Los partidos

Tal y como habíamos vaticinado, los partidos tradicionales, principalmente, le doblaron la muñeca, aunque fuese a puros ruegos, a la JCE, concediéndoles una extensión del plazo para la inscripción de las candidaturas congresuales y municipales.&#8230

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La campaña electoral que en principio se perfilaba como de baja competitividad, cobra un curso en el cual los actores tienden a reconocerse, bajo el convencimiento de que la batalla por el poder no será fácil para nadie.

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César de Jesús Canela me escribe por email unas reflexiones interesantes. Lean ahí: “La gran mayoría de los dominicanos no termina de percatarse de lo nocivo y dañino en que se han constituido para el desarrollo institucional de la sociedad…

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Nuestros partidos políticos ayer y hoy: Entidades conminadas por la JCE a transparentar su contabilidad. Que la Iglesia debe arbitrar para que…

Tal y como habíamos vaticinado, los partidos tradicionales, principalmente, le doblaron la muñeca, aunque fuese a puros ruegos, a la JCE, concediéndoles una extensión del plazo para la inscripción de las candidaturas congresuales y municipales. Pretendieron culpar a la autoridad electoral mediante el alegato de que la plataforma electrónica para el registro presentaba “problemas”. A la postre, debieron reconocer que no estaban preparados en ningún sentido para cumplir con los procedimientos establecidos, que no habían llenado el 33% de la cuota de la mujer y que habían hecho trampas en las negociaciones, duplicándolas en diferentes lugares. Un verdadero desorden que sólo ha servido para estimular agresiones, incluso violencia en distintas circunscripciones electorales. ¡Esos partidos!

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La campaña electoral que en principio se perfilaba como de baja competitividad, cobra un curso en el cual los actores tienden a reconocerse, bajo el convencimiento de que la batalla por el poder no será fácil para nadie.Sin embargo, esa comprensión no impide que se observe el desarrollo de un proceso inédito, de las prácticas políticas al interior de los partidos en los últimos años.

Si se pudiera sintetizar con una palabra ese proceso, la más adecuada sería quiebra. Si bien en el mayor partido no hubo rompimiento, sufrió estremecimientos, fricciones y erosiones que pusieron a riesgo su integridad. Sin embargo, está empezando a verificarse la cohesión mínima que le permitirá un desempeño adecuado en las elecciones.

En el otro extremo, la ruptura marcó la otrora más poderosa organización, de la cual surgió el agrupamiento que hoy se proyecta como la principal fuerza contendora del partido mayoritario.

Al mismo tiempo, esos factores han permitido que surja una nueva fuerza política negadora de los partidos tradicionales, y según las encuestas muestra una tendencia al crecimiento, lo que sugiere que pudiera alcanzar una aceptable participación electoral.

Otros actores siguen reproduciendo sus esquemas como entes circulares en todos los procesos electorales, sin indicadores de avances, reafirmándose como una expresión de un parasitismo político que se inserta en el sistema electoral cada cuatro años.

Ese panorama refleja lo que de manera muy general se comenta como “crisis del partidismo”, cuya principal característica en esta etapa es la falta de democracia en su administración interna.

Las principales agrupaciones han conformado sus boletas mediante fórmulas negociadas, que niegan el derecho de participación de los militantes. A mediano plazo, esa práctica resultará insostenible.

Salvadas momentáneamente las dificultades generadas por el desconocimiento de los derechos políticos de los ciudadanos, nadie garantiza que mañana no sean presenciadas nuevas fracturas.

Se habla acerca de la reinvención del partidismo, pero no habría que ser demasiado creativo para lograrlo. Sencillamente, las cúpulas partidarias tendrían que entender que deben privilegiar los procesos democráticos, donde la gente tome sus decisiones, y sean respetados los derechos de elegir y ser elegidos.

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César de Jesús Canela me escribe por email unas reflexiones interesantes. Lean ahí: “La gran mayoría de los dominicanos no termina de percatarse de lo nocivo y dañino en que se han constituido para el desarrollo institucional de la sociedad los partidos políticos, tal como están funcionando en el sistema partidarista. Las cúpulas, o más bien dicho: quienes integran los organismos de las altas direcciones de esas entidades, están ocasionando más daño a la democracia y al futuro de la Nación que el que ha causado a la salud colectiva la presencia y propagación de enfermedades como la chikungunya, el dengue y el paludismo. Más aún: La falta de educación cívica, el irrespeto por el legado de quienes sacrificaron todo por el surgimiento de la República Dominicana, el desconocimiento entre los jóvenes y muchos adultos de quienes han sido verdaderos héroes nacionales, y en fin, la carencia de una real identidad nacional, son solamente algunas de las consecuencias del populismo y del mal manejo que han hecho los llamados dirigentes, que más bien son directivos, de los partidos que nos gastamos. En lo que ellos sí se han manifestado rápidos en la acción y en la actuación, ha sido en repartirse como un botín de guerra los recursos del erario que a través de la Junta Central Electoral tienen asignados y gastan sin fiscalización ni controles reales. Y donde también actúan con mucho tino y sabiduría es en la estructuración y mantenimiento de un poderoso muro de contención y obstáculo para que la sociedad dominicana tenga una Ley de Partidos que regule muchísimas de sus actuaciones aberrantes. En pocas palabras, los partidos políticos y sus altas direcciones tienen de relajo a la gente, han puesto de mojiganga a los electores, y se sirven con la cuchara grande cuándo y cómo se les antoja, sin sonrojo ni pudor. Claro, dicen que no hay mal que por bien no venga ni cuerpo que lo resista, y aunque sea como una esperanza lejana, en el tiempo ha de presentarse la oportunidad para que la gente se cobre con creces esta burla”. Sin comentarios…

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Nuestros partidos políticos ayer y hoy: Entidades conminadas por la JCE a transparentar su contabilidad. Que la Iglesia debe arbitrar para que se comporten civilizadamente en la campaña.

Que apelando a la autonomía legislativa, sancionan la distribución a favor particular del presupuesto del Congreso, como si el dinero público surgiera por generación espontánea, no aportado por los contribuyentes.

Que manipulan la Cámara de Cuentas para contrariar la efectiva supervisión de las finanzas oficiales. Desvinculadas de la sociedad y que sólo funcionan como maquinarias electorales.

Que en la oposición tocan guitarra y en el gobierno violín. Sin importar todo eso, el próximo 20 de mayo los dominicanos volverán a hacer largas filas por ellos. ¡Somos entusiastas!

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