Japón en el tablero de la política exterior estadounidense

Si Donald Trump no estuviera tan intranquilo por el crecimiento exponencial de la influencia de China en el mundo posiblemente Japón tendría muchos motivos para preocuparse.Sin embargo, la realidad es otra. La sagacidad empresarial de…

Si Donald Trump no estuviera tan intranquilo por el crecimiento exponencial de la influencia de China en el mundo posiblemente Japón tendría muchos motivos para preocuparse.

Sin embargo, la realidad es otra. La sagacidad empresarial de Trump debe dictarle con meridiana claridad que en un único espacio de liderazgo comercial en el que compiten dos países nunca existirá la posibilidad de que ambos estén a un mismo nivel en cuanto a ganancias. Si uno sube en las preferencias de los clientes automáticamente las potencialidades del otro se reducen y viceversa.

Esa imagen en el comercio se extrapola de forma directa al plano político y muy probablemente a la percepción que puede tener el mundo acerca del poderío militar y del concepto de hegemonía que se tiene o no sobre un país.

En ese contexto, los espacios logrados por China, en cualquier aspecto y en cualquier lugar alrededor del mundo, se producen a expensas de la caída del liderazgo estadounidense.

Esta realidad es la que en toda su campaña (aunque nunca mencionó nada acerca del componente político-militar) quiso Trump llevar al electorado, enfocándose en presumible piratería cibernética y prácticas desleales al comercio con las cuales China perjudica claramente la economía estadounidense y su liderazgo mundial.

Pero más allá de lo comercial y económico que mencionaba Trump está el componente geopolítico que tiene que ver con la marcada influencia de China a nivel mundial pero muy especialmente en el Este de Asia y en el mar meridional, algo que preocupa seriamente incluso a los países de Oceanía.

Ese neurálgico estado de cosas es el que encontrará Trump a partir del próximo 20 de enero cuando ocupe la oficina oval de la Casa Blanca. Y es ese el mar de contradicciones y de juego geopolítico en Asia del que no podría salir airoso Estados Unidos sin el apoyo de Japón.

“El señor Trump es un líder en quien puedo tener una gran confianza”.

Japón acaba de hacerle el primer favor estratégico –no táctico- a Trump, con esta frase pronunciada por el Primer Ministro Japonés Shinzo Abe, al término de su primera reunión, en la imponente residencia del primero “como resultado de las conversaciones de hoy, estoy convencido de que el señor Trump es un líder en quien puedo tener una gran confianza”.

Y digo que ha sido un pronunciamiento estratégico y no táctico porque en las relaciones de Japón y los Estados Unidos cualquier movimiento de sus líderes conlleva el esquema de ganar-ganar en una relación simbiótica que les conviene directamente a ambos.

Es Abe el primer mandatario de país extranjero que Trump recibe luego de ser electo. En su twitter, terminada la reunión con el Primer Ministro japonés escribió: “(…) this is the begin of a great friendship”, esto envía una señal de la importancia que conferirá el gobierno de Trump a las relaciones con Japón.

Los Estados Unidos saben que sin una relación cercana con Japón sus intereses en la zona simplemente estarían en peligro y por tanto su influencia, terminaría mermada.
Abe le ha transmitido al mundo que quien dirigirá a partir de enero los destinos de los Estados Unidos y de sus intereses globales, para decirlo en lenguaje llano no es “un loco viejo”, y ese tipo de favores, en el estratégico mundo de las relaciones internacionales no se olvidan nunca.

Japón y los Estados Unidos tienen acuerdos desde 1952 de Defensa Mutua y un Tratado de Cooperación y Seguridad firmado por ambos países en 1960, que revisaron en el 1997 y que, por primera, vez luego de 21 años ha sido modernizado y ampliado en abril del pasado año 2015.

Esta modificación ha sido estratégicamente beneficiosa para ambos países. En 1997 se establecía la cooperación en las “áreas alrededor de Japón”, mientras que ahora, sin embargo, no hay restricciones en términos geográficos. Incluso se acordaron nuevos campos de cooperación, como el espacio y el ciberespacio.

Posterior a estos acuerdos en cuanto a la defensa mutua entre Japón y los Estados Unidos, en marzo de este año entró en vigor una reforma militar en Japón, que permitirá a las tropas niponas combatir en el exterior por primera vez desde la II Guerra Mundial. Este elemento, en términos claros y pragmáticos permitirá a Japón defender a sus aliados en el exterior y prestarle apoyo logístico si son atacados.

Esto es importante para Washington, pues la cooperación mutua entre Japón y los Estados Unidos, basada en la base normativa de carácter internacional que he mencionado anteriormente, continuará siendo un bien público regional y global al aportar una gran sensación de seguridad a los países de la región.

En momentos en los que el presidente filipino, con palabras impublicables ha deteriorado de forma brutal las relaciones de Filipinas con Estados Unidos, escenario que ha sido aprovechado por China para buscar un acercamiento con ese país y con Vietnam, Washington no podrá darse el lujo de deteriorar sus relaciones con Japón.

Vladimir Putin se ha dado cuenta del peso absoluto de Japón en la coyuntura geopolítica que vive el mundo actualmente y parece dispuesto a acercar más a Moscú y Tokio. En diciembre tiene previsto visitar Japón y posiblemente podrían estar muy cerca de resolver el conflicto fronterizo por las islas Kuriles, cuya falta de solución definitiva ha provocado que entre Japón y Rusia no se haya producido aun un Tratado de Paz definitivo desde la II Guerra Mundial, lo que significa que, en términos formales, aún continúan en estado de guerra aunque en términos prácticos esta haya pasado hace 70 años.

De manera que todo el discurso de Trump acerca del costo de tener “que defender a Japón” no está más lejos de la realidad. El estado de protección al que está sometido Japón desde el término de la II Guerra Mundial por los Estados Unidos no fue una decisión unilateral de Tokio para valerse de los recursos estadounidenses para su defensa sino que, por el contrario, fue una disposición establecida en el artículo 9 de la constitución que le fue impuesta al resultar perdedor de esa fatídica conflagración bélica y luego refrendada por acción directa de la política exterior estadounidense.

Finalmente, el equilibrio que interesa a los Estados Unidos en Asia, con una Corea del Norte contenida geográfica y ahora militarmente, con un mar meridional en relativa paz así como un liderazgo chino en contención, solo puede aportarlo Japón. Ojalá que ese pago le parezca suficiente. 

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