentidos y sin-sentidos, donde habita la mentira y lo inverosímil, cuestionando así nuestra nociones de verdad y realidad.

Por otro lado, la psicoanalista Míriam Maranhão, (2007, p.1-7) reflexiona sobre la importancia de lo tragicómico para la vida psíquica, analizando de qué modo los judíos hacen uso del humor negro, para reírse de sus propias tragedias (exclusión, exilio, holocausto) y lograr así, atenuarlas. Lo trágico se transforma mediante el chiste en resistencia. La única salida posible al sufrimiento sería la melancolía que conduciría al aniquilamiento, sin embargo, lo cómico interviene para revertir esta situación, con sus múltiples recursos que actúan como mecanismos de defensa, posibilitando la supervivencia.

No me sorprende, entonces, toparme con tres cuentos que de una manera u otra reúnen tales características, a comenzar por los títulos. Es posible vislumbrar la dosis de humor, de ironía y de “guiño” condensados en “Yo adivino el parpadeo”, “El Nazionalista”, “Fábula del fabulador”. El primero, me recibe con un juego intertextual que se forma a partir de la estrofa inicial de la canción de tango “Volver”, ampliamente conocida por la interpretación de Gardel. Al parpadeo que se adivina, le adivino algunas posibles evocaciones, tales como la anticipación del fracaso que experimentará el protagonista al final del cuento (final de su carrera musical), el parpadeo como un acto natural, en que se pasa de un estado a otro con extrema rapidez (de la fama al fracaso, del encuentro con el argentino al encuentro con el dominicano, de cantante de tangos a limpiador de pisos de hospital); así como también con cierta connotación sexual (o sensual), pensando en el parpadeo como el guiño seductor, que bien puede estar orientado al lector o al argentino. “El nazionalista” formado a partir de la conjunción de “nazi” y “nacionalista” lleva de por sí un título cargado de sarcasmo, que anticipa el tipo de humor/denuncia que encarna el texto. “Fábula del fabulador” funciona como una mise en abyme, entendiendo “fábula” como mentira o a lo sumo como una mentira que encubre algún tipo de verdad. En este sentido, me deparo con varios “camadas de fábulas”: anécdotas inverosímiles narradas por Dato -el protagonista- a sus camaradas del Palacio de la Esquizofrenia; mentiras que integran cada una de estas historias (como el cambio de identidad por Ramón García Sarmiento); la versión del narrador externo sobre la vida (y muerte) de Dato; así como la gran fábula de la literatura, de la Historia, de la ciencia, de Dios.

Retomando el énfasis en el humor negro presente en los cuentos, -principalmente en estos últimos dos- puedo notar cómo a través de la ironía, el sarcasmo, la exageración, se encauzan hondas críticas y denuncias. “El nazionalista”, como ya lo señalé, delata el carácter nazista del nacionalismo dominicano, escenificado a través de la felicidad que experimenta este tipo humano (no tiene nombre propio, por lo tanto, podría ser cualquier persona con tales características), cuando se entera de que han instalado un asadero haitiano:

“Vendían allí haitianitos al horno, costillitas de haitianitos a la parrilla, pipián de hígado de haitianitos […] Y lo mejor de todo, los comensales podían elegir en el muestrario su haitianito o haitianita viva. […] Bastaba señalar con el dedo su preferencia y podía uno observar cómo el encargado la degollaba con una pequeña incisión para que se desangrase lentamente y conservara la textura, en el mejor estilo de la cocina Kosher. (p.79)”

Los comensales, a mi modo de ver, configuran una clase pudiente, dominante y depredadora, que pregona el odio y el racismo hacia los haitianos a partir de la defensa de una identidad nacional excluyente, que pese a querer sustentarse, se encuentra en sí misma escindida por el mar y la intensa relación (económica, militar, social y familiar) con los Estados Unidos. De alguna forma, esta voluntad de expulsar a los haitianos del territorio dominicano, se vuelve paradoxal, ya que estos son la “comida” que le permite subsistir a su clase y aparato ideológico, a través de su fuerza de trabajo, entendiendo “comida” en su(s) amplio(s) sentido(s). Tal vez, en este cuento, Pedro Conde Sturla se estaría aproximando a lo que Noguerol define como el escritor satírico:

“El escritor satírico mantiene una actitud crítica hacia la humanidad, cuyos defectos ataca con distintos grados de severidad. En sus obras expresa un desacuerdo con el mundo y su visión de este como una permanente injusticia.” (2000, p.24).

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