Páginas del anteayer: Alguien que sacaba conejos de tu sombrero

Ya que no podemos cambiar de país, cambiemos de tema.JAMES JOYCE Un buen día aparece el hombre con la camisa arremangada. Callado. Sudoroso. Sin preguntar nada a nadie. Un auténtico chinito de la Duarte. Curando a izquierda y derecha.…

Ya que no podemos cambiar de país, cambiemos de tema.
JAMES JOYCE

Un buen día aparece el hombre con la camisa arremangada. Callado. Sudoroso. Sin preguntar nada a nadie. Un auténtico chinito de la Duarte. Curando a izquierda y derecha. Uno cada minuto. Noche y día. Sin anestesia. Arrancando tripas por televisión. Gratis. Tripas como conejos que vuelan de tu sombrero en la mano que invade barrigas cabezas bocas narices oídos. (No poca cosa es sanar un General y un Coronel).

Un buen día aparece el hombre con la cara seria. Ceñudo. Una taumaturgia vieja de brujo oriental. Sin preguntar nada a nadie. Demoliendo cosas. Levantando cosas. A izquierda y derecha. Una por minuto. Noche y día. Un lago. Una pirámide. Una esfinge. Una torre. Un jardín en la brisa. Sin explicar nada. Sacando conejos de tu sombrero. Cosas que entran por ojos bocas narices oídos. Noche y día. El genio de la lámpara. El aliento tutelar. Todos los días. De domingo a domingo. Sin descanso. Sorprendiendo y maravillando a tanto Juan Pérez inadvertido.

Entonces viene el pesado ése. El antipático ése. El aguafiestas ése de Defilló. Que aquello es sólo un truco. Que el chinito hipnotiza. Que uno relaja el vientre y entonces el hombre aprieta y aprieta y aprieta. Que las manos se hunden hasta dar la sensación de que penetran en la panza. Que en la mano se oculta una bolsita con sangre. Sangre y molleja y tripitas de pollo. Un excelente acto de magia. Un perfecto y muy antiguo aunque ya muy desprestigiado acto de ilusionismo. Folklore. Magia. Rito religioso. ¡Ah desmitificador ese Defilló!
Entonces viene el pesado ése. El antipático ése. El aguafiestas ése de Saladín. Que aquello es sólo un truco. Que el hombre hipnotiza. Que uno se relaja y entonces el hombre aprieta y aprieta y aprieta. Que las manos se hunden hasta dar la sensación de que penetran en lo hondo. Que en la mano hay una bolsita con pesos. Sangre y molleja y tripitas de pesos. Que todo aquello es un excelente acto de magia. Un perfecto y muy antiguo aunque ya muy desacreditado acto de ilusionismo. Mito. Populismo. Misticismo. Folklore político. ¡Ah desmitificador ese Saladín!

Ahora sabe uno cómo llega y cómo sale y qué trae y cuánto cobra y quién paga al chinito fabulado. A este chinito que levanta más polvareda que un ciclón. A este chinito que a fin de cuentas todo lo dejará como al principio. Idéntico. Todo igual. Sin un costurón. Sin rastros siquiera de una herida. Ni más ni menos.
Ahora sabe uno el cómo y el porqué del hombre ceñudo. Del genio de la lámpara. Del impulso tutelar que mueve quita inventa objetos y sustancias. Del mago que a fin de cuentas todo lo dejará como al principio. Idéntico. Igual. O casi igual. Jardines más jardines menos. Esfinges más esfinges menos. Igual. O casi igual. Excluyendo el pan la luz la vida. Salvo una hogaza de luz. Menos un soplo de vida. Excepto el remoto efluvio del pan. En suma. Lo repito. Todo igual. O casi igual.

(Seguirás imaginando al tipo ése de la camisa arremangada. Sudoroso. Callado. Imprevisto. Al chinito de la Duarte con las manos en la barriga. Imposible aquello. La locura en mangas de camisa. Sanar uno cada minuto. Una alucinación. Llenas las manos llenas. Ahora lo entiendes. Uno cada minuto. Desvarío aquel hombre que saca tripas de tu sombrero. Una mano al vientre que desenjaula conejos de tu sangre. Esa mano que desviste temblorosas claridades esenciales de tu panza. La extraviada razón. El ensueño. Irreal ese chinito. Deshechos sus blandos conejos de neblina. ¡Ah desmitificador este Bernardo!).

(Seguirás imaginando la lámpara. Sólo frotar y frotar y frotar. Entonces tú aguardando el milagro. Un día. Todos los días. Cada día. Hasta el momento en que aquello comienza a parecerte extraviado. Delirante la torre la esfinge el vergel prolijo. Delirante el afilado puñal que raja sombras marinas en el cielo vacío. Tú que aquel día esperabas. Que aguardabas hasta hoy. Tú que ahora ya por fin estás decidido a no confiar. Tú que ya no creerás jamás en lámparas genios o sombreros madrigueras de taimados. ¡Ah desmitificador este Roberto!).

Que las manos se hunden hasta dar la sensación de que penetran en la panza. Que en la mano se oculta una bolsita con sangre. Sangre y molleja y tripas de pollo. Un excelente acto de  magia”.

Entonces viene el pesado ése. El antipático ése. El aguafiestas ese de Saladín. Que aquello es solo un truco. Que el hombre hipnotiza. Que uno se relaja y entonces el hombre aprieta y aprieta y aprieta”.

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