Una gala con lo mejor del piano

Si tuviéramos la oportunidad de realizar un viaje al pasado, exactamente al 15 de diciembre de 1993, para esa época la compañía E. León Jimenes celebraba sus 90 años con la I Gala Van Cliburn en el Teatro Nacional, en la cual, la Fundación…

Una gala con lo mejor del piano

Si tuviéramos la oportunidad de realizar un viaje al pasado, exactamente al 15 de diciembre de 1993, para esa época la compañía E. León Jimenes celebraba sus 90 años con la I Gala Van Cliburn en el Teatro Nacional, en la cual, la Fundación…

Si tuviéramos la oportunidad de realizar un viaje al pasado, exactamente al 15 de diciembre de 1993, para esa época la compañía E. León Jimenes celebraba sus 90 años con la I Gala Van Cliburn en el Teatro Nacional, en la cual, la Fundación Orquesta Sinfónica Nacional, hoy conocida como Fundación Sinfonía, tenía a cargo el programa artístico. Fueron invitados los tres medallistas ganadores del Concurso Internacional de Piano Van Cliburn de aquel año: el italiano Simone Pedroni, el ruso Valery Kuleshov y el estadounidense Christopher Taylor.

Cada cuatro años, desde entonces, ambas instituciones presentan una nueva edición. Hasta el miércoles 28 de octubre del presente año, dieciséis galardonados jóvenes pianistas nos habían visitado, pero gracias a la celebración de la VI Gala de Ganadores, tradición de décadas, se sumaron dos músicos que conquistaron el decimocuarto concurso: Vadym Kholodenko (Ucrania, Medalla de Oro) y Sean Chean (Estados Unidos, Premio de Cristal). Con ellos, la lista se extiende a un total de dieciocho virtuosos del piano que se han dado cita en la sala Carlos Piantini del Teatro Nacional Eduardo Brito de Santo Domingo:

Este evento, de carácter “obligatorio” para la clase musical y melómana del país, desde su anuncio en los medios de comunicación suscitó expectativas. Y no es para menos. El programa seleccionado así lo exigía: el Concierto No. 3 en Re menor, Opus 30, para piano y orquesta, del ruso Sergie Rachmaninov; y el Concerto No. 2 en Sol menor, Opus 22, para piano y orquesta, del francés Camille Saint-Saëns. A quienes se unió la obertura de la opera “Tannhäuser”, del compositor de origen alemán, Richard Wagner, que fue interpretada por nuestra Orquesta Sinfónica Nacional, bajo la dirección de José Antonio Molina.

Los invitados de la noche

Sean Chean tuvo la responsabilidad de interpretar a uno de los compositores e ilustres del piano más difíciles de todos los tiempos, Rachmaninov. Su tercer concierto, escrito en 1909, es monumental. Caracterizado por su brillantez pianística, comienza sin embargo con unos primeros compases que podrían ser tocados por un ñiño. Lirismo, figuraciones complejas, cambios de texturas graduales, ritmos rápidos, melodías conmovedoras y mucho contraste, entre otros, fueron algunos de los tantos retos de Chean ante esta interpretación, que si bien estuvo ejecutada formalmente, quizás no logró conmover del todo al público que abarrotó la sala. Por momentos, su melodía se entreperdía o perdía fuerzas, posiblemente por los muchos solos orquestales que compiten y se entremezclan con el solista de piano; un punto a considerar a la hora de evaluar su participación.

De su parte, el ganador de la medalla de oro, Vadym Kholodenko, reafirmó en la velada su primer lugar. Con tan sólo tocar las primeras notas logró atrapar a los muchos que, tras finalizar su participación, vociferaban que fue lo mejor de la noche. ¿Su mecanismo de hipnosis? El Concierto No. 2 de Saint-Saëns, el más famoso de este compositor. Una interpretación impecable, llena de filigranas, de buen gusto, exquisita. Así podría describirse la de Vadym. Este piano concerto le dio la oportunidad de lucir sus dotes de brillantez y virtuosismo ante el instrumento. Y demostró aún más su vena artística gracias a la deslumbrante cadenza con que concluye el primer movimiento del concierto. No obstante, daba aún más. El gracioso y animado rondó del segundo movimiento, y la impetuosa y saltarina danza del tercero, lo avalan.

Desde su premiación, ambos pianistas han recibido aplausos por todo el mundo por sus conciertos, y esta gala le dio la oportunidad al pueblo dominicano, una vez más, de estar en presencia de jóvenes cuyo talento testifica el por qué de sus premiaciones.

Fomentar y promover la música clásica en República Dominicana siempre ha sido el objetivo de este evento. “Las gestas culturales son admirables, y lo que ha devenido la Gala Van Cliburn como institución cultural en nuestro país, constituye una de esas hazañas que son realidad por la actitud perseverante, la disciplina y la fe que profesan seres muy especiales que existen en la humanidad” (palabras de María Amalia León y José A. León en el programa de mano).

