Una nueva era diplomática

El pasado día 28, el mundo fue testigo de un acontecimiento que marcará un antes y un después en la historia de los conflictos armados en toda América Latina: Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) anunciaron el inicio del cese…

El pasado día 28, el mundo fue testigo de un acontecimiento que marcará un antes y un después en la historia de los conflictos armados en toda América Latina: Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) anunciaron el inicio del cese al fuego definitivo, lo que simboliza el éxito de las jornadas de diálogo que mantuvo esa organización con el Gobierno colombiano.

El líder máximo de las FARC, Rodrigo Londoño, ordenó a todos sus mandos, unidades y combatientes, deponer sus armas y hostilidades de manera terminante contra el Estado colombiano.

Estas medidas eran esperadas desde que el miércoles 24 de agosto el grupo armado y el Gobierno anunciaran un acuerdo concluyente de paz, que pone fin a más de 50 años de enfrentamientos y dejaron más de 260,000 muertos, cientos de heridos, secuestros y desapariciones.

Colombia está de fiesta. Todos los países amigos de esa nación suramericana celebran también la forma en que culminó este proceso de diálogo entre dos partes enfrentadas durante décadas, y que no pocos escépticos pronosticaron resultados distintos a los que hoy se pueden palpar.

La experiencia vivida por Colombia muestra al mundo que es posible armonizar acuerdos y discusiones que beneficien a la mayoría. Nos enseña que el diálogo constructivo es la herramienta por excelencia para buscar puntos de avenencia en medio de conflictos y posiciones encontradas.

Para República Dominicana también debe ser una referencia ineludible, porque somos parte de este mundo global que nos plantea nuevas formas de conciliar relaciones con otras naciones, que redunden en mejores formas de vida y lazos de amistad inquebrantables. De ahí la importancia de tener mucho tacto a la hora de elegir nuestros representantes en el servicio exterior y de no escatimar esfuerzos en mantener una supervisión adecuada y rigurosa del manejo de nuestras embajadas y consulados en el exterior, que garanticen fomentar y mantener las mejores relaciones comerciales y de amistad con los pueblos hermanos.

Por todo esto, considero oportuna esta coyuntura especial para reconocer la iniciativa tomada por el nuevo canciller de la República, Miguel Vargas Maldonado, de visitar el pasado martes a su homólogo haitiano, Pierrot Délienne, un encuentro acertado y que arrojó fructíferos resultados para ambos países.

Fueron varios los temas puestos en agenda y discutidos en ese encuentro de alto nivel diplomático. Sin embargo, resalta entre uno de los mayores logros haber renegociado la entrada al vecino país de 23 productos a los que el Gobierno haitiano había impuesto una veda desde hace casi un año.

En este encuentro, se acordó reactivar las sesiones de trabajo de la Comisión Mixta Bilateral, un mecanismo cuyo fin esencial es propiciar el acercamiento y entendimiento en diversos temas entre Haití y República Dominicana. Y como naciones hermanas, ambos cancilleres arribaron a acuerdos importantes en el espinoso tema migratorio, que tantas veces ha puesto de frente a los dos estados. Haití prometió entregar, a finales de octubre, 112 mil pasaportes a haitianos residentes en República Dominicana.

Es justo reconocer que se trata de un buen comienzo para el Ministro de Relaciones Exteriores, quien de igual modo fue capaz de recurrir nuevamente al diálogo y la concertación entre dos países que comparten no sólo una misma isla, sino también elementos históricos comunes.

Miguel Vargas comenzó con buenos bríos sus funciones como canciller de la República, porque asume y lleva al terreno práctico la célebre frase atribuida al Papa Pío XII, de que “nada se pierde con la paz; todo se pierde con la guerra”.

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