Itinerario de un ocaso

Al punto en que se extingue en El Escorial la vida de Felipe II (el 13 de septiembre de 1598, hace 418 años), ‘Rey Prudente y Católico’, ‘Príncipe del Renacimiento’, algunos españoles clarividentes lo anuncian: la decadencia está ahí.

Al punto en que se extingue en El Escorial la vida de Felipe II (el 13 de septiembre de 1598, hace 418 años), ‘Rey Prudente y Católico’, ‘Príncipe del Renacimiento’, algunos españoles clarividentes lo anuncian: la decadencia está ahí.

Fernando de Aragón, fidedigno Príncipe de Maquiavelo, ha fundado el Estado moderno y mercantilista. La Castilla de los Reyes Católicos conquista Granada, irrumpe en África y descubre el Nuevo Mundo. España tiene tesoros, tierras y una mano de obra servil. Aquella grandeza, no obstante, perdura escasamente un siglo.

En el ‘Guzmán de Alfarache’ (de 1599), Mateo Alemán expresa: “Líbrete Dios de la enfermedad que baja de Castilla y del hambre que sube de Andalucía”. Así, la moneda castellana naufraga a partir de 1625, la unidad ibérica en 1640 y la ‘famosa infantería’ en los bosques pantanosos del Rocroi de 1643. La plata de las Indias llega con más dificultad y es más cara. Con menos moneda buena para pagar las deudas, España crea una moneda mala para uso interno: el cobre, espurio dinero de esas horas.

Después de 1609, a la calamidad económica se añade el infortunio social: la expulsión de los ‘moriscos’. Residuo del moro vencido, convertido por la fuerza, mas no asimilado por la colectividad; carretero o tendero o campesino que vegeta en coto cerrado, servidumbre del gran señor de la Reconquista, el morisco deviene víctima propiciatoria en unos tiempos de tribulación. Falso cristiano, mala casta, espía, merodeador, traficante que acumula ducados: el moruno es un ser ‘demasiado prolífico’ a quien le es posible ‘vivir de la nada’, relata Cervantes en el ‘Coloquio de los perros’.

De esta suerte, la ‘decadencia’ avanza: exceso de manos muertas, plétora de limosnas y de vocaciones eclesiásticas, deforestación y aridez y descenso agrícola, vagabundeo y desprecio al trabajo, manía nobiliaria, flaqueza de los privilegiados y de los reyes, emigración y expulsiones.

La España de 1600, desvinculada de la realidad, prefiere soñar. Para vivir mejor, para enterrar en el olvido los desalojos y la peste bubónica, los españoles divagan. Las Indias son un espejismo y brota un huracán de literatura en el Madrid de Felipe III, ‘El Piadoso’ (1578-1621). Están ahí: el más excelso de los poetas ‘puros’: Góngora; el más grande de los novelistas ‘negros’: Mateo Alemán; la más feraz de todas las plumas: la de Lope. Y está Cervantes.

España es rica y es pobre; España se atiborra de banquetes, bien que se muere de hambre; España retiene un imperio, pero carece de hombres. El teólogo Martín González de Cellorigo lo apunta:

“Y ansí rica es por serlo; haziendo dos contradictorias verdaderas en nuestra España, y en un mismo subjecto… No parece sino que se han querido reducir estos reynos a una república de hombres encantados que vivan fuera del orden natural”.

Esas palabras son del 1600 y en ellas se presagia la gran crisis de duda, la pasión de inquirir, la agonía y el sentimiento de inseguridad vital del español ante España; efusiones más tarde reclamadas por don Américo Castro y vueltas carne dolorida en Unamuno y los del 98. Mejor es decirlo con otras palabras: en el memorial de Cellorigo nace el ‘irrealismo’ español. Y a ese ‘hombre encantado que vive fuera del orden natural’, Cervantes, en 1605, habrá de darle un rótulo inextinguible.

La España de 1600 es una nación consumida por la historia. El vividor ocioso, el rentista arruinado, el bandolero seductor, el pordiosero y el holgazán recorren calles y caminos. Pero en aquella sociedad gastada, pobre, grotesca y afligida, surge como prodigio un libro de razón ilimitada y perenne: Don Quijote de la Mancha.

Y ese habrá de ser el ademán de un adiós –irónico y feroz y compasivo– a la España feudal y devota, de fulgores y tinieblas, que junto a Felipe II ha expirado dentro de los muros pétreos y hechizados de El Escorial.

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