Ojalá que este tipo de eventos sigan nutriendo al panorama musical del país. A sus organizadores, la gratitud por el regalo de este concierto memorable, cuyos fondos recaudados serán destinados al Programa Educativo Itinerante del Centro León y a la Residencia Orquestal de la Joven Filarmónica, de Sinfonía.

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Si tuviéramos la oportunidad de realizar un viaje al pasado, exactamente al 15 de diciembre de 1993, para esa época la compañía E. León Jimenes celebraba sus 90 años con la I Gala Van Cliburn en el Teatro Nacional, en la cual, la Fundación Orquesta Sinfónica Nacional, hoy conocida como Fundación Sinfonía, tenía a cargo el programa artístico. Fueron invitados los tres medallistas ganadores del Concurso Internacional de Piano Van Cliburn de aquel año: el italiano Simone Pedroni, el ruso Valery Kuleshov y el estadounidense Christopher Taylor.

Cada cuatro años, desde entonces, ambas instituciones presentan una nueva edición. Hasta el miércoles 28 de octubre del presente año, dieciséis galardonados jóvenes pianistas nos habían visitado, pero gracias a la celebración de la VI Gala de Ganadores, tradición de décadas, se sumaron dos músicos que conquistaron el decimocuarto concurso: Vadym Kholodenko (Ucrania, Medalla de Oro) y Sean Chean (Estados Unidos, Premio de Cristal). Con ellos, la lista se extiende a un total de dieciocho virtuosos del piano que se han dado cita en la sala Carlos Piantini del Teatro Nacional Eduardo Brito de Santo Domingo:

Este evento, de carácter “obligatorio” para la clase musical y melómana del país, desde su anuncio en los medios de comunicación suscitó expectativas. Y no es para menos. El programa seleccionado así lo exigía: el Concierto No. 3 en Re menor, Opus 30, para piano y orquesta, del ruso Sergie Rachmaninov; y el Concerto No. 2 en Sol menor, Opus 22, para piano y orquesta, del francés Camille Saint-Saëns. A quienes se unió la obertura de la opera “Tannhäuser”, del compositor de origen alemán, Richard Wagner, que fue interpretada por nuestra Orquesta Sinfónica Nacional, bajo la dirección de José Antonio Molina.

Los invitados de la noche

Sean Chean tuvo la responsabilidad de interpretar a uno de los compositores e ilustres del piano más difíciles de todos los tiempos, Rachmaninov. Su tercer concierto, escrito en 1909, es monumental. Caracterizado por su brillantez pianística, comienza sin embargo con unos primeros compases que podrían ser tocados por un ñiño. Lirismo, figuraciones complejas, cambios de texturas graduales, ritmos rápidos, melodías conmovedoras y mucho contraste, entre otros, fueron algunos de los tantos retos de Chean ante esta interpretación, que si bien estuvo ejecutada formalmente, quizás no logró conmover del todo al público que abarrotó la sala. Por momentos, su melodía se entreperdía o perdía fuerzas, posiblemente por los muchos solos orquestales que compiten y se entremezclan con el solista de piano; un punto a considerar a la hora de evaluar su participación.

De su parte, el ganador de la medalla de oro, Vadym Kholodenko, reafirmó en la velada su primer lugar. Con tan sólo tocar las primeras notas logró atrapar a los muchos que, tras finalizar su participación, vociferaban que fue lo mejor de la noche. ¿Su mecanismo de hipnosis? El Concierto No. 2 de Saint-Saëns, el más famoso de este compositor. Una interpretación impecable, llena de filigranas, de buen gusto, exquisita. Así podría describirse la de Vadym. Este piano concerto le dio la oportunidad de lucir sus dotes de brillantez y virtuosismo ante el instrumento. Y demostró aún más su vena artística gracias a la deslumbrante cadenza con que concluye el primer movimiento del concierto. No obstante, daba aún más. El gracioso y animado rondó del segundo movimiento, y la impetuosa y saltarina danza del tercero, lo avalan. 

Desde su premiación, ambos pianistas han recibido aplausos por todo el mundo por sus conciertos, y esta gala le dio la oportunidad al pueblo dominicano, una vez más, de estar en presencia de jóvenes cuyo talento testifica el por qué de sus premiaciones.

Fomentar y promover la música clásica en República Dominicana siempre ha sido el objetivo de este evento. “Las gestas culturales son admirables, y lo que ha devenido la Gala Van Cliburn como institución cultural en nuestro país, constituye una de esas hazañas que son realidad por la actitud perseverante, la disciplina y la fe que profesan seres muy especiales que existen en la humanidad” (palabras de María Amalia León y José A. León en el programa de mano).

Ojalá que este tipo de eventos sigan nutriendo al panorama musical del país. A sus organizadores, la gratitud por el regalo de este concierto memorable, cuyos fondos recaudados serán destinados al Programa Educativo Itinerante del Centro León y a la Residencia Orquestal de la Joven Filarmónica, de Sinfonía.

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