Daisy Pimentel: “con este taller he vivido veinte y pico de años”

A Daisy Pimentel la pasión por enseñar y por la pintura le surgió desde pequeña y hace 22 años vive de eso.

A Daisy Pimentel la pasión por enseñar y por la pintura le surgió desde pequeña y hace 22 años vive de eso.Por su taller de pintura, ubicado en la Urbanización Fernández, de Santo Domingo, han pasado tantos estudiantes, que si usted le pregunta por cada uno de ellos, es muy probable que no los recuerde a todos de nombre y apellido.

“Con este taller he vivido veinte y pico de años y he logrado que mis hijos estudien. El varón es artista también, la más pequeña es arquitecta y la mayor es gerente de Redes Sociales en una empresa aquí en la capital”, le dice Daisy Pimentel al equipo de elCaribe que visitó el lugar, donde su inspiración para producir se expresa sin límites.

La gente no se compra una pintura todos los días, pero de esa actividad y de los cursos que imparte obtuvo Daisy su carro y su casa. Daisy es una emprendedora permanente y la colección que muestra a este periódico sobre actividades productivas en las que se envuelve, despeja cualquier duda. Es egresada de Diseño de Interiores y Decoración de la Universidad Pedro Henríquez Ureña (Unphu) y divorciada desde 1994. “Me casé, pero el matrimonio no funcionó”, expresa de manera natural. El divorcio de Daisy Pimentel no fue cualquier cosa, sino algo muy fuerte, especialmente por lo que implica una ruptura para los hijos. Pero esa separación -vista ahora, años después, y superado el trauma- abrió también la ventana al éxito que ha logrado la artista, no solo en suelo dominicano, sino más allá de la frontera.

En el año 2000 vio un anuncio sobre un concurso en Londres y decidió participar. “En eso participaron 52 países y pensé que por lo menos el nombre mío se quedaría en la mente de alguien. Me sorprendí muchísimo porque de 25,500 participantes quedé en el número 24 y ahí estoy en el libro. Fui invitada a la exposición, en la casa del príncipe Carlos. No tenía los recursos económicos. Traté de buscar ayuda y lo que me dijeron fue que vendiera cuadros, pero no todo el mundo compra cuadros todos los días. En fin, pude ir a esa y luego fui a Naciones Unidas (Nueva York) a otra exposición que se hizo”, dice con orgullo.

Por recuerdos como esos a Daisy Pimentel se le zafan algunas lágrimas por momentos. Después de todo lo que ha vivido no es para menos. Pero no se amilana. La sugerencia para que abriera una escuela de pintura (un taller) salió de su hermana, interesada en que Daisy tuviera “cómo defenderse” económicamente cuando se divorció. “No tenía los recursos porque fui una divorciada que nunca quiso que le dieran y nunca pedí. Tuve que vender mis trastes y cosas antiguas que había heredado de mi madre para poner el taller”, rememora.

Y agrega: “Reuní a mis hijos y les dije que lamentablemente no tendrían casa. Hogar sí, porque el hogar es el cariño”.

El local que tiene la artista, con obras por todos lados, sillas y mesas para los estudiantes que acuden, estuvo precedido de grandes sacrificios. “Yo tenía dos opciones, o vivía de la apariencia en una casa bonita, o me deshacía de todo lo que amaba (material), para que ustedes puedan echar hacia adelante”, les dijo a sus hijos cuando iba instalar la escuela. “Así lo hice y lo que más me causó nostalgia fue vender el piano porque la mayor de mis hijos tocaba piano”, contó.

“A partir de ahí, cuando vendimos todo mi hermana se convirtió en mi primera alumna, pero no me pagaba. Mi amiga me dijo: yo seré tu segunda alumna y vamos a tratar de que venga más gente. Seguí mi profesión como artista plástica, que es muy duro, por cierto, porque aquí el arte es como un círculo. Un grupito (…) y los demás no entran tan fácil”, dice.

“Este no es un negocio para vivir de lujo, pero deja satisfacción”, indica. El costo de inscripción en la escuela es de RD$2,500 y se paga una mensualidad de RD$2,000. El taller de Daisy trabaja dentro de la formalidad y paga sus impuestos, como corresponde, asegura.

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