Bitácora de un viaje a La Habana. La Academia de la Historia de Cuba (4)

Del siglo XVI data mi penaY apenas lo sabíaPorque aquel ruiseñorSiempre canta en mi pena, Nancy Morejón En mi calidad de presidenta de la Academia Dominicana de la Historia, quería aprovechar para en mi visita a…

Del siglo XVI data mi pena
Y apenas lo sabía
Porque aquel ruiseñor
Siempre canta en mi pena,
Nancy Morejón

En mi calidad de presidenta de la Academia Dominicana de la Historia, quería aprovechar para en mi visita a La Habana hacer una visita de cortesía a la Academia de Historia de Cuba. De inmediato comenzamos a hacer los contactos de lugar. Recibieron con mucho beneplácito la petición. Acordamos reunirnos el lunes 5 de diciembre a las 10:30 de la mañana. Ese mismo día mi querida hermana Suk Yien cumplía sus 60 años y no pude acompañarla. Este viaje estaba programado hacía meses, pues había que aceptar la participación en el seminario organizado por la Cátedra con mucho tiempo.

Llegamos puntualmente a nuestra cita. El edificio se destaca en medio de tantos edificios coloniales en el casco de La Vieja Habana. Es un edificio súper moderno para los años 50 que construyó el dictador Fulgencio Batista para tener un helipuerto en la ciudad. Está cuidado y limpio. Cuenta con unos seis pisos. De cemento y cristales. La Academia funciona en el tercer piso junto a la Academia de la Lengua de Cuba que tiene la mayor cantidad de espacio.

Nos esperaban. Bajaron para darnos la bienvenida, a mí y a mi esposo Rafael, el vicepresidente Pedro Pablo Rodríguez y el secretario Gustavo Placer Cervera. Subimos por el ascensor y allí estaban esperándonos otros historiadores: Mercedes García Rodríguez (vocal) y los académicos Jorge Renato Ibarra y Carmen Barcia Zeguerra. Después se incorporó Ana Cairo, un verdadero personaje.

Nos sentamos en la sala de reuniones. Les hice entrega de las últimas publicaciones de la Academia, así como el hermoso folleto de rendición de cuenta de la Junta Directiva 2013-2016. Mientras entregaba cada libro explicaba brevemente su contenido. Se sorprendieron de la calidad y cantidad de las publicaciones, y nos preguntaron cómo hacíamos para tener una labor editorial tan importante. Les expliqué que el sector privado ayudaba en el financiamiento de algunas de las publicaciones y que la entidad financiaba otras con los fondos que recibía del Estado.

El diálogo fue muy bonito. Vimos posibilidades de colaboración conjunta. Como por ejemplo, que ellos envíen artículos para publicarlos en CLIO, nuestra emblemática revista. Y que los académicos dominicanos que puedan enviar artículos para una revista que está en proyecto salir a la luz el próximo año.

El salón de conferencias está adornado con dibujos de los primeros miembros de la Academia. Entonces con la explicación entendí la historia. La Academia de la Historia de Cuba fue fundada en 1916, y funcionaba con bastante dinamismo, pero con el paso del tiempo muchos de sus miembros se convirtieron en cercanos colaboradores del dictador Batista. Con el triunfo de la Revolución Cubana de 1959, la entidad desapareció por
inanición, pues la mayoría de sus miembros tuvieron que salir despavoridos de Cuba. Así quedó hasta el año 2010, hace tan solo seis años, cuando un grupo de historiadores cubanos, quizás los más importantes de la actualidad, decidieron darle nuevamente vida.

Tienen más o menos la estructura nuestra: Miembros de Número, Miembros Correspondientes Nacionales, Miembros Correspondientes Internacionales, colaboradores y amigos de la historia. A diferencia nuestra la Asamblea se reúne regularmente una vez al mes. Organizan eventos para discutir temas históricos de interés. Y algo interesante, tienen un programa semanal de radio en el que entrevistan a historiadores. Este programa es la responsabilidad de la profesora Ana Cairo.

Hablamos sobre el tema del Historiador de la Ciudad de La Habana, que desde hace mucho tiempo ostenta el historiador Eusebio Leal. Hablaron de manera muy elogiosa de la labor que está realizando en la actualidad, sobre todo con el proceso acelerado de reconstrucción que tiene la ciudad de La Habana. El historiador oficial, dicen, ha sido enfático en el respeto a la verdadera fachada histórica de las edificaciones. Les conté que el Sr. Leal había visitado Santo Domingo, y que la Academia de La Historia lo había recibido y distinguido. Otro elemento interesante es que las ciudades más importantes tienen también historiadores oficiales que tienen como función ser los salvaguardas de las edificaciones históricas.

Cuando terminamos el diálogo franco y abierto nos invitaron a almorzar en el comedor del Hotel Entre Dos Mundos, un emblemático lugar famoso porque ahí prácticamente vivía Ernest Hemingway. Incluso su habitación permanece intacta y es lugar obligatorio de visita de los turistas, especialmente de los norteamericanos. El lugar mantiene su encanto. Cuando entras crees viajar en el túnel del tiempo porque te transportas a la arquitectura y decoración de los años 40 del siglo XX. El restaurant está arriba, en la azotea convertida en terraza y restaurante. La vista es espectacular. Puedes divisar los lugares más emblemáticos de la ciudad. Las fotos del escritor están por todas partes. Cuando entramos estaba repleto de turistas.

En la tarde fuimos a Radio Habana, la profesora Ana Cairo nos invitó a grabar un programa. La radio está ubicada en el antiguo edificio del Comercio. La fachada es totalmente colonial, pero cuando entras ves cómo una remodelación es capaz de convertir un lugar antiguo en un moderno y bien distribuido espacio de oficinas. La emisora está en la quinta planta. El tiempo se nos fue volando. Hablamos de todo. Le interesó mucho la historia de mi familia, y cómo emigró al Caribe. Hicimos paralelismos históricos entre la comunidad china de ambos pueblos y concluimos que en Cuba, especialmente en La Habana, todavía existen huellas muy importantes de los chinos que llegaron como trabajadores casi esclavos en los ingenios azucareros. Nos dijo que todavía se conservan algunos de los templos y tradiciones. El Tai Chi se ha expandido por los parques y a la caída del sol puedes encontrar la gente con movimientos lentos frente al sol. Lo despiden y se llenan de energía.

Así terminó nuestro día. Una jornada fructífera, muy interesante y edificante. A pesar de las precariedades económicas y la escasez de bienes de consumo, no cabe la menor duda de que en Cuba existe una intelectualidad sólida y bien formada, muy a pesar, como ellos mismos lo destacan, de los miles que huyeron a otros lares en búsqueda de mejor vida.

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