Volvamos a la educación en valores

En medio de la vorágine social que han despertado los hechos delictivos y criminales más insólitos ocurridos en los últimos meses, la sociedad dominicana vive una especie de paranoia colectiva, lo que afecta el desenvolvimiento normal de la vida&#8230

En medio de la vorágine social que han despertado los hechos delictivos y criminales más insólitos ocurridos en los últimos meses, la sociedad dominicana vive una especie de paranoia colectiva, lo que afecta el desenvolvimiento normal de la vida de cada uno de los ciudadanos que compartimos esta media isla.
El tema obligado en cada sitio público es la delincuencia y cómo la gente se refugia en sus hogares desde tempranas horas del día o la noche, tan pronto como termina sus quehaceres que la obligan a salir de cualquier modo a las calles.

La sociedad dominicana exige acciones más enérgicas. Sectores preocupados por el futuro de nuestro país enarbolan diversas propuestas de fórmulas para revertir este estado de temor e inseguridad que se expande por cada rincón del territorio nacional.

El gobierno, de la mano del presidente Danilo Medina, hace lo que le corresponde, partiendo de que el problema de la delincuencia y la criminalidad tiene múltiples motivaciones, y que no sólo se combate arremetiendo contra las consecuencias directas, sino adentrándose en las causas que lo producen.
Y tienen razón nuestras autoridades. Pero prefiero insistir en que para entender el fenómeno de la delincuencia y el crimen es necesario volver la mirada al proceso de desvanecimiento de aquellos valores y principios que inculcaron nuestros antepasados a una generación de hombres y mujeres sanos y de gran valía.

Y no hablo de que los de una y otra generación sean mejores o peores personas, porque tampoco creo que comparar sirva de mucho ante el escenario que nos aturde. Es sólo un planteamiento que podría servir de referente para convencer a quienes subestiman el discurso que apuesta al fortalecimiento y preservación de los valores familiares, éticos y morales, como plataforma imprescindible para definir buenas normas de comportamiento y correctas actitudes de los ciudadanos.

Nadie nace criminal ni delincuente. Es una conducta adquirida y aprendida en función de circunstancias y situaciones multifactoriales, que atrapan y envuelven a los individuos hasta volverlos víctimas de lo que pudimos haber evitado. Tenemos que darnos cuenta de que se ha instalado el relativismo moral, la ausencia de referencias de lo que es el bien y el mal y la carencia de límites. Por esto mi clamor, de manera reiterativa, en la prevención a través de la educación, compromiso de todos como sociedad.

De lo que hablo es de que esos “monstruos” que hoy espantan a la sociedad con sus hechos vandálicos y criminales no surgieron de la nada. Y seguirán ahí, si no nos decidimos, de una vez y por todas, a regresar al estilo de educación fundamental que arrojó excelentes resultados a quienes hoy, justamente, mostramos sumo interés en revertir este panorama alarmante y desolador.

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