¿Tiempos de intolerancia?

No puedo negar que me preocupan, por ejemplo, Donald Trump ya casi presidente de los Estados Unidos de América; el EIL o ISIS (Estado Islámico de Irak y Siria); y Marine Le Pen, posible próxima presidenta de Francia. El mundo no puede darse el…

No puedo negar que me preocupan, por ejemplo, Donald Trump ya casi presidente de los Estados Unidos de América; el EIL o ISIS (Estado Islámico de Irak y Siria); y Marine Le Pen, posible próxima presidenta de Francia. El mundo no puede darse el lujo de que impere la intolerancia.

“Si no podemos poner fin a nuestras diferencias, contribuyamos a que el mundo sea un lugar apto para ellas”. Así se expresó John Kennedy. En esencia, pidió tolerancia y respeto a nuestras diferencias accidentales, pues todos somos iguales por ser hijos de Dios. Eso sí, lo anterior no implica jamás mantenernos indiferentes frente a las injusticias que cometan los demás. No. Eso sería irresponsabilidad.

Ser tolerantes es comprender que no necesariamente tenemos la verdad, aunque defendamos nuestras convicciones con gallardía.

Evitemos a los intolerantes, sin distinción. Odian y aman sin comprender los límites de ambas palabras, que mal asumidas pueden ser fatales para el buen juicio de quienes las practican. Juran que sus ideas son las únicas correctas y punto, sus sentencias no permiten apelación, y desdichado el que las enfrente, que por eso hasta su vida peligra.

Evitemos a los intolerantes políticos, a los que discuten con pasión sobre temas banales; a los que enarbolan con rabia su ideología sin apreciar las bondades de otras; a los que no ven nada bueno en el contrario, pues la razón solo la tienen ellos.

Evitemos a los intolerantes religiosos, que todo lo justifican en nombre de Dios. Nos dijo el papa Francisco que el fanatismo es un monstruo que osa decirse hijo de la religión. La religión no es fanatismo, es fe, bondad, comprensión, misericordia y servicio al prójimo. Escudarse en ella para cometer actos de barbarie es propio de cobardes.

Evitemos a los intolerantes nacionalistas, a esos que solo ven lo bueno en su terruño; que aborrecen naciones hermanas porque las consideran inferiores; que en nombre de la raza o de una alegada superioridad, humillan, maltratan, condenan y asesinan. No saben que los extranjeros no existen y que las fronteras son un mundano invento.

Evitemos a los intolerantes que solo piensan en lo material, que justifican y provocan guerras, bombardeos y crímenes para proteger sus intereses particulares o del poder que representan; también alejémonos de quienes solo se alimentan con dinero, esos infelices que en sus estómagos prefieren las monedas al agua que refresca el espíritu.

En fin, evitemos a todos los intolerantes, sin limitaciones, que los hay de muchas más categorías. Reprochemos a esos radicales, poderosos o no, ateos o creyentes, educados o analfabetos, pobres o millonarios, pues sus conductas no ayudan a construir un mundo mejor.

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