Incertidumbre domina la futura relación EEUU-Cuba

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WASHINGTON (AP) — El fallecimiento de Fidel Castro elimina la que durante muchos años fue la única barrera psicológica para una relación más cercana entre Estados Unidos y Cuba. Pero se suma también a la incertidumbre que rodea a la transición del gobierno de Barack Obama al de Donald Trump.

Era «un dictador brutal» de una «isla totalitaria», dijo el presidente electo, haciendo hincapié en el trauma histórico que sigue separando a los dos países.

Un Obama más contenido, trabajando para preservar su propio intento de reconstruir esos vínculos, dijo que la historia determinará el impacto de Castro y que el pueblo cubano reflexionará «con fuertes emociones» sobre cómo su longevo líder influyó en la nación.

Tanto en vida como tras su muerte, Fidel Castro genera opiniones divididas: ¿revolucionario que plantó cara a la agresión estadounidense o un dictador despiadado cuyo movimiento pisoteó los derechos humanos y las aspiraciones democráticas?

El presidente Raúl Castro, el hermano pequeño de Fidel y su sucesor, tiene 85 años. Su Partido Comunista no muestra signos de apertura política a pesar de acordar con Washington la reapertura de sus respectivas embajadas y facilitar un mayor comercio e inversión.

Cuando Obama abandone la Casa Blanca en enero, su decisión de comprometerse en lugar de presionar a La Habana con la esperanza de forjar nuevos lazos podría irse pronto a pique. Trump no ha elogiado los esfuerzos y los líderes republicanos en el Congreso se opusieron con dureza a los llamados de Obama para poner fin al embargo comercial a la isla impuesto hace 55 por Estados Unidos.

«Sabemos que este momento llena a los cubanos, en Cuba y en Estados Unidos, de poderosas emociones, recordando las incontables formas en que Fidel Castro alteró el curso de sus vidas, las de sus familias y de la nación cubana», señaló Obama.

El mandatario ni condenó ni alabó a Castro, quien superó una invasión e intentos de asesinato y estuvo al frente del país durante la Crisis de los Misiles de Cuba, que puso al mundo la borde de la guerra nuclear.

«La historia recordará y juzgará el enorme impacto de esta figura singular en el pueblo y el mundo que lo rodeó», apuntó Obama agregando que las relaciones entre Washington y La Habana no deberían definirse «por nuestras diferencias sino por las muchas cosas que compartimos como vecinos y amigos».

Trump no dejó su evaluación a los historiadores.

«Hoy, el mundo celebra el fallecimiento de dictador un brutal que oprimió a su propio pueblo durante casi seis décadas», señaló el republicano en un comunicado. «El legado de Fidel Castro es de pelotones de fusilamiento, robo, sufrimiento inimaginable, pobreza y la denegación de derechos humanos fundamentales».

Trump se mostró esperanzado con que el deceso de Castro suponga un «alejamiento de los horrores» hacia un futuro donde los cubanos vivan en libertad. Pero no mencionó el proyecto de deshielo de Obama e incluso alabó el respaldo electoral recibido de los veteranos que participaron en la fallida invasión de Bahía Cochinos en 1961, que estuvo respaldada por la CIA.

Estas declaraciones podrían irritar a La Habana tras un periodo de dos años de intensas discusiones diplomáticas con Washington que han hecho más por mejorar las relaciones entre ambos países que cualquier otra cosa en las cinco décadas y media anteriores.

La era de Castro comenzó con una improbable insurrección que derrocó a Fulgencio Batista, hombre fuerte de Estados Unidos, en 1959. En ese momento, con solo 32 años, Castro era el líder más joven de Latinoamérica e inspiró a revolucionarios en lugares tan lejanos como África y Asia.

Pero la Cuba socialista de Castro era de todo menos idílica y Estados Unidos pronto se convirtió en su principal oponente.

Miembros del gobierno de Batista fueron sometidos a juicios sumarios, con al menos 582 ejecutados en pelotones de fusilamientos en los dos primeros años de gobierno de Castro. Los diarios independientes fueron clausurados. Los homosexuales fueron enviados a campamentos para su «reeducación». Decenas de miles de personas se convirtieron en presos políticos. Cientos de miles de cubanos huyeron de la isla. Tras la desaparición de la Unión Soviética, la economía cubana colapsó.

En Miami y en otras ciudades estadounidenses, se creó una poderosa comunidad de exiliados que se opusieron frontalmente a cualquier mejora de las relaciones con el gobierno de Castro. Durante muchos años, su amenaza era suficiente para hacer fracasar cualquier intento de tender puentes.

Esta dinámica comenzó a cambiar hace una década, cuando Fidel se retiró de la vida pública. Su mala salud le obligó a entregar las riendas del país definitivamente a Raúl en 2008, que inició un periodo de reformas económicas limitadas.

Cuando el gobierno cubano liberó al prisionero estadounidense Alan Gross y aceptó un intercambio de espías con Washington en 2014, Obama y Raúl Castro sintieron que por fin tenían la confianza suficiente para embarcarse en un viaje hacia el deshielo.

Aunque se han abierto algunas inversiones estadounidenses y las restricciones de viaje sus ciudadanos son ahora menores, la normalización ha sido limitada porque Obama no pudo conseguir que los legisladores republicanos anulasen las amplias restricciones asociadas al embargo comercial. Triunfantes junto a Trump en noviembre, algunos líderes republicanos prometieron dar marcha atrás en los esfuerzos del presidente saliente.

«Ahora que Fidel Castro está muerto, la crueldad y la opresión de su régimen deberían morir con él», señaló el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, republicano de Wisconsin, en un comunicado el sábado. «Tristemente, queda mucho trabajo por hacer para asegurar la libertad del pueblo cubano».

La senadora demócrata por Minnesota Amy Klobuchar, que impulsa una legislación para levantar el embargo, dijo en una entrevista que la sombra de Castro «planeó sobre todas las decisiones del gobierno» aun cuando ya había abandonado el poder. Espera que Trump y los líderes republicanos respondan al deceso de Fidel no solo anulando la apertura de Obama sino quizás avanzando en ella.

Durante su campaña, Trump criticó a Obama por fraguar un «acuerdo muy débil» y amenazó con revertir sus órdenes ejecutivas «a menos que el régimen de Castro cumpla nuestras demandas». Nunca concreto cuáles eran esas peticiones y en otras ocasiones insinuó que podría facilitar más inversiones en el país.

Como ocurre con gran parte de su política exterior, Trump nunca presentó de forma clara sus objetivos con Cuba. La ambigüedad deja el reciente acercamiento en el limbo. No está claro si el fallecimiento del expresidente hará cambiar drásticamente a Trump.

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