Las teorías pedagógicas consignan al profesor como el elemento fundamental en un proceso de enseñanza-aprendizaje de calidad. Después, se sitúan como importantes otros elementos como la gestión de las escuelas, el involucramiento de padres y madres, los recursos didácticos, la infraestructura escolar, etc. El profesor es la pieza fundamental del sistema.
Cuando estudiamos y comparamos sistemas educativos eficientes –considerando eficientes los sistemas que ocupan los primeros lugares en pruebas estandarizadas administradas a los estudiantes-como Finlandia, Corea del Sur, y más cercano a nosotros, Chile, el principal elemento común entre estos sistemas es la calidad de sus docentes.
Es importante resaltar que en aspectos estructurales y pedagógicos de estos sistemas, existen no solo diferencias, sino hasta modelos contradictorios; enseñanza liberal versus autoritaria, alto financiamiento público versus financiamiento privado, clima escolar relajado versus clima estricto, competitivo y demandante (Paz Salas, 2013).
Ahora bien, estos sistemas coinciden en la calidad de sus docentes producto de un exigente proceso de reclutamiento y selección que, a su vez, está basado en formación y exámenes en áreas consideradas críticas en el diseño curricular convencional, como Lengua Española, Matemática, Ciencias, y en otras áreas, igualmente privilegiadas en esos países para el desarrollo integral de un ciudadano, como arte y comunicación.
Ahora bien, ese riguroso proceso de selección del profesorado, está acompañado por un principio de estabilidad, bienestar y dignidad, que no solo considera el salario y otros elementos importantes asociados al paquete laboral, sino que está sustentado en una alta valoración social y prestigio para quienes ejercen esta profesión.
Consecuentemente, el profesor, a partir de los aprendizajes que evidencian sus estudiantes y la percepción de su trabajo por parte de los padres y madres, están siendo evaluados y retados cada año escolar.
Definitivamente, acoger el Pacto Educativo en sus artículos 5 y 6 respecto de la Dignificación y desarrollo de la carrera docente, Condiciones de vida y de trabajo de los docentes e Instalación de una cultura de evaluación del Sistema, deberá ser nuestra prioridad.
Si bien es cierto que hay avances en algunos de los acápites, de los compromisos contraídos, falta un gran trecho por completar, y requiere todavía de mucha voluntad política y social para que tengamos una seria reforma educativa. l