Durante mis estudios universitarios, tuve la oportunidad de compartir con una joven, hija de la vice-rectora académica, quien era una de las más agradables de la clase. Casi terminando el semestre, me doy cuenta que su mano derecha era mucho más pequeña que la izquierda, sin embargo, ella tampoco la escondía, al contrario, se manejaba como si no tuviera ningún tipo de diferencia entre ambas manos. Le pregunté a su mamá cómo había logrado que esta diferencia no generara ningún tipo de complejo en su hija, a lo que respondió: “Le enseñé que ambas manos estaban sanas, que muchas personas quisieran tener la destreza que ella tiene, y siempre traté de ponerla en actividades que fuera necesario el uso de las manos. Una de las cosas que mejor hace es tocar el piano, ya que desde los 6 años la inscribí en lecciones de este instrumento”.

En la actualidad, por asuntos de trabajo, tengo que interactuar de manera frecuente con un señor de 54 años, quien, ante cualquier presión o situación, e incluso en conversaciones, lo primero que señala es “soy diabético”, enfocándose siempre como una víctima, cosa ésta que sin él saberlo le pone límites al manejo sano en su cotidianidad. En esos dos ejemplos vemos el antagonismo entre una persona y otra. Una, que la condición de sus manos no ha afectado nada su desenvolvimiento en la vida, y otra que convirtió su condición en algo que le está bloqueando y generando trastornos emocionales y físicos por la manera en que lo percibe.

Enfatizando la diabetes, gracias al desarrollo de la ciencia, las personas con esta condición, como yo suelo repetirles a los que a mí acuden, más que verla como una enfermedad, deben aceptarla como un cambio de su estilo de vida, especialmente en los cambios alimenticios, limitándose en la ingesta de algunos alimentos, pero vale la pena. Además, dada la gran cantidad de personas en el mundo que padecen esta enfermedad, se han logrado grandes avances en el control de la misma. En algunos casos, basta con una dosis única de una simple pastilla para llevar una vida normal, y en otras tantas la insulina inyectada, a un nivel que más duele la picadura de un mosquito que ésta. Es asunto de aceptar la diabetes como una condición, si te cuidas, es una batalla ganada.

Por “interpretar” la Constitución en materia de nacionalidad, el Tribunal Constitucional ha desatado los mil demonios. Para el grupo de Vargas Maldonado no hay mejor “intérprete” judicial que el Tribunal Superior Electoral. Analistas políticos “interpretan” cada actitud de Leonel Fernández. Variadas “interpretaciones” de la Biblia generan variadas iglesias. Jugadores de lotería procuran “interpretar” los sueños. Actores, músicos y cantantes aspiran a buenas “interpretaciones”. Los medios informativos recogen distintas versiones del hecho para que cada quien haga su propia “interpretación”. Las madres deben “interpretar” el llanto del bebé. A nadie le gusta ser mal “interpretado”. Siendo el mundo tan compleja madeja de “interpretación”, cómo no va a ser difícil encontrar la media naranja que me “interprete”.