Reír sin saber por qué

Es frecuente que una o varias personas se rían sin saber por qué lo hacen, solo contagiadas por la risa de otras personas.

Es frecuente que una o varias personas se rían sin saber por qué lo hacen, solo contagiadas por la risa de otras personas. Quienes manejan profesionalmente el tema—los de verdad, no los presuntuosos—han establecido lo difícil que resulta abstraerse del contagio de la risa, lo cual también suele suceder con el estornudo. Puede decirse que son reacciones que surgen por acto reflejo.

Un colectivo completo puede ser puesto a morirse de la risa por una situación que el noventa y nueve por ciento desconoce, pero que se deja envolver fácilmente. Es tanto que ese porcentaje jamás llegaría a entender la razón de esa masiva reacción humana.

Personalmente yo hice reír a una sala completa del Palacio del Cine que hace unos años funcionó en la avenida 27 de Febrero en la capital de la República y solo tres personas supimos a qué se debió la risotada colectiva.

Estaba viendo el filme “Propuesta indecente” pocos días después de su estreno. Sucedió cuando Robert Redford (personaje John Gage) trataba de convencer a David Murphy, realizado por Woody Harrelson en el papel de esposo de Diana (Demi Moore), para que le permitiera pasar una noche con ella.

“Supongamos que te ofrezco un millón de dólares”, recordemos que le dijo Gage a Murphy, mientras apuntaba hacia la bola ocho en el billar donde surgió la propuesta indecorosa. Cuando finalmente se concretizó la propuesta indecente, tras una vacilación que les quitó el sueño esa noche a los esposos, le lancé a mi vecino de butaca, a quien no conocía, el comentario-pregunta: ¿Te imaginas que después de pagar un millón de dólares, esa tipa le salga con flacidez vaginal? Obviamente, usé el término vulgar con que se denomina en la calle esa disfunción femenina. Mi vecino soltó una de las carcajadas más estruendosas que yo recuerde, la cual fue seguida por todo el auditorio sin saber la razón de la risa, pues en ese instante la película no motivaba tal expresión de
desahogo emocional.

Fue tan misterioso ese contagio de risa colectiva que ni siquiera mi pareja supo el origen hasta que salimos del cine, y con mucha delicadeza le expliqué el comentario que provocó a mi vecino de butaca aquel estallido, y, por efecto imitación, a toda la sala.

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