La gente pide respuesta

En la calle Felipe Alfau del barrio Issfapol, frente a Los Trinitarios, a unos pasos de la avenida Charles de Gaulle, los comerciantes llevaban un conteo: de los ocho medianos y pequeños negocios habían asaltado o robado siete, más de una vez,…

En la calle Felipe Alfau del barrio Issfapol, frente a Los Trinitarios, a unos pasos de la avenida Charles de Gaulle, los comerciantes llevaban un conteo: de los ocho medianos y pequeños negocios habían asaltado o robado siete, más de una vez, y el lunes robaron con escalamiento el que faltaba. Los propietarios se lo han tomado a chiste, porque no tienen de otra. Cumplen el rigor de denunciarlo ante la autoridad, pero eso se queda en el olvido.

Lo que ocurre en la calle Felipe Alfau se replica en todo el país. Las autoridades saben muy bien que no exageramos. Quizás el drama es mayor. Un alto número de atracos, robos, agresiones y toda clase de actos de menor jerarquía no llega al cuartel. Como no hay consecuencias, simplemente la gente no los reporta.

Cuando el robo o el asalto ocurre sin sangre, golpes o heridas, la gente lo racionaliza compartiendo su historia con los amigos, compañeros o vecinos. Simplemente se incluyen en la lista de quienes han sufrido este tipo de ataques.

Si se llevaran cifras, probablemente ya en la República no quedaría una familia donde uno de sus integrantes no haya sido victimizado.

La gente, sí sufre y teme, pero no deja se salir o emprender un pequeño negocio. Obviamente, el nivel de resentimiento es enorme. Por eso a veces ponen un ejemplo con un criminal, linchándolo o apaleándolo.

Ahora la impotencia se está convirtiendo en respuesta más activa, cobra cuerpo y contenido social. En algunos barrios los vecinos marchan contra la violencia. En otros sitios, algunos profesionales se expresan, se pronuncian, como las enfermeras de un centro de salud de Navarrete, que ni en su trabajo encuentran paz.

Todo está muy claro. Las autoridades no han podido con la delincuencia. Hay una incapacidad que no encuentra explicación y una visible complicidad en muchísimos casos.

Las autoridades tienen que reinventarse la fórmula más eficiente para perseguir el crimen, porque la gente está cansada. Al menos, está exigiendo respuestas.

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