Al fin, la paz

América y todo el mundo occidental, y más allá, se regocijaron de la paz alcanzada en Colombia después de 50 años de enfrentamiento entre las FARC y sucesivos gobiernos. Fue un hermoso acto de coronación de un largo proceso de negociación iniciado&

América y todo el mundo occidental, y más allá, se regocijaron de la paz alcanzada en Colombia después de 50 años de enfrentamiento entre las FARC y sucesivos gobiernos. Fue un hermoso acto de coronación de un largo proceso de negociación iniciado hace cuatro años en Cuba y que fructificó con el acompañamiento de ese país, Noruega, el impulso del Papa Francisco y el presidente de Estados Unidos Barack Obama.

Los colombianos, que han sufrido tanto la violencia en sus más variados matices, tenían suficientes motivos para celebrar. La guerra fue dura. Negociar la paz tampoco resultó fácil, pero había voluntad de las partes. Un presidente –Juan Manuel Santos- decidido a alcanzarla, él, que había combatido con tenacidad como ministro de lo Interior o como presidente de la República, comprendió que el mejor camino para la solución del conflicto era la negociación y actuó en consecuencia, magníficamente acompañado por la comisión que representó al gobierno colombiano. Merece el más alto reconocimiento. Es necesario reconocer a los líderes de las FARC, encabezados por Rodrigo Londoño, quienes convencidos del momento que vive la humanidad, donde las opciones violentas forman parte del pasado, no vacilaron en seguir el camino del diálogo. Aquí es necesario resaltar el papel del liderazgo cubano y de sus aliados en la región. Su rol fue decisivo.

En fin, los colombianos dejan atrás la violencia, y la esperanza es que sea para siempre. Que los tropiezos en el camino puedan ser superados con un espíritu constructivo y creador.

El plebiscito previsto para el próximo domingo, durante el cual los colombianos deben aprobar lo pactado, debe convertirse en una fiesta por la democracia y la convivencia pacífica.

Que ningún colombiano censado preste oídos a quienes persisten en el odio y la venganza. El perdón, que es uno de los valores más nobles de los humanos, debe reinar en todos los corazones y decir sí a la firma de la paz por el propio bienestar y por el progreso de una nación con todos los recursos para convertirse en ejemplo para América y el mundo.

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas