Colegios-padres

El inicio del año escolar conduce inevitablemente a un lugar común: Aumentos excesivos de tarifas en la educación privada y la medida extrema divulgada por este diario el pasado jueves: la mayoría de los colegios decidió cobrar a los padres el…

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El inicio del año escolar conduce inevitablemente a un lugar común: Aumentos excesivos de tarifas en la educación privada y la medida extrema divulgada por este diario el pasado jueves: la mayoría de los colegios decidió cobrar a los padres el…

El inicio del año escolar conduce inevitablemente a un lugar común: Aumentos excesivos de tarifas en la educación privada y la medida extrema divulgada por este diario el pasado jueves: la mayoría de los colegios decidió cobrar a los padres el mes de agosto completo, pese a que sólo ofrecerían ocho días de docencia.

La denuncia obliga a algunas reflexiones. La primera está relacionada con la materia tarifaria. El reglamento 4-2000 que norma el desempeño de las empresas privadas que sirven educación no regula las tarifas y se centra en contenido, calidad de la enseñanza y organización de la gestión de esos establecimientos.

En realidad, la empresa educativa no se aleja para nada de la iniciativa privada y en tal virtud se rige con criterios de libre mercado. Pero como debe ser se inspira en principios de solidaridad y manifiesta vocación social. La enseñanza misma constituye un sacerdocio, aunque lamentablemente ese paradigma desfallece con el tiempo.

Razonablemente, como negocio, el colegio tiene que sobrevivir, e incluso invertir para mantenerse competitivo, adaptarse a los cambios y acceder a los recursos que provee la ciencia. La actualización didáctica y tecnológica cuesta. Es verdad, pero no puede conducir a una ruda renuncia a la solidaridad. Y a pretender ganancias más allá de lo razonable.

Si los dueños de colegios deciden cobrar un mes completo durante el cual sólo ofrecen clases ocho días, deben socializarlo con los padres, que son sus clientes, o al menos socios en la función de formar a los niños.

Lo ideal hubiese sido que los colegios asumieran el “sacrificio”. Porque desde cualquier punto de vista se supone que tienen algunos márgenes de beneficio. De lo contrario cerrarían. Sería cuestión de disminuir dichos márgenes.

El otro recurso es el diálogo. No costaba nada consultar a los padres.
Presentarles el impacto que significaría pagar los salarios a los maestros y entonces el sacrificio sería compartido.

Pero han obrado unilateralmente. Los padres se sienten desconsiderados, sin ninguna capacidad de contestación.

Son los casos en que el Ministerio de Educación, aunque no tiene facultad para imponer tarifas, sí puede morigerar actitudes que los padres organizados en su federación interpretan como voracidad. 

Posted in Sin categoría

El inicio del año escolar conduce inevitablemente a un lugar común: Aumentos excesivos de tarifas en la educación privada y la medida extrema divulgada por este diario el pasado jueves: la mayoría de los colegios decidió cobrar a los padres el mes de agosto completo pese a que sólo ofrecerían ocho días de docencia.

La denuncia obliga a algunas reflexiones. La primera está relacionada con la materia tarifaria. El reglamento 4-2000 que norma el desempeño de las empresas privadas que sirven educación no regula las tarifas y se centra en contenido, calidad de la enseñanza y organización de la gestión de esos establecimientos.

En realidad, la empresa educativa no se aleja para nada de la iniciativa privada y en tal virtud se rige con criterios de libre mercado. Pero como debe ser se inspira en principios de solidaridad y manifiesta vocación social. La enseñanza misma constituye un sacerdocio, aunque lamentablemente ese paradigma desfallece con el tiempo.

Razonablemente, como negocio, el colegio tiene que sobrevivir, e incluso invertir para mantenerse competitivo, adaptarse a los cambios y acceder a los recursos que provee la ciencia. La actualización didáctica y tecnológica cuesta. Es verdad, pero no puede conducir a una ruda renuncia a la solidaridad. Y a pretender ganancias más allá de lo razonable.

Si los dueños de colegios deciden cobrar un mes completo durante el cual sólo ofrecen clases ocho días, deben socializarlo con los padres que son sus clientes, o al menos socios en la función de formar a los niños.

Lo ideal hubiese sido que los colegios asumieran el “sacrificio”. Porque desde cualquier punto de vista se supone que tienen algunos márgenes de beneficio. De lo contrario cerrarían. Sería cuestión de disminuir dichos márgenes.

El otro recurso es el diálogo. No costaba nada consultar a los padres.
Presentarles el impacto que significaría pagar los salarios a los maestros y entonces el sacrificio sería compartido.

Pero han obrado unilateralmente. Los padres se sienten desconsiderados, sin ninguna capacidad de contestación.

Son los casos en que el Ministerio de Educación, aunque no tiene facultad para imponer tarifas, sí puede morigerar actitudes que los padres organizados en su federación interpretan como voracidad.

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