Los peores consejeros

A unque no a todo el mundo le pasa, a muchas personas, con más frecuencia de lo que se pudiera pensar, le asaltan las dudas, se le presentan situaciones en las que no ve salida, toca muchas puertas, camina en diferentes direcciones, pero no llega…

A unque no a todo el mundo le pasa, a muchas personas, con más frecuencia de lo que se pudiera pensar, le asaltan las dudas, se le presentan situaciones en las que no ve salida, toca muchas puertas, camina en diferentes direcciones, pero no llega a ningún lado.

Es como si caminara en círculos. Sencillamente no hay salida, o al menos eso piensa. Cuando nos vemos frente a dificultades que parecen superar nuestra capacidad de solución, nos sentimos atrapados, abatidos y nada a nuestro alrededor logra sustraer la profunda tristeza y preocupación ante esta adversidad que nos roba la paz, la alegría y nos hace sentir una terrible sensación de derrota.

Tener que aceptar cosas que sientes que atentan contra tu orgullo, dignidad y amor propio, solo por conveniencia, necesidad o complacencia, es un suicidio moral. Es vivir una vida ajena, totalmente distante a tus principios y valores. Un motivo para caer en depresión profunda. Es sencillamente dejar de ser uno mismo para ser el que quieren los demás.

Para algunos, aunque les cause molestia, no habrá más remedio y terminarán resignándose a asumir lo que “les toca”, pero para otros, más auténticos y sinceros la única opción es dejarlo todo sin mirar atrás. Olvidarlo todo y empezar de cero. Pero en esos momentos, lo mejor es escuchar, analizar las cosas, no precipitarse, luchar por no llegar a la desesperación, pues sin dudas, el camino nos llevará a un solo destino: el fracaso.

Y es que cuando estamos molestos escuchamos a los perores consejeros: la ira, el dolor, la rabia, la soberbia, la altanería y acallamos la voz de la sensatez, la cordura y hasta la de la conveniencia, e irremediablemente perdemos.

Es mucho lo que cada persona pone en juego todos los días, por humilde u ostentosa de su posición, dentro de sus mundos, lo que cada cual posee, lo es todo y por eso lucha y por eso vive, por lo que es lógico que lo cuide y defienda, pero cuando en esa guerra por mantener lo que hemos logrado, por insignificante que sea a los ojos de los demás, perdemos más de lo que tratamos de defender y en el proceso nos desgastamos, y más aún cuando sentimos que nos estamos faltando a nosotros mismos. l

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