Hace días el papa Francisco se pronunció sobre Donald Trump, electo presidente de los Estados Unidos. Lo hizo basándose en las múltiples declaraciones del magnate relacionadas con los inmigrantes. Así dijo: “El dinero está en contra de los pobres, además de contra los inmigrantes y refugiados, pero también hay personas pobres en los países ricos que temen la llegada de estas personas”.

Y agregó: “Es un círculo vicioso y debe ser detenido. Hay que derribar los muros que dividen: son tentaciones para incrementar el bienestar y hacer que sea más popular, pero para lograr esto tenemos que derribar los muros y construir puentes que permitan disminuir las desigualdades y aumentar la libertad y los derechos”.

Al analizar la noticia, alguien me comentó que no entendía por qué el Obispo de Roma tocaba esos temas, que no era algo propio de su responsabilidad apostólica. Le respondí más o menos así: “La Iglesia católica es parte de un mundo cambiante. No es sorda, ciega o muda. Está alerta. Se pronuncia cada vez que lo estima necesario, emitiendo juicios morales sobre aspectos políticos, económicos y sociales’’.

Esas consideraciones se inspiran en el Evangelio y en el magisterio de la Iglesia. Procuran que reine el bien común y promueven el desarrollo de la dignidad humana. Esos criterios conforman la Doctrina Social de la Iglesia.

Por ejemplo, muchas encíclicas son parte vital de esas enseñanzas y sus contribuciones han sido enormes. Recordemos la Rerum Novarum (de las Cosas Nuevas), promulgada por el papa León XIII en el año 1891. Constituyó la primera encíclica social. Fue clave para que en buena parte del mundo mejoraran las condiciones de la clase obrera.
Las declaraciones de Su Santidad forman parte de ese compendio de reflexiones y son fuente de inspiración para millones de personas. Sin dudas, el papa Francisco ha enriquecido las enseñanzas de la Iglesia. Es un pastor que cumple su deber. Es seguido por católicos y no católicos.

Al Sumo Pontífice lo estudio con detenimiento. Nos da cátedras de religión, de cómo actuar en lo cotidiano, de cómo ser personas más nobles y útiles, de cómo tratar al prójimo. Nos pide ser cuidadosos al juzgar. Nos invita a apoyar a los necesitados y a ser solidarios, pues todos somos hijos de Dios. Leerlo o escucharlo llena de alegría mi espíritu, refresca mi razón y nutre mis conocimientos.

Luego de mis palabras, mi interlocutor entendió mejor la función social de la Iglesia. Finalmente le indiqué: “El papa Francisco es un extraordinario guía espiritual con los pies en la tierra. Su voz continuará ilustrándonos, aunque los afectados sean Trump o Putin”. 

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas