Somos todos

Hay que recordarlo: Tenemos el deshonroso récord de ser el primer país con la mayor cantidad de víctimas fatales por causa de accidentes de tránsito (41.7 por cada cien mil habitantes). De acuerdo a las estadísticas del Observatorio de Seguridad&#823

Hay que recordarlo: Tenemos el deshonroso récord de ser el primer país con la mayor cantidad de víctimas fatales por causa de accidentes de tránsito (41.7 por cada cien mil habitantes). De acuerdo a las estadísticas del Observatorio de Seguridad Ciudadana, esa tendencia sigue creciendo. Este diario lo consignó ayer: “En los primeros nueve meses de este año han perdido la vida en accidentes de tránsito 1,622 personas. Si lo calculamos por día, esa fatídica cifra se traduce en que más o menos seis dominicanos mueren diariamente en las calles, a causa de un choque. Entre enero y septiembre del 2015 los fallecidos por esta causa fueron 1,426. Este año, con 196 casos más, la cifra aumentó un 14%”. (Escribió Natalí Faxas).

Simplemente escandaloso. De acuerdo con las informaciones registradas en la mayoría de esos accidentes hay involucrado un motorista. Los dramáticos vídeos difundidos por la Dirección de Comunicación (Dicom) del Gobierno hablan claramente del comportamiento de los conductores y los daños que ocasionan y sufren ellos mismos.

Pero los accidentes no sólo los provocan los motoristas. Hay imprudencia, inadvertencia y agresividad en muchísimos conductores, lo que suele traducirse en víctimas mortales y heridos con secuelas terribles, físicas y espirituales.

La Asociación Dominicana de Rehabilitación reveló el pasado 24 de noviembre cómo los accidentes de tránsito incrementan el número de personas que ingresan al Centro de Rehabilitación por esa causa: El 12% de los pacientes atendidos por primera vez son víctimas de accidentes de vehículos de motor, de los cuales el 60% viven en su etapa productiva, con edades entre los 20 a 49 años.

La campaña de Dicom es loable. Pero este es un problema de todos. Comienza por convencernos de que andar por las calles, en vehículos o a pie, es un peligro. Que se requiere razonablemente moderación. Que debemos disminuir los riesgos, sea por irresponsabilidad propia o de terceros.

Una introspección acerca de cómo conducimos hace falta. No es aquel o el otro. Somos todos. 

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